Me pregunto cuántas frases, palabras o modos de hablar tenemos incorporados, convertidos en hábitos, pero que si prestamos atención podemos ver que no están bien y no edifican nuestra vida ni la de los demás.

Hay una frase que cada vez suena más fuerte y es: «Del cuerpo ajeno no se opina», ¿la has escuchado alguna vez? Y esta frase nace a modo de escudo y protección contra comentarios hirientes, de burlas y de opiniones no pedidas, sobre el cuerpo, imagen y forma de ser de otros. 

No siempre estos comentarios nacen desde el odio, o con la intención de lastimar; en muchas ocasiones estos comentarios se dan «por costumbre», porque los tenemos incorporados y se dicen sin pensar. Frases como: «estás más gordita», «qué flaca, ¿te paso algo?», «¿no estabas a dieta vos?», «así como estás nadie te va a querer», y la lista podría seguir.

“Son frases que seguramente cuando las decimos no lo hacemos para lastimar, pero lastiman igual”.

María José Amiunes

Lo que hablamos afecta a los demás, podes elegir que sea de manera positiva o negativa. Las palabras crean realidades, y es peligroso opinar sin conocer la lucha que el otro puede estar pasando.

«En la lengua hay poder de vida y muerte; quienes la aman comerán de su fruto».

Proverbios 18:21 

Muchas pacientes que atendí con trastornos de la alimentación, como anorexia y bulimia, crecieron con estas frases, con madres muy exigentes por su estética, con comparaciones de qué hermana es más delgada, quién saca mejores notas.

La buena noticia es que podemos elegir cambiar, podemos proponernos aprender a hablar de otra manera. Las generaciones que vienen se lo merecen, ¡ellos lo valen! Ellos merecen que les enseñemos y mostremos otro camino.

«Por el contrario, que sus palabras contribuyan a la necesaria edificación y sean de bendición para quienes escuchan». 

Efesios 4:29 

Por eso, quiero dejarte consejos que pueden ayudarte:

  • Si sos mamá, bendecí a tus hijos con tus palabras. Recordales que son fuertes, valientes, inteligentes, solidarios, amorosos. No te centres en su físico como único valor. 
  • Si sos amiga, da consejos desde el amor y la empatía. Acompañá, escuchá y alentá a las mujeres a buscar su propia mejor versión.
  • Si sos hija, enseñales a los mayores con amor. Es importante enseñar, pero con paciencia y sobre todo dando el ejemplo.
  • Entre nosotras las mujeres, seamos equipo, hablemos bien de nosotras. Te animo a que puedas hablar las verdades del cielo sobre otras mujeres, ¡y esperes a ver lo poderoso que sucede! 
  • Recordá: las palabras crean realidades.
  • Y, por último, hablate bien a vos misma. ¿Te pasa que cuando te mirás al espejo te enojás, te quejás, criticás esa marca, cicatriz, o celulitis?  Te propongo que prestes atención a cómo te dirigís a los demás, pero también cómo te tratás a vos misma.

Hace unos años atendí en mi consultorio a una chica adolescente que tenía sobrepeso y un autoestima muy negativo. Cuando llegó el momento de conocer a su mamá y charlar sobre cómo avanzaba el tratamiento con esta chica, me encontré con una mujer muy dura consigo misma, pendiente de «esos kilitos extras» sin poder disfrutar del hoy por la preocupación del cuerpo. Sin darse cuenta su mirada sobre ella, condicionaba a su hija de una forma no saludable. 

Por eso, cuando te mires al espejo agradecele a tu cuerpo todo lo que puede hacer, agradecele a Dios por cómo te diseñó y pensó con tanto amor, y hablá positivo para que las generaciones que sigan crezcan libres y felices.