Todos los días vemos un choque permanente de posturas frente a muchos temas; hay una tendencia a fracturar la sociedad y a promover el ataque de unos contra otros. En medio de este caos surge la pregunta, ¿cuál es la verdad frente a todo esto que vivimos a diario?
Las personas levantan sus opiniones y el debate es lo que más vende, pero en el momento más oscuro, muy en lo profundo, todos necesitan conocer la verdad, una certeza que les permita vivir en libertad, un marco de referencia que les ayude a construir su vida, por eso, antes de emprender cualquier debate y batalla cultural con otros, tenemos que poder definir nuestra cultura.
La cultura de este mundo de hoy es diversa, confusa y líquida, depende de las emociones del momento y va dejando cada vez más lugar a la maldad y al egoísmo.
Ahora bien, ¿qué es cultura?
Es lo que un pueblo manifiesta, cómo un pueblo actúa de acuerdo a lo que cree. Es lo que un pueblo hace, sus formas de expresarse. Los seres humanos viven en grupos más o menos organizados: las sociedades humanas; sus miembros comparten formas de comportamiento que, tomadas en conjunto, constituyen su cultura.
Edward Tylor define la cultura como «conocimiento, ciencia, arte, moral, leyes, costumbres y todas las aptitudes y hábitos adquiridos por el hombre en cuanto miembro de una sociedad».
Pueblo, entonces, es un grupo de personas cuyo número es indeterminado, que comparten un territorio, que poseen un mismo gobierno, es decir, responden a la misma autoridad, cumplen y se deben ajustar a las mismas leyes y normas, están asociados afectivamente a través del ambiente, a través de emblemas, a través de propósitos que trascienden las propias individualidades. Es un grupo de personas que se trazan metas de crecimiento, tienen un desarrollo interno y una dinámica permanente despidiendo y recibiendo a los que van llegando. Nos suena, ¿verdad?
Podemos encontrar todas esas características en el Reino de los cielos. Todas esas características nos definen como pueblo de Dios. “Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”, 1 Pedro 2:9.
Dios nos establece como Su Pueblo y esto nos confiere características particulares y precisas, con un propósito: para que anunciemos a Cristo, Aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable, que trae luz con su entendimiento, que alumbra y pone en evidencia las astutas artimañas de Satanás.
Cuando estábamos en tinieblas, con los genes propios de esa naturaleza, estábamos inclinados a hacer las obras de las tinieblas manifestadas en el mundo.
Desde la perspectiva hebrea oscuridad no es sinónimo de noche, de hecho, la palabra “noche” en hebreo es laila, y “oscuridad” es joshek.
Lo que se ve en Génesis es ese mover de las tinieblas: “En el principio… y la tierra estaba vacía y desordenada”. ¿Por qué? Porque las tinieblas del abismo se movían sobre ella. De manera que Joshek es una oscuridad densa de muerte, de maldición ligada a lo espiritual, demoníaca y satánica. Atentos porque que joshek es ignorancia de la verdad.
Es decir, que somos pueblo para anunciar las verdades de nuestro Dios, por eso tenemos el mandato de no acceder a habitar en la ignorancia, no podemos permitirnos desconocer lo que proviene de Su Espíritu, no podemos como pueblo enredarnos en los sistemas del mundo e ignorar las consecuencias.
En Génesis 3 dijo Dios: sea la luz, or, que es diferente a la palabra ion, día. Or es la luz primaria, que trae vida a todo lo que toca. Y cuando dice “sea la luz”, no lo habla como creación, sino como manifestación, muéstrese la luz. Es la misma luz de Cristo. Dios nos ubica como un pueblo para ser luz, para pronunciar la luz de Cristo, por eso declaramos que nos llamó de las tinieblas joshek a su or, a Jesús.
Él dijo “Yo soy la Luz, el que a mí viene, no anduviera en joshek, en tinieblas, no bajo la oscuridad, sino que ahora habitará en mi luz de vida”.
Volviendo al pasaje de 1 Pedro, leemos que somos “linaje” escogido. En griego es gennao, que es de donde proviene “genes”. Nuestro gen espiritual viene de Dios, no del mundo, por eso es necesario un nuevo nacimiento, para llevar los genes de Dios, los genes del Padre, porque ahora somos sus hijos. Dios puso su ADN en nosotros. Tenemos el gen de la manifestación del Reino, el mismo que le permitió a Jesús resucitar de los muertos, y el de Su Espíritu.
Hemos sido escogidos, es decir, separados, selectos. Somos un pueblo donde Él hace habitar Su Gloria, Su Gracia, Su Espíritu. Somos llamados a ser un sacerdocio real.
La caída de Israel comenzó con sus sacerdotes, que estaban para ejercer paternidad, pero se prostituyeron e hicieron caer al pueblo, que se desenfrenó en pecados por el actuar indebido de los sacerdotes. El reino de sacerdotes piensa en servir, pero estos pasaron a ser un reino de reyes.
Pablo declara que nosotros somos templo de Dios, donde Cristo es el sumo sacerdote y nosotros somos responsables de la administración de ese templo y esa casa, como sacerdotes del Dios Altísimo, para, de nuevo, dar a conocer las virtudes de Aquel que nos llamó a su luz admirable.
El diseño es que en nuestras casas eduquemos y forjemos sacerdotes reales, apartados para Él, para ser Su Pueblo y anunciar a Cristo.
Hay un clamor de la Iglesia para purificarse, para enfocarse en estar limpia y sin mancha para el regreso de su Amado. Necesitamos renovar y definir nuestras acciones que se expresan desde una cultura, tener en claro quienes somos para luego ejecutar acciones claras como Cuerpo de Cristo. Necesitamos hablar claro acerca de lo que Dios dice en un mundo donde reina la confusión.
Debemos adquirir un lenguaje lleno de amor y bondad, que traiga vida a los que están muriendo, ponernos como marcas para las personas que viven en desorientación.
Todo esto lo adquirimos cuando nos levantamos como un pueblo que reconoce y promueve su cultura, como un Reino de justicia, paz y gozo.
Te invito, te animo a tener un tiempo de redefinir tu vida de acuerdo al Reino de los cielos, si es que has decidido seguir a Cristo, volver al Padre, si estás listo para reconciliarte con lo que Él ha dicho de tu vida.
Volvamos a la cultura de Cristo.