En esta nota quisiéramos reflexionar acerca de la importancia de mantener vínculos seguros y de preservar a nuestros hijos de las discusiones que podemos tener como pareja. Vale aclarar que la familia comprende a un grupo integrado por personas unidas por relaciones filiales, es decir, padres, hijos y hermanos o por vínculos de pareja. Este sistema es comprendido como una totalidad abierta, en la que todos están sumamente relacionados.
Debido a esta estrecha e íntima relación, la conducta de cualquiera de ellos puede afectar a la dinámica de la familia. Como es natural, las disputas y conflictos familiares forman parte de estas dinámicas. Y siempre, en todo vínculo o pareja, se producen desacuerdos, siendo esto parte del convivir y de enfrentar los desafíos que cualquier familia tiene por delante.
Los conflictos o disputas constituyen un elemento inseparable del hecho de vivir en sociedad, dado esta está compuesta por muchos y diferentes individuos con diversas opiniones y formas de pensar.
Teniendo en cuenta que los conflictos entre los miembros de una familia son imposibles de evitar, tendremos que prestar más atención a su intensidad, duración y generar los recursos adecuados para que las discusiones entre la pareja de padres afecten lo menos posible a sus hijos.
¿Como hacer para que las discusiones con mi pareja no afecten a mis hijos? ¿Se puede amortiguar este impacto?
Gran pregunta que realizan los padres cuando llegan a orientación en nuestros consultorios de @cti.psicologia. Es importante destacar que las discusiones de pareja pueden tener un efecto nocivo sobre los niños según el tono en que se desenvuelvan. Las discusiones entre padres pueden considerarse normales, pero la manera en la que se manejan puede afectar drásticamente la salud de los hijos.
Por lo general, las discusiones cordiales entre padres tienen muy poco o ningún efecto sobre los niños, pero estudios científicos han concluido que esto cambia cuando las peleas son más agresivas, hay gritos o incluso los progenitores se retiran la palabra.
Es necesario que tengamos en cuenta que las discusiones intensas no son el único elemento que puede afectar a los niños. Cuando la relación entre los adultos se enfría o se retiran la palabra, los más pequeños pueden sufrir problemas emocionales y de comportamiento. El silencio o la indiferencia entre ambos padres es completamente perjudicial para todo lo que respecta a los recursos emocionales que nuestros hijos deben desarrollar.
¿Qué hacer para evitar que nuestros hijos sufran las consecuencias de nuestras discusiones?
Te acercamos algunas herramientas prácticas para que tengas en cuenta y puedas, así, disminuir el impacto en ellos.
Por un lado, es fundamental que puedan conocerse y poder anticiparse en temas que les generan conflicto. Para entonces, elegir un ámbito en el que al discutir no estén los niños presentes.
Por otro lado, el controlar nuestras emociones a la hora de enfrentar una discusión es muy importante porque esto te llevará a decir lo que deseabas y no utilizar palabras o maneras de las cuales después puedas arrepentirte. El correcto gobierno de las emociones nos determina, nos enseña que podemos ser adultos capaces y responsables de nosotros mismos y, también, nos hace pensar y ser empáticos con la otra persona.
Por último, y a mi criterio, lo más importante a desarrollar, es el mostrarnos vulnerables como padres. Mostrarles que nos equivocamos, que podemos pedir perdón y que somos adultos que trasmitimos seguridad y un escenario en donde ellos crezcan sanos y estables en sus emociones.
¡Nos vemos la próxima!