El pasado 24 de mayo, tres misioneros estadounidenses destinados en Haití fueron asesinados en la capital del país, Puerto Príncipe.
Según Mission in Haiti, la organización a la que pertenecían, los tres fueron secuestrados después de una actividad cristiana al regresar a su hogar, donde fueron asesinados alrededor de las 9 de la noche.
Los misioneros eran Natalie Lloyd, de 21 años, y Davy Lloyd, de 23, quienes estaban en Haití desde enero de 2024. Junto a ellos se encontraba Jude Montis, director local de la misión. La muerte de estos misioneros ocurre en medio de una severa ola de violencia en Haití, donde la capital está bajo el control de bandas que siembran el temor entre la población.
El principal aeropuerto internacional del país, ubicado en Puerto Príncipe, estuvo cerrado durante casi tres meses debido a estas bandas. El 20 de mayo, se reabrió tras la demolición de cientos de casas cercanas al aeropuerto, utilizadas por las bandas para impedir su funcionamiento.
A pesar de la reapertura de fronteras, las bandas siguen controlando gran parte de la capital, incluyendo el puerto marítimo, que permanece cerrado. Son frecuentes los ataques a infraestructuras esenciales como comisarías, hospitales, centros educativos y lugares religiosos. También se han registrado varios ataques contra el Palacio Presidencial.
María Isabel Salvador, quien dirige las misiones de la ONU en Haití, mencionó en su informe sobre el país que «los violentos enfrentamientos entre las dos principales coaliciones de bandas han dado lugar a asesinatos masivos de la población local y al saqueo e incendio de viviendas. Las bandas han tomado sistemáticamente como objetivo las infraestructuras del Estado y han atacado a quienes desempeñan funciones clave en el orden público, como jueces y policías, así como defensores de los derechos humanos y periodistas. Estos ataques han debilitado aún más las instituciones del gobierno y han agravado los problemas, ya de por sí críticos, para el restablecimiento del Estado de derecho.»
La ONU calcula que más de 53,000 personas abandonaron la capital haitiana solo entre el 8 y el 27 de marzo de este año para huir de la violencia. Además, la información es que se estima que 2,500 personas murieron en el primer trimestre debido a la violencia de las bandas, lo que representa un aumento del 50% en comparación con el mismo período del año pasado.
La organización Puertas Abiertas no opera en Haití, pero ha estado siguiendo de cerca la situación en el país. Según un colaborador de Puertas Abiertas en América Latina, quien ha estado en contacto con los cristianos locales, ésta escalada de violencia y lo sucedido con los misioneros no puede considerarse un ataque directo de persecución religiosa hacia la fe cristiana, pero sí afecta a la Iglesia en Haití.
Los secuestros son cada vez más frecuentes como forma de extorsión. «Las tasas de secuestro están aumentando, y cualquiera corre el riesgo de ser secuestrado. Aunque la cantidad del rescate sea mínima, este dinero ya ayuda a mantener las actividades de las bandas», comentaron algunos creyentes haitianos a nuestro colaborador.
Los cristianos locales también mencionaron que las iglesias están limitadas por el contexto sociopolítico del país. En varias partes de Haití, los misioneros y pastores evitan salir de sus casas por miedo a ser secuestrados o porque las calles están controladas por bandas que no dejan salir a la gente o exigen altas cuotas de extorsión, especialmente en la capital y en las principales carreteras de acceso.
Debido a la violencia, algunas iglesias han cerrado sus puertas y ya no tienen comunidad. Otras siguen funcionando, pero la asistencia es escasa porque sus miembros tienen miedo de acudir a los cultos.
Además, varios programas de asistencia desarrollados por las iglesias, como las campañas médicas, se han interrumpido mientras se estabiliza la situación. Es importante mencionar que el sistema escolar (universidades y escuelas) no funciona desde enero.
La situación en Haití, especialmente en Puerto Príncipe, es caótica y no muestra signos de mejora. La gente de este país necesita nuestras oraciones por fortaleza para superar y poder vivir con todo esto.