En el afán de correr y por los apuros vertiginosos de estos días muchas veces descuidamos tener en claro el destino hacia donde nos dirigimos. Perdemos tiempo en comparaciones que nos desenfocan y energía en acciones infructuosas.

Tener cada vez más opciones puede ser muy ventajoso en términos comerciales, ya que disfrutamos la posibilidad de comparar productos y precios de servicios, educación y entretenimiento. La tecnología nos permite también conectar con otros lugares del mundo, por lo que todo parece estar cerca y las fronteras no son tan limitantes.

Sin embargo, buscando mejoras continuas en la vida, vemos que en muchas ocasiones damos pasos demasiado veloces y tomamos decisiones apresuradas deseando apurar los resultados.

Las opciones parecen extenderse también a cuestiones más profundas, como mudarse o seguir en la ciudad, cambiar de casa, algunos lo extienden también a la familia, las relaciones, las amistades y hasta la apariencia personal. No hay límites. Sin embargo, las decisiones radicales no siempre hacen más fructífera nuestra vida.


«Vaca que cambia querencia se atrasa en la parición«. Es interesante validar el consejo que nos deja Martín Fierro, hablando del ganado y su productividad, para reconocer qué cambios deberíamos permitirnos pensar y qué bases decidimos que no se mueven. Querencia, según el diccionario, es la acción de amar o querer bien. Es la inclinación o tendencia de las personas o ciertos animales a volver al sitio en que se han criado. 

Distinguir esos lugares que son querencia para nosotros nos ayuda a desarrollar raíces profundas, a separar lo efímero de lo trascendente, lo importante de lo que no lo es. Esas raíces nos permiten estar bien nutridas en el interior, tener vida para crecer, sin olvidar de dónde venimos.

"Entonces Cristo habitará en el corazón de ustedes a medida que confíen en él. Echarán raíces profundas en el amor de Dios, y ellas los mantendrán fuertes" (Efesios 3:17 NTV).

Podemos armar una lista de lugares de donde nunca debemos irnos, de lugares que nos hacen bien, que nos ayudan a amar de manera desinteresada. Te propongo pensar algunos y aferrarte a los que consideres valiosos.

En primer lugar, es saludable no abandonar el sitio de nuestra niñez, de nuestro origen, si tuvimos padres que nos amaron, hermanos con quienes compartimos la infancia, si fueron saludables son sagrados, si tuvieron errores, son escuelas de aprendizaje. La honra a los padres es el primer mandamiento con promesa.

"Honra a tu padre y a tu madre. Entonces tendrás una vida larga y plena en la tierra que el Señor tu Dios te da" (Éxodo 20:12 NTV).
"Hijo mío, presta atención cuando tu padre te corrige; no descuides la instrucción de tu madre" (Proverbios 1:8 NTV).

En segundo lugar, cuidemos y valoremos a los amigos de la familia, los que te conocen desde tu comienzo, los que fueron más fieles que un hermano. No deberíamos olvidarnos nunca de ellos, aun cuando hayamos crecido en la vida. Nos dan raíces siendo testigos de la trayectoria.

«Nunca abandones a un amigo, sea tuyo o de tu padre. Cuando ocurra la calamidad, no tendrás que pedirle ayuda a tu hermano. Mejor es recurrir a un vecino que a un hermano que vive lejos» (Proverbios 27:10 NTV).

"Porque es preciso que haya disensiones entre ustedes, para que se vea claramente quiénes de ustedes son los que están aprobados" (1 Corintios 11:19 RVC).

Si afirmamos nuestros valores, si edificamos sobre la roca firme que es Cristo y sus consejos, comprendemos nuestra querencia y la abrazamos, con defectos y virtudes, nuestras dudas serán despejadas y nuestros pasos firmes. Nuestra vida dará fruto y disfrutaremos la bendición de Dios que enriquece y no añade ninguna tristeza.
Diseñadora Gráfica de la UBA, se especializó en la Edición de libros físicos y digitales, durante 10 años, sirviendo a decenas de autores en mas de 60 títulos. Desde joven sirvió en su iglesia local y trabajó en la ayuda de personas con adicciones. Junto a su esposo, son fundadores y pastores de la Iglesia Triunfantes en CABA. Casada con Darío hace 27 años, son padres de 4 hijos.