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La gratitud como camino de fe verdadera: Un análisis de Brennan Manning

¿Cómo saber si realmente confiamos en Dios? Según Brennan Manning, una de las señales más claras no está en las palabras, sino en la actitud del corazón: la gratitud.

En el libro Confianza despiadada, el autor afirma que “el signo más seguro de que estamos creciendo en confianza en Dios no es la fe, ni la disciplina, ni siquiera la obediencia, sino una gratitud progresiva”. Para Manning, agradecer no es solo una respuesta emocional, sino un acto profundamente espiritual que revela el grado de rendición que tenemos frente a la gracia de Dios.

Vivimos en un mundo que nos empuja a reclamar, exigir y creer que merecemos todo lo que tenemos. Pero el Evangelio nos dice lo contrario: nada merecíamos, y todo nos fue dado. Vida, amor, perdón, propósito, familia, comunidad, alimento, incluso el aire que respiramos… cada una de estas cosas es un regalo inmerecido de Dios.

“Cuando se experimenta el amor de Dios en profundidad —escribe Manning—, lo único que queda es la acción de gracias.” Esa gratitud no se limita a los momentos buenos; también abarca el dolor, las pérdidas y las crisis, porque sabemos que incluso ahí Dios está obrando.

Ingratitud: el pecado original

Una reflexión profunda de Manning en el capítulo cinco de Confianza Despiadada gira en torno al Edén. ¿Y si el pecado de Adán y Eva no fue simplemente desobediencia, sino ingratitud? En lugar de confiar en la bondad del Padre que les había dado todo, comenzaron a sospechar. Dudaron del amor de Dios y buscaron más. Esa misma desconfianza nos lleva, muchas veces, a vivir desde la queja y no desde la alabanza.

La gratitud es, entonces, un escudo contra la desconfianza. Es una forma concreta de volver al corazón del Padre y decirle: “Sé que no lo merezco, pero gracias.”

A diferencia de la cultura actual, que gira en torno al mérito y la autosuficiencia, el Evangelio vive del reconocimiento humilde de que todo viene de Dios. “Los santos —dice Manning— no se creen mejores que nadie. Solo son personas profundamente agradecidas.”

La gratitud diaria libera del orgullo, sana las heridas del alma y abre espacio para la confianza. Porque el que agradece, no controla: descansa. El que agradece, no reclama: confía.

Gratitud y Evangelio: inseparables

El apóstol Pablo escribió: “Den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús” (1 Tesalonicenses 5:18). La voluntad de Dios es que aprendamos a agradecer, no porque todo sea perfecto, sino porque en todo está Él.

La gratitud cristiana no es ingenua. Sabe del dolor, del pecado y de las heridas. Pero también sabe que la cruz fue el acto supremo de amor inmerecido, y que vivir agradecidos es la única forma de responder con autenticidad.

La gratitud no es una emoción pasajera. Es un camino. Es la expresión más pura de un corazón que confía. Y es también una práctica espiritual que nos devuelve al centro del Evangelio: todo es gracia.

“Cuando dejamos de agradecer —advierte Manning— comenzamos a olvidar. Y cuando olvidamos, dejamos de confiar.”

Hoy, más que nunca, necesitamos corazones rendidos que vuelvan a decir: “Gracias, Jesús. Por todo.”

Redacción
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