Las Escrituras, adoptadas como la fuente epistémica y ontológica de los postulados y principios cristianos, arrojan luz acerca del ser humano, permitiendo captar y compaginar una antropología teológicamente calificada.

Un cuadro descriptivo de las capacidades del ser –su cuerpo, mente, y espíritu–y sus procesos cognitivos, emocionales, motivacionales y decisivos refleja la imagen y semejanza de su Creador.

La exhortación paulina en Romanos 12:1-2 es dirigida a las personas renacidas (regeneradas, reformadas) por la gracia de Dios y el poder del evangelio; señala la necesidad de la renovación del espíritu de la mente, considerada el medio mediante el cual la transformación del carácter y la conducta del ser renovado es efectuada: Romanos 12:1-2.

La mente del ser expresa una propiedad emergente del cerebro humano, siendo energizada en virtud de haber sido diseñada en el acto creativo de Dios como el medio procesador de información proveniente de los sentidos, por un lado, y tener plena consciencia de Dios su Creador, por el otro. 

Es importante considerar el rol que la mente juega en el proceso de redención y transformación del ser; la persona creada a la imagen y semejanza de Dios, habiendo caído en pecado, ha sido sujeta a la esclavitud del pecado, a la depravación carente de comunión y relación a Dios, ha mermado en sus facultades originales; de modo que al ser regenerado mediante la fe (creyendo en Jesucristo y Su obra redentora, aceptando Su Evangelio (las Buenas Nuevas de Salvación).y siendo justificado por fe, el ser “nacido de nuevo” entra en un proceso de transformación (santificación= separado, dedicado, purificado, consagrado a Dios); es definido como una nueva creación (2 Cor 5:17), supeditada al Espíritu de Dios (Rom 8:9), y experimenta una metamorfosis en su carácter esencial, reflejada en su conducta y sus relaciones renovadas.

La mente renacida, regenerada, y renovada, al ser energizada y empoderada por el Espíritu Santo, es el medio o vehículo causante de la metamorfosis del carácter y la conducta del ser. En su condición renovada, es capaz de expresar capacidades cognitivas realineadas en acuerdo a la voluntad de Dios; la atención, la percepción, el razonamiento, la lógica, la atribución de significado a la realidad, el juicio y las decisiones cobran nuevas perspectivas; el ser adopta un punto de vista superior, metacognitivo y trascendental; su motivación y propósito vital es descentrado de sí mismo y apunta al blanco supremo: vivir para la gloria de Dios. 

De modo que “mira” –considera, capta, atiendo a plena consciencia “las cosas de arriba”  (espirituales, trascendentales, significativas, tal cual las define Dios: Colosenses 3:1. Considera el propósito de Dios expresado en Romanos 8:28-30: el ser es llamado, justificado, transformado y, en la perspectiva escatológica, glorificado ante Dios, asegurado de un destino eterno satisfactorio.

En términos de la ciencia cognitiva, la mente es considerada una propiedad emergente del cerebro, un ente “incorporado” en el aspecto físico del ser. En la perspectiva cristiana, sin negar su incorporación natural, es el organismo viviente animado del Espíritu viviente legado por Dios. El cerebro es el medio fisiológico, bioquímico, neurobiológico y electromagnético que provee las estructuras y los procesos para que la conciencia, el pensamiento, la percepción, las emociones, y todas las demás facultades mentales tomen lugar. 

La mente es existencialmente expresiva de las intenciones, los pensamientos, las razones y demás procesos cognitivos, mediando los aspectos mentales y los orgánicos. Siendo incorporada en un ente físico, en su estado natural se desarrolla, crece, desarrolla facultades y puede ser moldeada por las circunstancias vigentes, sociales y ecosistémicas. La cultura, la socialización, las experiencias tempranas y luego las sucesivamente desafiantes, moldean sus estructuras y procesos, resultando en pensamientos, razones, percepciones, atribuciones, etc., que reflejan el impacto del entorno en el cual se desarrolla.  

Habiendo sido creada por Dios como una dimensión esencial del ser, expresa facultades de asesoramiento propio, autoconciencia, y de conocimiento de la realidad externa (otras personas, el cosmos.); como criatura. El ser debe efectuar una buena administración mental en el transcurso del tiempo en el cual su existencia terrenal es desplegada. 

La imagen de Dios (su semejanza) es reflejada en el despliegue de las virtudes o capacidades ontológicas con las cuales el ser humano ha sido dotado, tales como el intelecto, la razón, la sensibilidad y la voluntad”.

Además irradia facultades sensoriales, emocionales, motivacionales acopladas al juicio racional al ejecutar sus decisiones. En especial, manifiesta capacidades éticas y morales –originalmente dotadas– que denotan y reflejan atributos divinos expresivos de virtudes semejantes a las de Dios. 

El potencial humano representa la capacidad de ser y hacer la voluntad de Dios su Creador, activada cinéticamente en virtud de re-ligar al ser, de establecer y permanecer arraigado en Dios, el terreno de su existencia y la razón de su vivir. La comunión restablecida con Dios es el factor que da lugar a la actualización de las propiedades que emergen en virtud de estar conectados e investidos del poder de su Espíritu Santo, el generador de los frutos expresivos del carácter y la conducta deseada por Dios. 

La imagen divina también refleja aspectos relacionales; el ser humano ha sido creado para dialogar con Dios y con sus semejantes; además, el ser es potenciado para entablar diálogos internos consigo mismo (deliberaciones, conjeturas, preocupaciones, anticipaciones, recriminaciones, etc.) y ejercer su control ejecutivo para dirigirse a sí mismo con expresiones retóricas empoderadas (exhortaciones persuasivas, encomio hacia el efectuado de lo correcto, ánimo en proseguir hacia su meta de llegar a ser semejante a Jesucristo).

La mente del ser es dotada de cierta “trascendencia natural” temporal y espacial, expresada en su capacidad para narrar su historia (remontándonos al pasado a través de la memoria), y considerar su futuro (capacidad escatológica para anticipar el porvenir desde un estado presente). Además, puede “verse esquiando en Bariloche”  en su imaginación, tomando un café en su casa. La “trascendencia espiritual”, por otra parte, es expresada en su capacidad para el éxtasis  (la capacidad de descentrarse, «salirse de uno mismo» –de los límites o confines naturales de su corporeidad– y conectar con la fuente de su amor, para gozar de la comunión con Dios. 

Representa un mover cognitivo, afectivo, motivacional y decisivo que actúa como un vector proactivo centrado en la realidad espiritual, el cual sobrepuja al estado latente y estático del ser que, de otra manera, sería un ente potencial no cinéticamente actualizado, confinado a su corporeidad física, o expresivo de sus propiedades emergentes naturales. 

Esta trascendencia espiritual subyace a la confianza en Dios (la capacidad de permanecer asido, de perseverar y abordar los desafíos ambientales, circunstanciales que perturban al ser) y de gozar de la conexión íntima con la realidad metafísica, espiritual, percibiendo «las cosas de arriba» según las descripciones escriturales:

Cosas que ojo no vio ni oído oyó, que ni han surgido en el corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que lo aman. 1 Corintios 2:9.  
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Autor: Pablo Polischuk

Ph.D. en psicología del Fuller Seminary. Tiene más de 40 años ejerciendo como psicólogo, ministrando iglesias y de enseñanza académica integrando psicología y teología (más de 30 años en el seminario Gordon-Conwell, y a su vez dictando clases en Harvard University). Ha sido director general del área de psicología en el hospital de Massachusetts. Actualmente es rector y co-fundador de la Facultad de Teología Integral de Buenos Aires (FTIBA).

FTIBA
La Facultad Teológica Integral de Buenos Aires es una institución inter-denominacional que nace de la Red de Sembradores y tiene el propósito de formar ministros y líderes laicos con la mayor exigencia académica, teológica y bíblica. Actualmente, es la única institución académica en Argentina que provee una Maestría en Divinidad.