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El valle de los predicadores secos: Cuando la prédica no transforma

En retiros espirituales y eventos evangelísticos, luego de la prédica suele haber un llamado a seguir a Cristo. Hombres y mujeres declaran su deseo de entregar sus vidas a Jesús, algunos llegan hasta mostrar abiertamente su intención de entrar al seminario y entregar sus vidas al ministerio pastoral o misionero.

Sin embargo, con el paso del tiempo, vemos un gran porcentaje de estas personas desertar no solo de su llamado ministerial, sino de su fe en Cristo, mostrando que su decisión nunca fue real. Otros permanecen como cristianos tibios, sin pasión por el Evangelio, asistiendo solo de manera esporádica a la iglesia.

Siempre reflexiono sobre este asunto y surge la pregunta: ¿por qué no hay un cambio real cuando pareciera que las personas toman la decisión de seguir al Señor? ¿Por qué una mano levantada y una oración recitada no es garantía de un cambio verdadero? ¿Acaso nos estamos equivocando cuando predicamos el evangelio?

El valle de los huesos secos

El conocido pasaje del “valle de los huesos secos” en Ezequiel 37 nos muestra una verdad fundamental: el pueblo de Dios solo puede tener vida si el Espíritu Santo sopla en ellos aliento de vida al escuchar la Palabra de Dios.

Ezequiel es llevado a un valle lleno de huesos “muy secos” (v. 2), carentes de vida, sin voluntad y sin poder. Esta era una descripción gráfica de cómo permanecía el pueblo de Dios: destruido por su pecado y sin esperanza.

Pero Dios le muestra a Ezequiel su plan de salvación: poner de pie a esos restos humanos sin vida a través de la Palabra y del Espíritu Santo.

Los versos 4-5 dicen:
“Entonces me dijo: —Profetiza a estos huesos y diles: ‘Huesos secos, oigan la palabra del SEÑOR. Así ha dicho el SEÑOR Dios a estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en ustedes, y vivirán.’” (RVA2015)

La Palabra y el Espíritu en conjunto

Ambos —la Palabra y el Espíritu— trabajan en sincronía para vivificar a los muertos. Como dijo un pastor amigo: “la Palabra y el Espíritu son los dos rieles de una vía; ambos tienen que estar presentes para que el tren permanezca encaminado.”

Si falta uno, los creyentes se desvían hacia extremos vacíos:

  • Un “sentir” espiritual sin Palabra, que aparenta salvación pero carece de verdad.
  • Un “aceptar” racional de la Palabra sin Espíritu, que no transforma el carácter ni lleva a la santidad.

El poder restaurador de la Palabra

La Palabra es fundamental para la restauración del pecador. Como dice el Salmo 119:105: “Lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino.”

Ella despierta y vivifica nuestras mentes y corazones muertos en la oscuridad. La Palabra es también salvación, porque “el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Juan 1:14 RVA).

Pero, a lo largo de la historia, surgieron intentos de corromper la Palabra y la sana doctrina:

  • El uso legalista y orgulloso de la Palabra, sin la obra del Espíritu.
  • La adaptación cultural y filosófica de la Palabra, amoldándola a cosmovisiones caídas.

Así, muchos seminarios, iglesias y pensadores han rechazado la historicidad de la Palabra y la inspiración del Espíritu, adoptando corrientes humanistas.

Espíritu y Palabra: inseparables

La Palabra sin el Espíritu es como una lámpara sin energía. En Ezequiel 37 los huesos no revivieron solo por la Palabra ni solo por el Espíritu, sino por la obra conjunta de Dios.

Por eso, un predicador no puede predicar sin una comprensión profunda de la Escritura. Una prédica vacía, basada en pensamientos humanos, no transforma. Como dice Jeremías 17:9: “Engañoso es el corazón, más que todas las cosas, y sin remedio. ¿Quién lo conocerá?”

El conocimiento de la Palabra tiene que estar unido a una vida de fe llena del Espíritu Santo y enraizada en la tradición de la iglesia. “Lo viejo funciona”, decía una serie famosa: el credo apostólico y la sana doctrina han protegido por siglos a la iglesia.

1 Pedro 1:20-21 lo recuerda:
“Ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque jamás fue traída por voluntad humana; al contrario, los hombres hablaron de parte de Dios, siendo inspirados por el Espíritu Santo.” (RVA2015)

Predicadores llenos de la Palabra y del Espíritu

Hoy la iglesia necesita predicadores llenos de la Palabra y del Espíritu Santo. No hacen falta shows “espirituales” vacíos, sino ministros que dediquen horas al estudio de las Escrituras y a la oración.

Porque lo único que puede transformar y dar vida a la iglesia es el poder de la Palabra en conjunto con el Espíritu Santo.

Un ministro fiel a Dios vive en la Palabra y en el Espíritu, y transmite la verdad con poder para transformar vidas.

Martin-kim

Martín Kim

Gerente administrativo y profesor de FTIBA, es argentino con ascendencia coreana. Es graduado en la licenciatura en Comunicación Social de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales. 

Luego de recibir el llamado y haber servido varios años en la iglesia, emigró a los Estados Unidos para estudiar dos maestrías teológicas. Estudió una maestría en divinidad «Master of Divinity»; y una maestría teológica en homilética «Theological Master in Preaching» en el Gordon-Conwell Theological Seminary en el estado de Massachusetts. Al volver a la Argentina, se dedicó a la enseñanza de la materia Homilética entre otras, y a participar en su rol como gerente administrativo de la Facultad de Teología Integral de Buenos Aires, siendo parte también de la comisión directiva de la institución, roles en los que aún permanece. 

Actualmente está como candidato para obtener su doctorado ministerial en la misma institución teológica. A su vez, es pastor ordenado y sirve como pastor asociado de la iglesia presbiteriana Betel en Buenos Aires.

 Está felizmente casado con Maru y tiene tres hijos.

FTIBA
FTIBA
La Facultad Teológica Integral de Buenos Aires es una institución inter-denominacional que nace de la Red de Sembradores y tiene el propósito de formar ministros y líderes laicos con la mayor exigencia académica, teológica y bíblica. Actualmente, es la única institución académica en Argentina que provee una Maestría en Divinidad.

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