En muchas ocasiones, tú y yo vivimos poniendo nuestra mirada en nosotras mismas, en nuestros problemas, nuestras tristezas, nuestras crisis, en las situaciones que tenemos que resolver. 

Tal vez hoy comenzaste el día y pusiste tu mirada en uno de esos conflictos que te tienen preocupada y dices: “Tengo que resolver este problema” y pones allí toda tu atención. “No me detengo hasta que este asunto no esté resuelto”, afirmas. Insistes cada mañana en llegar a una solución con tus propios medios. 

También podemos poner nuestra mirada en las otras personas, por ejemplo, en tu hijo o hija, en un familiar, en tu jefe, en tu compañero de oficina. Nos centramos en el conflicto que tenemos con esa persona o en la situación que estamos atravesando. Sin embargo, lo mejor que puede sucedernos es que aprendamos a poner la mirada en Cristo. 

¿Qué va a suceder cuando miremos a Cristo?

Mirar a Cristo no significa hacer una contemplación estática, quieta. Cuando miramos a Cristo, que vive dentro de nosotros y también está sentado a la diestra del Padre, al verlo allí sentado podemos ver el Cielo, y en el Cielo todo es movimiento. En el Cielo, cita Apocalipsis 4:5, hay relámpagos, truenos, voces; sonidos de trompeta (Apocalipsis 8:2), hay poder, hay gloria. 

Cuando contemplamos a Cristo y contemplamos el lugar donde Él habita —el Cielo—, a través de la adoración, podremos traer el Cielo a la Tierra. Cuando lo hagamos, todo lo que vimos manifestarse en la dimensión divina se va a manifestar en mi tierra, en mis circunstancias, con ese problema, con ese familiar, con ese malentendido, con esa crisis de pareja, etc.

Poner los ojos en Jesús por medio de mi adoración implica que yo veo cómo Él se mueve en el Cielo, y lo que allí sucede a través de mi adoración y contemplación del Señor lo traigo a mi vida diaria. Esto es traer el Cielo a la Tierra.

Te invito a que cada vez que una situación difícil llegue a tu vida puedas adorar al Señor, más allá de que en tu alma no tengas fuerzas, no tengas ganas, entra en el espíritu a ver al Señor en Su lugar de autoridad, y al hacerlo, todo lo que se experimenta en el Trono lo vas a comenzar a experimentar en esa dificultad o circunstancia difícil.

Te animo a que puedas hacerlo, experiméntalo. La vida cristiana puede ser para ti una teoría o una experiencia. Pero sabemos que la vida cristiana, como teoría, no tiene poder, sino que tenemos que experimentar a Cristo y, si lo hacemos, experimentarás el Cielo en la Tierra. Cuando lo hagas, tu vida será transformada, pero ya no por tus propios esfuerzos como tal vez hiciste hasta el día de hoy, sino por la fuerza celestial que desciende del Trono a la Tierra.

Este es el tiempo de traer la dimensión divina a la Tierra, mirándolo a Él y adorándolo.