El problema de la mentalidad que nos moviliza.
Nuestra manera de pensar va a condicionar nuestra vida. Un hijo de Dios tiene la carga de adoptar la manera de pensar de su Padre. Y si miramos a Jesús, quién es nuestro modelo, esto significa adoptar la mente de Cristo. Pero el problema es la mentalidad con la que fuimos formados, y venimos a Él. Muchas veces no encontramos con tanta claridad una lista que nos ayude a identificar qué cosas están mal en nuestra manera de pensar, y qué cosas necesitamos incorporar. Pero tenemos a Cristo, y a Él debemos mirar para ser transformados en todo.
Cuando hablo de la mentalidad que traemos de antes, me gustaría que miremos al pueblo de Israel cuando salió de Egipto, como ejemplo. Éxodo 16:3 muestra cómo los hebreos, que estaban camino a la tierra prometida, recordaban la comida que recibían en tiempos de esclavitud, y se lamentaban por la libertad. La mentalidad nos condiciona para recibir todo lo que Dios quiere darnos, y limita nuestra capacidad de acción. El Señor nos creó capaces de mucho estando en Él. Pero eso será posible, siempre y cuando tengamos la mentalidad correcta. El problema de la mentalidad nace por el entorno y las circunstancias en la que nos formamos. El pueblo de Israel vivió 400 años en esclavitud, y el desafío de Dios al liberarlos, fue cambiarles la manera de pensar, para que fueran una nación libre, que pudiera ser Su propiedad exclusiva.
Entendiendo todo esto, el apóstol Pablo tiene unos versículos en su carta a los filipenses, escrita mientras estaba en prisión por el evangelio, que nos dan luz sobre la mentalidad correcta. Una mentalidad que nos permita visionar y accionar desde la voluntad de Dios. Para eso respondamos a esta pregunta: ¿Cómo piensa un visionario?
// Tiene la convicción de que aún no lo ha visto todo //
Pablo dice “no lo conseguí todo”, “no soy perfecto”. Un visionario es un inconformista. Alguien que sabe que hay mucho por alcanzar, mucho por aprender, mucho por ver. Si lo pensamos objetivamente, esta posición también demanda humildad, porque solo una persona orgullosa podría sentirse realizada en su vida, como si no existiera nada más que esté esperando nuestra determinación.
Cuando Pablo, estando preso, escribe en Filipenses 1:23 que preferiría morir y estar con Cristo, completa la idea en los siguientes versículos afirmando que tenía la convicción de que aún no había llegado su hora. ¿Por qué pensaba eso? Porque tenía la convicción de que no lo había visto todo, y que debía permanecer para contribuir en el “jubiloso avance en la fe” de los creyentes (Filipenses 1:25). ¡Largo camino nos resta! ¡Aún no hemos visto nada! Este año seremos perfeccionados por el Señor, y avanzaremos alcanzando mucho más de lo que habíamos previsto.
// Lo moviliza un propósito superior //
Ser movilizado por un propósito superior no es algo menor. Pablo, en medio de su encierro, dice que sigue “adelante esperando alcanzar aquello para lo cual Cristo Jesús” lo alcanzó a él. Esta afirmación fue realizada en un momento extremadamente desafiante. Porque son las adversidades las que realmente exponen nuestra mentalidad. Cuando los 12 exploradores enviados por Moisés vieron la tierra prometida, 10 de ellos solo se enfocaron en las dificultades, pero 2 (Josué y Caleb) vieron lo que exploraron desde el propósito que el Señor tenía para Israel. El propósito por el cual Cristo nos alcanzó siempre será un motor para movilizar nuestro avance. No podemos quedarnos estancados si comprendemos que somos un sueño de Dios, y que nuestro paso por esta tierra fue concebido en la eternidad. Está en nuestras manos vivir alineados a esta verdad o no.
Además, cuando hablamos de un propósito superior, afirmamos que Dios nos hizo únicos, y con un destino de gloria (Salmos 100:3). Ninguno de nosotros se parece a otro. Si nuestra mentalidad nos lleva a vivir comparándonos con los demás, estamos perdidos. Vamos a pasarnos la vida en un círculo vicioso que no traerá sobre nosotros ningún beneficio.
// Está enfocada en lo que está delante, y despegada de lo que quedó atrás //
Estar atados al pasado es una de las peores cosas que nos pueden ocurrir. Cuando Jesús derramó su sangre por nosotros, lo hizo para que nuestros pecados fueran perdonados. Su sangre debería ser para nosotros un antes y un después a lo que fuimos, y aún una muestra del deseo de Dios de que estemos centrados en nuestro presente y porvenir. El apóstol Pablo dice “esforzándome por alcanzar lo que está delante”. Acá vemos un esfuerzo que está haciendo en el presente, con el foco puesto en el futuro. Por lo tanto, un visionario será esforzado y valiente, como lo fue Josué, que debió luchar en su presente para conquistar la tierra que Dios les había prometido.
Además, el enemigo muchas veces nos deja encerrados en glorias pasadas, y eso nos impide disfrutar del presente de victoria que el Señor tiene para nosotros. Una mentalidad visionaria está expectante de lo que el Señor hará mañana. Por eso, esta mentalidad está arraigada en la fe que tenemos en su palabra, que es fiel y verdadera.