Los cristianos ponemos nuestra atención en recordar las referencias que tenemos en la Biblia acerca del nacimiento de Jesús. La anunciación a María del hijo que tendría y las profecías que en los tiempos previos fueron dadas por medio de los profetas.
Isaías en sus escritos plasmó muchos detalles de la persona de Jesús y su crucifixión. Todo el capítulo 53 detalla los aspectos y sucesos que acontecieron y el anuncio de su llegada también lo hallamos en su libro:
“Por eso, el Señor mismo les dará una señal: La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamará Emanuel” (Isaías 7:14).
Sí, Emanuel, que se traduce como ‘Dios con nosotros’, y es lo que Él hizo al enviar a su Hijo a nacer en nuestro medio para enseñarnos y mostrarnos la persona del Padre. El ángel anunció a María la voluntad de Dios de que había sido la elegida para traer al mundo a ese Hijo, nuestro Salvador. El evangelio de Lucas lo relata en su primer capítulo:
—No tengas miedo, María; Dios te ha concedido su favor —le dijo el ángel—. Quedarás encinta y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Él será un gran hombre, y lo llamarán Hijo del Altísimo. Dios el Señor le dará el trono de su padre David, y reinará sobre el pueblo de Jacob para siempre. Su reinado no tendrá fin.
— ¿Cómo podrá suceder esto —le preguntó María al ángel—, puesto que soy virgen? —El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Así que al santo niño que va a nacer lo llamarán Hijo de Dios. (Lucas 1:30-35)
No conocemos la fecha exacta del nacimiento del Señor, por alguna razón no está registrada de ese modo en las escrituras. Sin embargo está documentado el tiempo de su muerte y resurrección.
se puede entender que el propósito de su nacimiento fue y sigue siendo la misión sublime de traernos la salvación.
Él vino a redimirnos con su muerte y con su resurrección nos llevó a vida eterna. Este suceso poderoso que se conmemora en el festejo de la Pascua sí es una fiesta ordenada en las Escrituras y ubicada en el calendario sin dificultad.
Diferente sustancialmente al hecho de celebrar el nacimiento del Señor el 25 de diciembre. Esto tiene su origen en la tradición pagana de los romanos, quienes en el solsticio de invierno —entre los días 21 y 23 de diciembre, el día más corto y en consecuencia más oscuro del año en el hemisferio norte—, conmemoraban la fiesta del Natalis Solis Invicti, asociada al nacimiento de Apolo.
Si tenemos en cuenta el reemplazo de calendario juliano, con sus desfasajes, al gregoriano se explica este corrimiento en días. Coincidía además con las fiestas saturnales, cuando al finalizar las cosechas, los romanos se tomaban descanso, se visitaban y entregaban regalos ofreciendo al dios Saturno —dios de la agricultura y las cosechas— sus sacrificios en agradecimiento por la producción futura de sus sembradíos.
La connotación de estas fiestas, sumadas a la necesidad de convertir a los romanos paganos, se sugiere que es el motivo por el cual el papa Julio I, entre los años 337-352 en los que rigió a la Iglesia, eligió esta fecha para celebrar el nacimiento de Jesucristo.
Previamente a este suceso, el emperador romano Constantino I fue quien en el año 313 promulgó el edicto de Milán declarando que se permitiese a los cristianos seguir la fe de su elección.
Se asociaron para entonces a los valores cristianos, que ya abundaban en la sociedad, los principios que acompañaban estas celebraciones: la alegría, el nuevo nacimiento de la naturaleza, la nueva luz, la igualdad de clases debido a que los esclavos podían intercambiar lugares con sus amos, y uno era elegido rey durante el transcurso del festival, siendo también los ricos los que repartían regalos a los pobres.
Posteriormente, en el año 440, el papa León Magno estableció esta fecha para la conmemoración de la Natividad. Casi un siglo más tarde, en 529, el emperador Justiniano la declaró oficialmente festividad del Imperio romano.
En aquellos tiempos ya se reconocía el error al instaurar esta fecha, pero la usaban de todos modos como una forma de calmar las aguas bravías que ocasionaban las reyertas entre cristianos y paganos. Estos conocían, de su historia reciente, que en tiempos anteriores a Constantino apresaban y torturaban cristianos de las formas más crueles imaginables.
¿Podemos conocer la fecha en qué nació Jesucristo?
Existe un modo de acercarnos al tiempo probable del nacimiento de Jesús. En la misma Biblia se encuentra la pista para ubicar la fecha con bastante precisión. La clave está en la referencia “de la clase de Abdías”, orden sacerdotal a la que pertenecía Zacarías, lo cual se puede leer en Lucas 1:5 (RVR1960).
Este registro bíblico tan sencillo permite trazar en la Escritura el camino que lleva a deducir la fecha natal del Señor Jesucristo. Podemos acercarnos al tema para cerrarlo con contundente precisión, y llegaremos usando la Biblia y siguiendo este recorrido propuesto.
Se exponen tres consideraciones básicas de acuerdo a las Escrituras.
- Lo que no pudo suceder.
- Lo que sí pudo suceder.
- Lo que sucedió.
1. El Mesías no pudo haber nacido en invierno, el 25 de diciembre es el albor de esta estación en el hemisferio norte donde se encuentra Belén, el lugar del alumbramiento. Lucas 2:1-21 relata el suceso de los pastores que velaban durante la vigilia de la noche con sus rebaño, a ellos los ángeles les anunciaron el nacimiento:
“En esa misma región había unos pastores que pasaban la noche en el campo, turnándose para cuidar sus rebaños. Sucedió que un ángel del Señor se les apareció. La gloria del Señor los envolvió en su luz, y se llenaron de temor. Pero el ángel les dijo: ‘No tengan miedo. Miren que les traigo buenas noticias que serán motivo de mucha alegría para todo el pueblo. Hoy les ha nacido en la Ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor. Esto les servirá de señal: Encontrarán a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre’” (Lucas 2:8-12).
Por el contexto histórico se conoce que estos rebaños de Belén eran llevados al templo de Jerusalén para ser sacrificados, eran corderos perfectos y sin mancha, tipificando esta condición al cordero perfecto Jesucristo. Los pastores, judíos creyentes, sabían que prestaban un servicio a Dios con este cuidado, no podrían haber estado en la noche invernal cuidando a las ovejas fuera de sus corrales.
2. La Escritura nos da precisa información de que Juan el Bautista, primo del Señor, era seis meses mayor que Jesús. Si conocemos el tiempo del embarazo de Elisabet, su madre, esposa del sacerdote Zacarías, podremos acercarnos a la fecha:
“En tiempos de Herodes, rey de Judea, hubo un sacerdote llamado Zacarías, miembro del grupo de Abías” (Lucas 1:5).
Este grupo se había instituido en los tiempos del rey David, quien estableció veinticuatro órdenes sacerdotales para ministrar en el templo. El grupo u orden a la cual pertenecía Zacarías, la de Abdías, había caído en la octava suerte, por lo cual le correspondía servir en el mes cuarto del año lunar del calendario hebreo.
Es previsible decir que en cuanto terminó su servicio, regresado a su casa, fue cuando su esposa quedó embarazada. Esto debió ocurrir a mediados del mes de Tammus, que corresponde a junio-julio.
“Cuando terminaron los días de su servicio, regresó a su casa. 24 Poco después, su esposa Elisabet quedó encinta y se mantuvo recluida por cinco meses. 25 ‘Esto —decía ella— es obra del Señor, que ahora ha mostrado su bondad al quitarme la vergüenza que yo tenía ante los demás’” (Lucas 1:23-25).
Nueve meses después, a mediados del mes de Nisán, del siguiente año, coincidiendo con la Pascua hebrea nacería Juan, apodado el Bautista, quien abriría el camino al Señor. Seis meses después nacería Jesús.
Continúa la escritura diciendo:
“A los seis meses, Dios envió al ángel Gabriel a Nazaret, pueblo de Galilea, a visitar a una joven virgen comprometida para casarse con un hombre que se llamaba José, descendiente de David. La virgen se llamaba María. El ángel se acercó a ella y le dijo:
—¡Te saludo, tú que has recibido el favor de Dios! El Señor está contigo”. (Lucas 1:26-28).
El evangelio de Lucas da muchas referencias sobre la anunciación del ángel a Zacarías y a María, además de lo manifestado específicamente por el ángel a María respecto de su parienta, por lo cual se sabe la diferencia en meses entre ambos embarazos:
“El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Así que al santo niño que va a nacer lo llamarán Hijo de Dios. También tu parienta Elisabet va a tener un hijo en su vejez; de hecho, la que decían que era estéril ya está en el sexto mes de embarazo. Porque para Dios no hay nada imposible” (Lucas 1:35-37).
Era entonces el mes de Tevet, el décimo del año lunar hebreo, coincidente con diciembre-enero, lo que permite deducir que Jesús nacería nueve meses después, en el mes de Tishrei, séptimo mes, septiembre-octubre de nuestro calendario.
3. Para Dios, según su mandato, el año comienza el 1 del mes de Abib (Nizán) y se corresponde con nuestros meses de marzo-abril: “Este mes será para ustedes el más importante, pues será el primer mes del año” (Éxodo 12:2).
El pueblo de Israel tiene varias celebraciones en el año, todas ellas símbolos del plan de Dios para la humanidad.
La fiesta de los Tabernáculos o Enramadas, que representa el reinado de Cristo en la Tierra se celebra en el mes séptimo, de Tishrei, es la última en el calendario de las solemnidades del año y, en el orden profético, representa los acontecimientos que se sucederán inmediatamente después del Advenimiento:
“Habla a los hijos de Israel y diles: A los quince días de este mes séptimo será la fiesta solemne de los tabernáculos a Jehová por siete días” (Levítico 23: 34, RVR1960).
Es de vital interés señalar que el evangelio de Juan se refiere al Señor como el verbo de Dios que vino y habitó, literalmente ‘tabernaculizó’, entre nosotros.
También en los sucesos de la transfiguración de Jesús, relatado en los evangelios, Pedro le propone al Señor, hacer tres “enramadas” y habitar allí juntos con Moisés y Elías, quienes se habían presentado en esa situación tan transcendente ocurrida en el Monte Tabor o Monte de la Transfiguración al cual habían subido a orar.
“Y sucedió que apartándose ellos de él, Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, una para Moisés, y una para Elías; no sabiendo lo que decía” (Lucas 9:33, RVR1960).
Definitivamente el tabernáculo representaba, desde la liberación de los hebreos de la esclavitud en Egipto, el lugar de habitación donde moraba Dios con ellos. Coincidiendo con estas consideraciones tenemos que esta solemnidad se festeja el 15 de septiembre, la fecha en que muy probablemente haya nacido nuestro Salvador.