Vivimos en una cultura digital exacerbada por la situación de encierro en medio de una pandemia mundial, en la que se instaló la idea de que “lo que no se muestra en redes sociales no existe”.

Por eso vivimos influenciadas por “lo que vale (o no) la pena publicar”, “cómo quedaría esto en determinada plataforma”, “si esto lo publicaría la persona a la que sigo (o no)” y, a veces, vivir determinadas experiencias con el fin de generar contenido “publicable”. 

Hay tres cosas esenciales de este mundo virtual que, al entenderlas, nos ayudarán a enfocarnos en lo correcto y saludable, y a decidir desechar pensamientos no edificantes que interfieren con el aspecto más genuino de nuestra vida: vivirla. Los tres puntos a continuación se pueden resumir en un solo concepto: 

“Saber quién eres, abrazarlo, aceptarlo y construir sobre eso te ayudará a enfocarte en lo verdaderamente importante y a no perder tiempo en señalar o anhelar la vida que otros muestran”.

En redes mostramos lo que queremos

Nos volvimos expertas en embellecer fotos, videos y vivencias para mostrar una vida que no necesariamente es la real, y, de a poco, los valores se invierten: anhelamos la felicidad ficticia más que la realidad genuina, añoramos lo estéticamente inmaculado, en vez de la belleza en lo naturalmente imperfecto. 

Este escenario puede volverse facilitador de la comparación que, en este caso, nos lleva a tomar el mundo público de otra persona como parámetro para medir nuestra belleza, éxito, felicidad y prosperidad. Recordemos que todas elegimos qué publicar en redes y ese contenido es solo un pequeño fragmento de nuestra realidad. Procuremos seguir a personas que muestran contenido útil y real, y dejemos de consumir contenido que nos dispare a compararnos.

Aún más importante que todo eso, recordemos el principio contracultural que Dios le dio a Samuel en 1 Samuel 16:7: No te dejes impresionar por su apariencia ni por su estatura, pues yo lo he rechazado. La gente se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón

“Cultivar un corazón humilde, manso, generoso y genuinamente amoroso es lo más importante para nuestro Creador”. 

El (aparente) éxito de otro no significa mi fracaso

Se mezcló tanto lo virtual con lo real que nos encontramos hablando de personas que nunca conocimos personalmente, pero de quienes sabemos su vida pública y con quienes podemos caer en la comparación, el prejuicio, la crítica y otros tantos sentimientos que no edifican. Aun si la vida “perfecta” que muestra otra persona fuese real, tenemos que entender el hecho de que porque el otro sea o tenga lo que yo deseo, yo no soy menos que esa persona o vivo una vida empobrecida. 

El creador del Universo “sabe muy bien los planes que tiene para ti, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darte un futuro y una esperanza” (Jeremías 29:11). 

“No eres lo que haces o lo que tienes, sino que eres una mujer valiosa por el simple hecho de haber sido creada a la imagen y semejanza de Dios”. 

Enfocarse en lo importante

Enfócate en construir una vida real, sana, con vínculos duraderos en los que inviertas tiempo; enfócate ser una mujer con la que otros salgan animados e inspirados al conversar; enfócate en vivir una vida integralmente saludable (cuerpo, alma, espíritu); enfócate en agradecer todos los regalos de Dios sobre tu vida, especialmente los cotidianos que tantas veces pasan desapercibidos; enfócate en ver las flores en medio de las espinas de tu vida y regalar esas flores a otras personas que están necesitando recibirlas.

Enfócate en entenderte y mostrarte vulnerable; enfócate en salir de tu realidad y mirar cómo poder ser luz con las personas que te rodean y sus realidades; enfócate en ser real, tanto en la vida como en redes, pero, sobre todo, no te olvides de vivir honrando al Dador de la vida: 

El gran amor del Señor nunca se acaba, y su compasión jamás se agota. Cada mañana se renuevan sus bondades; ¡muy grande es su fidelidad! (Lamentaciones 3:23).