Necesitamos alimentarnos constantemente, si no probablemente moriríamos. De la misma manera sucede en nuestra vida espiritual, si no comemos constantemente de la palabra de Dios, de su esperanza, morimos lentamente.
El calor excesivo de diciembre, las comidas altas en azúcares, el alcohol, el ritmo acelerado para preparar las reuniones familiares y otros factores son clave para generar deshidratación en nuestro cuerpo.