Cuando más del 80% de la basura en las playas amenaza la biodiversidad de múltiples especies marinas, también podemos vislumbrar una alternativa que puede salvarlas.
Las costas argentinas se destacan por sus hermosos paisajes y su clima que atrae a cientos de visitantes en verano. Cada una de ellas, sea más al norte o más al sur, es un tesoro nacional. Lamentablemente, el último censo de basura, que se realizó a finales del año pasado, dio a conocer abrumadoras cifras de contaminación que alarman por sus efectos en el medio ambiente. Sin embargo, y pese a este panorama, todavía podemos encontrar algunas señales que marcan el camino para la esperanza. Para lograr hacer un giro a la conciencia y preservar nuestras costas y su riqueza.
El quinto Censo Provincial de Basura Costera Marina, realizado en los meses de septiembre y octubre de 2021, expresó que “los resultados recopilados registraron un total de 40.331 residuos censados de los cuales el 84% estaban constituidos por plásticos. Lo que indica una tendencia en relación a los censos anteriores”, afirmó la Fundación Vida Silvestre.
Este censo estuvo a cargo de diferentes ONG de las principales ciudades costeras bonaerenses, y coordinado entre 438 voluntarios que analizaron la cantidad y el tipo de basura que existe en 21 localidades, entre San Pedro e Isla Lucero.
Frente a este panorama cabe preguntarnos qué se puede hacer, cómo revertir estas cifras, si un ciudadano “común” puede aportar algo para frenar no solo la contaminación de las costas sino detener el cambio climático. La respuesta es sí, es posible. Prueba de ello es una familia mendocina que a partir de ser padres decidieron heredar un mejor planeta donde sus hijos puedan habitar.
El pasado 25 de enero, Villa Gesell llevó a cabo una concurrida jornada de limpieza de playas encabezada por la fundación ambiental e internacional conocida como A Tree To Breathe, organización creada por Roberto Drazich y Luciana Rosas, un matrimonio oriundo de Mendoza que decidió apostar por la educación ambiental cuando nacieron sus hijos Ernestina y Sixto.
Como ellos mismos expresan en su página web, son “dos jóvenes padres que rompieron con su clásica rutina, se inspiraron en el futuro de sus hijos y se animaron a enfrentar al mundo con el plan más ambicioso de forestación: plantar 7.550 millones de árboles, uno por cada habitante del planeta”. La puesta en marcha de esta iniciativa los llevó a vincularse con otras personas, referentes y organizaciones y hoy cuentan con voluntarios y desarrollan tareas en más de 20 países.
Las acciones que ellos han realizado son de gran inspiración, demuestran que con amor todo es posible, que todos podemos aportar al cambio. Sembrar un árbol o limpiar la playa que visitamos puede convertirse en una cadena que lleve a otros a la acción, y quién dice, se logre minimizar los pronósticos negativos de especialistas en el último informe de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente que afirmaba que, en este contexto de contaminación por plástico, en los ecosistemas marinos se podría duplicar el daño para el 2030 si nada cambia.
Para quienes quieran participar con la fundación donando árboles, deben saber que con la donación de $ 250 (pesos argentinos) o US$ 1,25 podrán ayudar a plantar un árbol en las áreas en donde hoy está trabajando la fundación. “Nosotros no creemos que una persona pueda cambiar el mundo pero sí creemos que entre todos podemos mejorarlo y dejarle un mejor entorno a las próximas generaciones”, y éste es su lema a la hora de sumar nuevos amigos donantes.