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El engaño de la pornografía

Dios pensó la sexualidad como algo hermoso, algo que va mucho más allá de un simple impulso. Es una forma de conectar, de entregarse y de amar, algo que involucra el cuerpo, las emociones y la mente. Pero cuando algo tan valioso se contamina con influencias como la pornografía, su significado se distorsiona.

El «subidón» de dopamina: un placer que engaña.

Nuestro cerebro está diseñado para disfrutar de cosas buenas, como la comida, el afecto y las relaciones reales. Dios nos dio un sistema de recompensa que libera dopamina cuando algo nos genera placer. Pero la pornografía hackea ese sistema, provocando una sobrecarga de dopamina que genera una especie de «subidón» artificial.

El problema es que, con el tiempo, el cerebro se acostumbra y necesita más y más para sentir lo mismo. Lo que antes generaba emoción, deja de ser suficiente. Así, la pornografía no solo altera la percepción del placer, sino que también afecta el deseo por experiencias reales. Investigaciones en neurociencia muestran que el consumo excesivo de pornografía puede hacer que los receptores de dopamina se «desensibilicen», lo que lleva a menos motivación y menos disfrute en otras áreas de la vida. Además, estudios han encontrado que este tipo de consumo puede reducir la materia gris en el cerebro, afectando la toma de decisiones y el autocontrol.

Expectativas vs. Realidad: cuando la ficción reemplaza lo verdadero.

La pornografía presenta una versión distorsionada del sexo y las relaciones. Muestra cuerpos irreales, situaciones poco realistas y un concepto de placer desconectado del afecto.

Con el tiempo, los consumidores frecuentes de pornografía pueden encontrar difícil disfrutar de una relación real. Hay un desajuste entre lo que el cerebro espera y lo que realmente sucede, lo que puede llevar a frustración, insatisfacción e incluso problemas en la intimidad con la pareja. Además, estudios han encontrado que el consumo excesivo de pornografía puede estar relacionado con la disfunción eréctil inducida por la pornografía (PIED, por sus siglas en inglés), una condición en la que la excitación sexual depende exclusivamente de estímulos visuales artificiales y no de la interacción real con una persona.

Aislamiento: cuando el placer rápido desconecta.

Consumir pornografía de manera frecuente puede llevar al aislamiento social y emocional. En lugar de invertir en relaciones reales, muchas personas eligen el camino fácil: placer inmediato sin esfuerzo. Con el tiempo, esto afecta la capacidad de conectar con los demás, generar vínculos y hasta puede influir en la relación con Dios.

Además, investigaciones en psicología han mostrado que el consumo excesivo de pornografía está relacionado con síntomas de depresión, ansiedad social y reducción en la capacidad de experimentar empatía. Esto refuerza el ciclo de aislamiento y dependencia del contenido, afectando el bienestar emocional y la calidad de las relaciones interpersonales.

La pornografía y la infancia: un impacto que marca.

Cuando un niño se expone a la pornografía demasiado temprano, su cerebro no está preparado para procesarlo, lo que puede generar ansiedad, confusión o incluso una necesidad compulsiva de volver a buscar ese estímulo, lo que a veces lleva a una masturbación compulsiva. En otros casos, puede generar rechazo y bloqueo hacia su propia sexualidad.

Cuanto antes se empieza y más se consume, más profundo es el impacto. La pornografía literalmente reconfigura el cerebro, afectando el desarrollo de una sexualidad sana y plena. Estudios en neurodesarrollo indican que la exposición temprana a contenido pornográfico puede interferir con la maduración del lóbulo prefrontal (la parte del cerebro encargada del autocontrol y la toma de decisiones), aumentando el riesgo de desarrollar conductas impulsivas y adicciones en la adultez.

Volviendo a la belleza del diseño de Dios.

Pero aquí viene la mejor parte: el cerebro puede renovarse. La Biblia dice: «No se conformen a este mundo, sino transfórmense por medio de la renovación de su mente» (Romanos 12:2). No se trata de vivir con culpa, sino de descubrir la verdadera belleza de la sexualidad como Dios la pensó.

Dios no nos diseñó para estar atrapados en impulsos descontrolados, sino para experimentar el amor de manera real y plena. La sexualidad no es solo un placer momentáneo, sino un regalo que nos conecta con los demás, con nuestro propósito y con Dios.

Judith Martinez
Judith Martinez
Psicóloga Clínica con formación en Evaluación Psicológica, Educación Sexual con Valores, trabajé con familias y liderazgos, ofreciendo orientación en la crianza desde la clínica privada, talleres en escuelas y comunidades de fe. Como psicóloga institucional trabajó en Centros Residenciales, supervisando equipos técnicos de niños bajo medidas de protección excepcional.

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