La mujer del siglo XXI logró a través de mucho esfuerzo y valentía, a lo largo de la historia, posicionarse en un papel protagónico en la sociedad. Es una mujer proactiva e influyente que luchó por ganarse el respeto y la admiración. Cada espacio ocupado y cada logro alcanzado significaron avances notables luego de siglos de sometimiento abusivo y extremo. Sin embargo, todavía queda mucho terreno por seguir conquistando.
A la hora de asumir roles de liderazgo en diferentes ámbitos, de avanzar y desarrollarse, uno de los desafíos a enfrentar ha sido el tener que demostrar constantemente la destreza e inteligencia que la condujeron hasta allí.
Dentro del mercado laboral a nivel global, las estadísticas confirman que desde el 2015 en adelante, mejoró la representación de la mujer en posiciones directivas.
No obstante, son los hombres quienes siguen alcanzando mejores condiciones en puestos de mayor jerarquía y continúa existiendo, entre otras desigualdades, una brecha importante de diferencia salarial en posiciones similares.
Fabiana Gadow, CEO de Korn Ferry en Argentina y autora del libro Desarrollo y coaching de mujeres líderes de editorial Granica. Según su opinión, la representatividad de la mujer en posiciones de liderazgo creció en los últimos años pero a un ritmo muy lento.
Entre las barreras o techos que se reconocen a la hora de seguir escalando en el mercado laboral, están las propias estructuras, modelos y beneficios de las organizaciones inclinados hacia una tendencia masculina.
Tener que argumentar y exhibir pruebas convincentes todo el tiempo es un mandato social que continúa oprimiendo a la mujer. Impuesto por miradas amenazantes o autoimpuesto por exigencias perfeccionistas, lo cierto es que tener que demostrar, resulta agotador.
Fundamental, confiar en nosotras mismas
Una de las maneras de silenciar las voces que demandan demostraciones de aptitud, consiste en preguntarnos el motivo que nos lleva a hacerlo. Ser aceptadas, valoradas o aprobadas por los demás jamás debería ser el motor que nos encienda.
Aun esforzándonos por demostrar de todas las maneras posibles lo capaces, lo inteligentes y hábiles que somos, no alcanzaríamos a satisfacer las expectativas de otros.
Al mismo tiempo, distorsiona la imagen que tenemos de nosotras mismas.
La mayoría de las veces, la necesidad de demostrar nace de un corazón carente de seguridad y confianza. Carencia que no será saciada por los resultados o efectos de las pruebas realizadas sino por reconocer quiénes somos verdaderamente.
Es fundamental, como mujeres, desarrollar seguridad y confianza para lograr hacer frente a los mandatos sociales que ponen en duda o cuestionan la capacidad para desempeñarse en posiciones de liderazgo.
Las que primero necesitamos creer y darnos la oportunidad de hacerlo somos nosotras. Luego, desde las organizaciones y los diferentes ámbitos se deben seguir generando los espacios y ocasiones de crecimiento, promoción y desarrollo.
Frente a la tentación de ceder a la demanda de tener que demostrar, de defenderte o de imponerte, decidí creer lo que Dios dice de vos y exhibilo con fe. De esa manera, estarás naturalmente reflejando tu esencia, no desde el hacer para demostrar sino desde el ser que queda expuesto sin esfuerzo alguno. No te olvides de que la convicción y certeza de lo que hacés como resultado de quién sos, empieza por vos y no al revés. Mostrar con seguridad y confianza quién es la mujer de hoy es un arte que se puede aprender a vivir y disfrutar plenamente.