En el 2011, con 19 años, tuve mi encuentro con Dios, y después de una canción, en mi segundo día de iglesia, decidí vivir para y por Jesús.
Más tarde, un amigo misionero hizo una invitación en la iglesia a un viaje misionero a Brasil, para los juegos Olímpicos del 2014.
Cuando Dios me habló, yo estaba en «el mejor momento de mi vida», con muchos proyectos, y en medio del llamado le dije a mi pastora de jóvenes: “Nati, yo quiero ir, ‘el corazón de Dios clama almas’, no me importa si no me caso, o dejar mis proyectos”, estaba dispuesta a dejarlo todo. Estaba conmovida por el Espíritu Santo.
No fui al viaje del 2014, pero, más tarde, en enero del 2016, fui de Río Negro a Buenos Aires para hacer mi escuela de capacitación misionera, EDE, en JuCUM.
Cuando llegué a hacer mi EDE, después de las primeras semanas, me sentí fuera de lugar. Creía no tener lo suficiente, no era hija de pastores, no tenía los recursos para viajes misioneros, ni los contactos. Hacía poquito más de 3 años de que le había entregado mi vida a Jesús. Muchas cosas no las entendía y vi que en mi corazón había tanta incredulidad.
“Dios me vio y quiso usarme. Me levantó y hallé gracia en sus ojos. En nada de las cosas que he vivido tengo mérito… sí estoy maravillada”.
Carla Lescano, misionera JuCUM
Yo, alguien que viene de un hogar dividido, alguien que en un año vivió en 8 lugares porque no tenía dónde vivir, quien no quería terminar el secundario, quien había querido muchas veces suicidarse… Hallé la gracia de Dios.
Ya hace 5 años que soy parte de esta organización, soy misionera voluntaria, ahora estoy en la ciudad de Puerto Iguazú, donde somos 5 misioneros: un matrimonio con sus dos hijos y yo. En la selva Yriapú, al norte de la provincia de Misiones.
Dios nos dio gracia para llegar al corazón de la comunidad Jasy Porá. De esta comunidad, solo la suegra del cacique, Isidora, aceptó a Jesús en su corazón.
En una oportunidad ella nos compartía que había salido afuera y, mirando al cielo, le preguntaba a Dios: ¿qué voy a hacer con mis niños? Y después de eso llegamos nosotros. Que Dios nos haga ser parte y respuesta a este pedido que vino del corazón de ella es invaluable.
Después de esto le preguntamos cómo estaban con la comida, y ahí supimos que hay días que comen y días que no. En la escuela que está dentro de la comunidad les daban una chocolatada, pero por el Covid se suspendieron casi por completo las clases y, por tanto, tampoco podían contar con la chocolatada.
En esta comunidad son cerca de doscientas personas (sesenta familias), no hemos logrado cocinar para todos, ni todas las veces que vamos tenemos para hacerles un almuerzo, pero sí les llevamos un desayuno, que es té, chocolatada, galletitas o pan, generalmente.
No podemos hablar de Dios, ni orar en voz alta, pero buscamos la forma de llevar la palabra de Dios
Carla Lescano, misionera JuCUM
Lo hacemos con obras de teatro que dejan un mensaje de esperanza y valores, o representando con obras las parábolas de Jesús. No solo nosotros tenemos para dar, ellos también, y hay mucho por compartir.
El sábado pasado nos llevaron hasta orillas del río Iguazú. Caminamos un montón, el sendero estaba muy bien armado, y para mí era como un túnel de arbolitos, ¡HERMOSO! Después de la larga caminata había que bajar, y bajar un montón. Nos temblaban las piernas por el esfuerzo físico. Creo que bajamos unos 500 metros por las rocas. Vi que para Isidora y los niños de la comunidad era muy fácil, sus pasos eran ligeros; tienen una destreza impresionante.
Queremos, para nuestro próximo encuentro, ni bien lleguemos a la aldea, partir para el río, desayunar allá, que nos enseñen a pescar y llevar panchos para almorzar juntos.
Dios nos ha hablado un montón con ellos, hemos sido inspirados y animados por el amor de Dios en ellos para con nosotros, en su gratitud y sus corazones.
Carla Lescano, misionera JuCUM
Tenemos algo hermoso para compartirles, que es el poder del Evangelio, la esperanza y amor que trae Jesús a nuestras vidas. Y ellos tienen tanto para dar también, que seguimos aprendiendo y disfrutando de ellos y con ellos, porque tienen un tesoro que Dios les dio cuando los creó.
Hace 5 años, se suicidó uno de los hijos de Isidora, ella quedó muy mal con esta situación, por eso el cacique le permitió ir a la feria de naciones que JuCUM organizó en el 2019, porque vio que a ella le hacía bien.
Isidora es muy receptiva, y esa sensibilidad es la que dio pie para que Nancy, una colaboradora de JuCUM, la acompañe a hacer la oración de fe. El proceso de conocer a Dios va a ser largo, pero la sensibilidad al Espíritu Santo que tiene nos muestra que seguirá siendo un caminar hermoso.
Que las puertas a la comunidad se abrieran fue un camino arduo, David fue la punta de lanza, quien primero se ganó el corazón de los guaraníes, estuvo yendo por dos años, llevó equipos y los guió a no dar pasos en falso.
Por el Covid, las puertas se habían cerrado casi todo el 2020… y en enero de este año fuimos con una EDE, esto fue gracias a la oración, y fuimos testigos de este milagro.
La aldea había pasado por un tiempo en que muchos de sus jóvenes se suicidaban, y sus líderes espirituales (chamanes) les dijeron que esto pasó porque ellos dejaron entrar a los cristianos, y otra vez se habían cerrado las puertas… pero Dios las volvió a abrir. Isidora habló con el cacique y nos permitieron seguir visitándolos, aunque con algunas condiciones: no podemos hablar de Dios ni orar en voz alta.
Carla Lescano Nacida en Cipolletti, Río Negro, Argentina. Tiene 29 años y es misionera de JuCUM desde 2016. Está trabajando y sirviendo ahora en JUCUM Misiones.