¿Quién tiene más peso en tu vida, tus metas o tus excusas? Las excusas son obstáculos autoimpuestos que nos impiden alcanzar nuestros sueños. Lo sabemos, pero así y todo, por algún motivo las invitamos a pasar y a ponerse cómodas en el sillón de nuestros pensamientos.
El problema es que una vez que se alojan allí nos da pereza expulsarlas, incluso cuando observamos que aumentan nuestro desánimo y frustración. Pero querida amiga, ¡Ya es tiempo de enviarles la orden de desalojo! ¿Cómo podemos hacerlo? Me gusta jugar con las palabras por eso te propongo que acorde al título de esta nota pienses en primer lugar acerca de: ¿Qué excusas usas?
“Identificar tus ‘excusas frecuentes‘ es el primer paso para lograr desactivarlas”.
En segundo lugar, nos ayudará comprender que necesitamos ser intencionales en detectarlas y neutralizarlas, ya que no son fáciles de erradicar, ¡se camuflan! Se van mimetizando en nuestros pensamientos, emociones y acciones, y como vienen en diferentes versiones, formatos, tamaños y colores, es preciso estar alertas para detectarlas.
Déjame contarte otro dato curioso, generalmente se presentan “en packs” junto con hábitos que las fomentan. Así, la excusa del “no tengo tiempo” levanta su débil argumento mientras se desdibuja girando confusa detrás el hábito de la procrastinación. O la excusa del “no puedo” se asoma risueña detrás del hábito de la autoconmiseración. Del mismo modo, la indecisión en forma de hábito cotidiano, se alimenta de la excusa llamada “todavía no es el momento” ¡y la lista sigue!
Algunas preguntas que nos ayudarán a visibilizarlas para luego trabajar en desterrarlas:
¿Cómo te ves a vos misma frente a las excusas? ¿Logras identificar las más habituales? ¿De qué te das cuenta al hacerlo? ¿Para qué sirven? Usarlas ¿te abre o te cierra posibilidades? Pensá en algún asunto en el que estás poniendo excusas:¿Qué pasaría si lo superas? ¿Cómo te vas a sentir cuando lo logres?
Lo cierto es que cuando no identificamos nuestras “excusas frecuentes”, las terminamos naturalizando y justificando de tal manera que se perpetúan en pensamientos y conductas que nos frenan y así se convierten en las encargadas de alimentar ¿o dejar famélicos? a los hábitos que sustentan nuestro carácter.
Sin embargo ¡y acá viene lo mejor! Cuando una mujer elige ser intencional, ningún obstáculo es una excusa y ninguna excusa es un obstáculo.
Quiero graficarte lo anterior, con una de mis historias bíblicas favoritas que trata acerca de una mujer quien a pesar de vivir una situación extrema y tener muchísimos obstáculos concretos como para justificarse en las distintas áreas de su vida, superó todas las excusas posibles y no permitió que nada se interpusiera en sus metas.
Me encanta esta historia que se relata en el Evangelio de Lucas y aunque no se conoce su nombre, sí se revela su condición: “la mujer encorvada”. Con solo leer este adjetivo, podemos hacernos rápidamente una idea de sus imposibilidades.
“Un sábado Jesús estaba enseñando en una de las sinagogas, y estaba allí una mujer que por causa de un demonio llevaba dieciocho años enferma. Andaba encorvada y de ningún modo podía enderezarse. Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: —Mujer, quedas libre de tu enfermedad. Al mismo tiempo, puso las manos sobre ella, y al instante la mujer se enderezó y empezó a alabar a Dios”. Lucas 13.10-17
¿Te imaginas? Se encontraba absolutamente encorvada, casi postrada, había soportando esa posición incómoda y limitante por 18 largos años. Sin dudas se sentía abatida por el dolor físico y también por el dolor emocional y espiritual que acompañaban su condición.
“Sin embargo ¡así como estaba! se hizo presente en la sinagoga. Llena de límites pero sin excusas que la frenaran. Cuántas veces nos pasa al revés ¿no? ¡Vivimos llenas de excusas que nos terminan poniendo límites!”
No sé qué pensás vos, pero yo creo que muchas de nosotras en su lugar, no hubiéramos optado por estar ese día en la reunión. Y las excusas hubieran ganado una vez más en la batalla cotidiana para mantenernos atrapadas en la mediocridad. ¿Qué hubiera pasado si en lugar de estar allí ese sábado, le hubieran pesado más las excusas que la determinación de congregarse? (Uff! se me ocurren un montón de reflexiones al respecto, pero mejor las dejo para otra ocasión)
Cuántas oportunidades nos perdemos cuando las excusas se tornan recursos habituales que nos impiden cambiar, mejorar, avanzar, desafiarnos y crecer. Cuántos llamados, propósitos, promesas, y palabras de Dios quedan relegados, cajoneados por excusas abrumadoras, que les ponen cerrojos y candados a los sueños. Pero como dice Isaías:
“¡El Señor es especialista en romper cerrojos y abrir puertas!” Isaías 45.2
Superar las excusas condujo a esta mujer por el camino de su milagro. Cuando tal vez creía que la vida siempre sería igual, cuando quizás ya no albergaba esperanzas de sanidad, un encuentro con Jesús cambió su historia. Para alentarte e inspirarte a que hoy mismo te determines a desalojar las excusas que te impiden avanzar, te comparto un párrafo de mi libro “Mujeres Completas, no perfectas”, en el cual, la historia de la mujer encorvada es un hilo conductor de los temas:
“Su limitación, no fue un obstáculo para ser una mujer completa. Esa limitación no fue una excusa. No hay nada que pueda detenerte si estás dispuesta y disponible para cumplir tu propósto, para alcanzar tus sueños, para vivir como una mujer completa en la etapa de la vida en que te encuentres. No hay circunstancia, no hay obstáculo físico ni mental, no hay enfermedad, no hay limitación, no hay pecado, no hay persona , que pueda impedir la obra de completamiento que el Espíritu Santo de Dios quiere llevar adelante en tu vida. Lo único que va a ser un impedimento es tu actitud” .