La “cosificación” de la mujer es un tema que ha estado en boca de muchos actualmente y me gustaría compartirte mi visión al respecto.
Tal vez te preguntes qué es exactamente “cosificar” a la mujer. Significa hacer uso de ella o de su imagen para finalidades que no la dignifican ni como mujer ni como ser humano. La forma más frecuente es la cosificación sexual: se la convierte en un objeto a disposición del hombre, pierde su cualidad de persona.
Es decir que la mujer sería observada, tratada, expuesta y considerada como un simple objeto, se convierte en una imagen que remite a ciertos deseos y pensamientos referentes a lo sexual.
En el ambiente en el que actualmente trabajo, la industria de la música, la cosificación de la mujer es algo que “vende” y está de “moda”. Es decir, que la imagen femenina es un vehículo para conseguir unos objetivos comerciales y de distribución de un producto.
Encuentro cierta hipocresía en el discurso de la industria musical ya que hay varios artistas que se manifiestan y luchan para que la mujer sea respetada y valorada en tanto persona, pero por otro lado en sus videoclips las exhiben, las utilizan como objetos y en sus letras las cosifican e irrespetan; esta dicotomía sólo puede tener una razón: el dinero que genera promover perversión sexual a través de la música.
Hoy existe música a la cual yo denomino de esta manera: “pornografía musical”, porque tienen una forma de componer canciones en donde el contenido tanto de letra como de imagen se fundamenta y se centra en la banalización del ser humano reduciéndolo únicamente a su aspecto sexual.
Lo realmente preocupante a esta altura es que muchas mujeres ya hayan decidido aceptar y convivir con este negocio musical que a costa de sexualizarnos crece económicamente con el apoyo diario de oyentes pasivos que no hacen ni siquiera el intento por cuestionarse qué tipo de contenido artístico, musical y cultural están consumiendo. No solamente oyentes sino artistas mujeres en el ambiente que se prestan para exhibir su cuerpo sin tener cuidado alguno y conciencia de su integridad física.
Me considero una luchadora por los derechos y el respeto a la mujer y desde lado en que tengo la oportunidad de accionar elijo no consumir música que cosifique a la mujer o al hombre.
Nosotros como iglesia no podemos permitir que los oídos de las generaciones presentes y futuras sean manchados y nuestros ojos sean viciados de perversión, es por eso que nuestro deber es entrenar, capacitar, apoyar y darle lugar a los artistas del reino que realmente quieren exaltar a Dios de forma creativa en el arte y cuestionar al sistema, a lo que “vende”.
“La lámpara del cuerpo es el ojo; por eso, si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará lleno de luz”, Mateo 6:22. Nuestros ojos como iglesia tienen que estar puestos en Jesús, no en la vanidad que nos ofrece el mundo y quienes trabajan para destruir la santidad.