La tenista guatemalteca de 20 años comenzó jugando al fútbol pero tuvo un encuentro que terminó derivando en su dedicación con la raqueta, a través de la cual Cristo fue exaltado en su vida y en su intimidad con Él.
Fue Participante de los Grand Slams Wimbledon, US Open Junior y los Juegos Olímpicos de la Juventud 2018, llegó a ser 34° en el ranking mundial, siendo la mejor marca de Guatemala.
Rivera se dedica al deporte desde los 13 años. Su inicio se dio de una forma particular. Al principio su sueño era ser futbolista, “Mi hermano mayor jugaba fútbol, y desde muy pequeña yo lo seguía a todos los deportes, siempre he querido ser como él y cuando tenía 12 años comenzó con clases particulares de tenis en un club de Guatemala.
«No le gustaba que yo me meta en sus clases, así que mientras él estaba entrenando, yo jugaba contra una pared. Me enseñaron a cómo agarrar una raqueta, las dos horas que él estaba en sus clases, yo estaba practicando contra la pared, me entretenía mucho y no sé cuántos meses estuve así”.
Además agregó: “Un día mientras seguía en el muro, una persona me empezó a observar, luego llegaron mis papás y me presentaron al señor que me estaba mirando, era Rubén Puerta padre de Mariano Puerta, un gran tenista argentino, quería hablar conmigo, nos pusimos a charlar y me dijo: “Tú podrías ser buena en tenis y te quiero becar en la Federación», yo en ese momento estaba muy enamorada del fútbol, así que lo rechacé.
«Él insistió varias veces, me dijo que al menos vaya una vez a la semana, después comencé a ir más seguido hasta cinco veces a la semana, me costó mucho entregar los viernes, era un día donde me juntaba con mis amigas.”
Comenzó con el tenis a tiempo completo, pero hubo un punto de quiebre en su rápido inicio en el deporte que trajo sus frutos, “Llegó el punto en el que me dijo ‘Si tu quieres ser mejor, tienes que salir del colegio para poder entrenar más’ me fui de la escuela, entrenaba 8 horas diarias. Así empecé, poco a poco comencé a lograr cosas, fui subiendo y en juvenil llegué a tener el ranking 34, que en Guatemala ha sido el mejor y logré ir a Grand Slams, Juegos olímpicos de la juventud y para ese momento yo aún no conocía a Dios.”
Su relación con Jesús tuvo su inicio luego de todo lo vivido, “Nosotros crecimos siendo católicos, pero a partir de 2018 donde fue un gran año pero tuve una lesión, me rasgué los tendones y me operaron mi muñeca derecha, en ese momento recuerdo que una amiga me invitó a un campamento de la iglesia, a mi no me interesaba mucho, mis papás ya eran evangélicos pero no me gustaba.
Pero en ese momento no tuve ninguna excusa para no aceptar la invitación, estaba lesionada, no tenía qué hacer, no estaba entrenando, estábamos en vacaciones así que acepté ir al campamento.”
“Ahí comencé a conocer a Dios, lo que Él era, luego fui a otra actividad de la iglesia y fue donde lo conocí completamente, mi vida empezó a cambiar, tenía otro sentido. Vivía solo para el tenis y me di cuenta que no era solo eso».
«Si me quitan el tenis, no pasa nada, mi vida sigue, soy hija de Dios antes de ser tenista. En el momento de mi lesión pensé que lo había perdido todo pero conocí a Dios, encontré algo más, algo que no conocía y mi relación con Dios comenzó a crecer, avancé con mi recuperación en un proceso largo y complicado, pero gracias a la lesión encontré a Dios.” añadió Gabriela.
Claro que el paso de un deporte a otro para mucho puede significar un cambio repentino pero para Rivera no fue tan así, “En el momento que me habían ofrecido practicar tenis y dejar de lado el fútbol, en mi cabeza pensaba que podía hacer ambos deportes, pero a mis papás les convencía que me pasara al tenis por considerarlo un deporte más «femenino», porque yo jugaba al fútbol con hombres y quizá eso le asustaba a ellos.”
Además agregó, “En ese momento, me dí cuenta que era el tenis, no solo porque me permitía soñar, sino que también me está dando sueños que en el fútbol no tenía, estaba soñando muy en grande, por eso el tenis comenzó a cambiar tantas cosas que en mi, poco a poco me empezó a gustar lo que estaba produciendo, me estaba haciendo encontrar todos los días una nueva versión de mi. Una buena virtud en mí es la obediencia. y creo que eso empezó a cerrar un amor a la competencia muy grande”.
Cuando le tocó competir en los grandes torneos a nivel mundial, a pesar de no haber obtenido resultados positivos, se llevó un gran sueño cumplido. “En todas entré al cuadro principal pero perdí en primera ronda. Me ganaron los nervios. Cuando llegué a esos escenarios solo no podía creer que estaba en ese lugar. Literalmente estaba soñando y no pude lograr separar el hecho en que estaba cumpliendo un sueño”.
“El primer encuentro que tuve con Cristo fue cuando estaba regresando de una de las actividades de la iglesia, recuerdo que escuche a alguien decir que si tu entras a tu cuarto, cierras la puerta y te ponías a orar, ahí iba a estar Jesús y que uno le podía entregar todo y yo lo hice para ver si podía funcionar.
«Puse una adoración y empecé a hablar con él, recuerdo que no sabía cómo orar, porque era mi primera vez a solas con Cristo. Al principio cuando estás recién conociéndolo crees que le estás hablando a la nada, pero entendí que aunque le esté hablando al techo de mi cuarto, realmente le estaba hablando al cielo, que sí había alguien que me estaba escuchando y cuidaba de mí».
«Recuerdo que fui llena en mi cuarto y pude descargarme, recuperar mis ánimos. Fue un encuentro que me gusto tanto porque no había nadie que me guiara, sino que obedecí y fue un encuentro con Jesús teniendo intimidad con Él”.
Además agregó, “Mi día a día con Él es muy bonito, vivo en una familia que todos creemos en Dios así que no hay un día donde no demos gracias por lo que tenemos, en donde no oremos por alguien. Ahora mismo soy líder de mi iglesia llamada Casa de Dios, me ayuda a tener una relación con Cristo todo el tiempo, a buscarlo y querer estar cada vez más cerca de Él.
Intento que las personas que no creen en Dios puedan verme a mí y yo pueda reflejar su amor.”
Gabriela Rivera
La intimidad con Cristo se volvió obligatoria en el día a día de Rivera, “Creo que ya mi relación con Dios es una necesidad. No le veo sentido a un día en el que entrene 7 horas pero se me olvide orar. Soy consciente que no puedo orar 7 horas pero también sé que lo primero y lo último que tengo que hacer en cada día es orar. No hay entrenamiento o cansancio más importante que esos momentos.”
“Creo que puedo decir que Cristo me guía con su Paz, no es fácil a veces irme a torneos y que las cosas no salgan como quisiera. Y en esos momentos creo que tengo la ventaja que creo en Su plan y en su proceso. No se cuando voy a volver a lograr ir a los Grand Slams ya en profesional pero estoy segura que si trabajo y confío lo voy a lograr. Tengo esa paz que Dios no falla. Después de la lesión, regresar ha sido mi proceso más fuerte de resiliencia.
«Me di cuenta que si realmente no fuera por Dios no hubiera tenido las fuerzas para aguantar el dolor que pasé en mi recuperación”
Gabriela Rivera
Uno de sus mayores sueños, no apunta a las cosas materiales, “La verdad que mi meta más grande es todos los días buscarlo a Él y encontrar algo mejor en mi. Creo que soy un milagro en proceso. Y quiero disfrutarlo. Si hoy me toca estar lesionada disfrutarlo y si en unos meses o años me toca levantar un trofeo, ir a unos Juegos Olímpicos o ganar un Grand Slam, disfrutarlo. Disfrutar lo que venga y agradecer porque sé que lo que venga será por gracia”.
Finalmente Gabriela reflexiona sobre su proceso con Cristo y dejó unas palabras para aquellas personas que quisieran practicar tenis pero no saben cómo mantener la comunión con el Creador, “Que no practique tenis pensando en que de eso va a depender su relación con Jesús».
«En el deporte se gana y se pierde muy seguido y mi amor por Él no puede cambiar por la circunstancia en la que esté. Mi consejo sería que siempre hay que amar a Jesús, y como extra, amar el deporte. Pero nunca amaré más el deporte que a Jesús”.