“¿Qué tienen que ver las palabras con el cristianismo?” así es como Justin Taylor inicia la introducción. Pareciera una pregunta filosófica demasiado extensa como para empezar, sin embargo no tarda mucho en responderse a sí mismo: “Casi todo”. De esto nos da bastante indicio La Biblia, que por alguna razón pone énfasis –más de una, dos o tres veces– en lo trascendental que es el uso de las palabras. Sin embargo, para nuestra propia desgracia, la ignorancia sobre este principio no solo reside en el mundo. La Iglesia está en las mismas.

“En cada etapa de la historia redentora –desde tiempo antes del tiempo, a la creación de Dios, a la caída del hombre, a la redención de Cristo y a la consumación que viene- Dios está presente y no está callado. Las palabras de Dios crean, confrontan, condenan, corrigen y confortan de manera decisiva. Por sus palabras, Él interpreta e instruye”.

Seis de los más reconocidos autores se unen en esta ocasión para llevarnos, sin posibilidad de escapes, hacia la misma guerra. La guerra de las palabras. Dios no exagera en esto, aunque nos gustaría vivir en la comodidad de que lo que decimos en realidad no importa tanto. Que actuamos bajo impulsos, provocaciones externas imposibles de ignorar todos los días, y que, en realidad, nadie debería tomarse tan a pecho lo que otro pueda llegar a decir. Pero las cosas no funcionan así en el Reino de Dios. Las cosas tampoco funcionan así en el mundo creado por Dios. Fuimos hechos de la nada con el poder de las palabras. Y si Dios nos hizo a semejanza de sí mismo, ¿Cómo atrevernos a desestimar este aspecto?

“Creemos que las palabras no son tan importantes porque pensamos en ellas como meros instrumentos utilitarios que hacen que nuestra vida sea más fácil y más eficiente, cuando en realidad son un regalo poderoso dado por un Dios que se comunica para lograr su propósito divino”.

El primer capítulo pertenece a David Tripp (“Guerra de las palabras”, 2017; “Asombro”, 2019; “Nuevas misericordias cada mañana”, 2015) y en él argumenta bíblicamente el hecho de que nunca nadie ha dicho una palabra neutra en su vida. Las palabras dan vida, o transmiten muerte. No hay punto medio. Pero como es una manera difícil de vivir, entonces la dejamos de lado. Estamos seguros de que el corazón es lo más importante, sin embargo no nos animamos a creer que vivimos literalmente de lo que hay en él. Jesús enseña esto. Una “consistencia orgánica” entre lo que hay en el corazón y lo que sale de nuestras bocas. Y no podemos huir de ello.

“Darse cuenta de la profundidad de su pecado, la contaminación de su corazón, y su necesidad de la gracia salvadora están todas evidenciadas en su empleo de la lengua […] La obra de la Palabra inaugura la vida cristiana, pero también sustenta su progreso”.

En el segundo capítulo, Sinclair B. Ferguson expone un estudio de Santiago 3:1-12, y a partir de éste llega a la premisa bíblicamente irrefutable de que el empleo y uso que hagamos de nuestra lengua está atado a la posición espiritual en la que nos encontremos. Santiago habla de cómo esos poderes destructivos de una lengua no sujeta a la voluntad de Dios pueden ser liberados dentro una misma comunidad de creyentes. No somos ajenos a esto simplemente por no decir groserías. ¿En qué situación espiritual nos encontraremos si prestáramos atención a todo lo dicho estos últimos días?

“Porque la palabra de Dios tiene vida y poder. Es más cortante que cualquier espada de dos filos, y penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta lo más íntimo de la persona; y somete a juicio los pensamientos y las intenciones del corazón”. –Hebreos 4:12 DHH

A lo largo del libro encontraremos distintas perspectivas y formas que llegarán siempre a la misma conclusión: las palabras tienen poder, incluso aunque no queramos someter nuestras vidas a este principio. Pero lejos de ser una carga para hundirnos sin remedio, Dios también nos ayuda a no ser esclavos de nuestros dichos. Su Gracia alcanzará para cada día. Su fruto nos dará la conquista y el dominio. Sea con elocuencia o ferviente celo por la verdad. Hablando en voz alta o guardando silencio. La disciplina no es algo que pueda darse de un día para otro. Dios es paciente con nosotros. Como un jinete y su caballo: dejemos que tome las riendas quien sepa cuál es el mejor sendero para trotar.

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TÍTULO: El poder de las palabras y la maravilla de Dios

AUTOR: Justin Taylor, Paul David Tripp, Sinclair B. Ferguson, John Pipper, Mark Driscoll, Daniel Taylor y Bob Kauflin.

PÁGINAS: 238

AÑO: 2012