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Un hasta luego a Rubén Proietti

Para muchos fue el presidente de ACIERA; para otros, un impulsor de la unidad en la iglesia, también fue un pastor apasionado por Jesús, pero sobre todo fue un hombre íntegro con un corazón paternal que reflejó en cada conversación y en cada acción el carácter de Cristo con el prójimo. En la mañana de este día lluvioso y frío se graduó en la presencia del Señor.

Desde la edad de 12 años, Rubén entregó su vida a Cristo, pero cinco años más tarde, siendo un adolescente, comenzó a servirle al Señor ininterrumpidamente, lo que lo llevó a una amplia trayectoria ministerial, pero sobre todo a la construcción de un legado que, sin lugar a dudas, quedará para nuestras próximas generaciones.

En una entrevista telefónica que el medio le realizó por el deceso de Palau y por otros temas referidos a la pandemia, recuerdo que citó con convicción al apóstol Pablo, “para mí vivir es Cristo y el morir ganancia”. Expresando que solo estamos de tránsito en esta vida y que vale la pena gastar cada segundo que tengamos en esta tierra para nuestro Señor Jesús. Ésa era una característica de Rubén, siempre estaba predicando e inspirando a todo aquél que se cruzara con él.

“Qué mayor satisfacción podemos tener que al final de la carrera el mismo Señor Todopoderoso nos diga: Bien, buen siervo y fiel, entra en el gozo de tu Señor”.

Rubén Proietti, presidente de ACIERA.

Proietti tenía un objetivo por el que trabajaba incansablemente día y noche, y era lograr la unidad en la iglesia. Dicho de su propia boca, en una entrevista, expresó “tengo un sueño para el cual trabajo y sé que es conforme a la voluntad de Dios, que todo el Cuerpo de Cristo, su Iglesia, manifieste el mismo sentir a través de la unidad, para que todos vengan al conocimiento de nuestro Salvador”.

Por eso, será recordado, por su pasión para que todos lleguen al conocimiento de Jesucristo y el mundo crea, por medio de su Iglesia. Los más cercanos, que tuvieron la dicha de conocerlo íntimamente, podrán dar fe de su calidad como persona y como hijo de Dios. Siempre tenía en su boca una palabra pronta de ánimo y fe. Un hombre que determinó obedecer y ser fiel a su Señor. Rubén meses atrás dijo “qué mayor satisfacción podemos tener que al final de la carrera el mismo Señor Todopoderoso nos diga: Bien, buen siervo y fiel, entra en el gozo de tu Señor”.

Hoy sabemos que disfruta de estar cara a cara con su Salvador, y que esto no es una despedida sino un hasta luego para todos aquellos que permanecemos en Cristo. Aunque siempre la separación física será dolorosa, guardamos la incorruptible esperanza de volvernos a encontrar en Su Presencia.

Redacción
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