No es novedad para nadie que el año 2020 nos ha permitido (y todavía lo sigue haciendo) asistir a un sinfín de observaciones sobre el comportamiento humano que no deja de sorprendernos, y que pone de relieve la manera en la que el contexto de pandemia y las medidas de aislamiento han trastocado la manera en la que las personas nos relacionamos. Algunas de ellas, como el sexting, han modificado incluso la práctica del erotismo.
¿Qué es el sexting? No es ni más ni menos que el término que describe la práctica de la seducción a través del texto, primero en SMS o WhatsApp, evolucionando hacia redes sociales e incorporando el formato de imagen al de la palabra escrita. La hipótesis de este autor, corroborada con otros líderes y jóvenes de su comunidad y otras, es que esta práctica ha crecido enormemente durante este año. Algunas de las razones que han colaborado para esto son las siguientes:
Democratización del erotismo
Erotismo viene de eros, el dios del sexo, y apunta a la sexualidad y sensualidad. El erotismo como producto ha evolucionado hacia altos niveles de profesionalismo, pero para este caso el dato clave es la evolución del consumidor pasivo al consumidor activo. El sujeto consume erotismo de otro, pero también produce para ese “otro”: por medio de un teléfono celular o una computadora podemos desear, pero también podemos ser deseados.
Fragmentación del ser
Películas, canciones y programas de televisión promueven de fondo un discurso que dice que las personas pueden separar sus cuerpos de sus mentes. Llamo a esto “fragmentación”: la idea de que lo que miramos, escuchamos o leemos no tiene injerencia en lo que sentimos, como tampoco lo tiene lo que hacemos con nuestro cuerpo. La idea de fragmentación implica pensar que estamos enormemente compartimentados y que dichos comportamientos no tienen comunicación entre sí.
Si hacemos una pausa y somos sinceros, sabemos que esto es falso, ya que nuestros actos están enormemente influenciados por lo que consumimos por medio de nuestros sentidos. Nuestro cuerpo acusa los achaques de lo que experimentamos emocionalmente, y a la vez sufrimos emocionalmente por lo que hayamos hecho (o alguien haya hecho) con nuestro cuerpo.
Separación estructural
Si bien en este momento estamos en una fase de distanciamiento, la mayor parte del año ha sido caracterizada por el aislamiento, la cual requirió que las personas estén separadas lo más posible entre sí, para prevenir contagios del virus Covid 19.
Llamo a esta separación “estructural” porque no se trató de un deseo personal sino de una situación general promovida desde los gobiernos. Esto puso a los jóvenes en una situación particularmente incómoda, dado que entre ellos se concentra la más alta propensión al mundo de las relaciones, con la seducción como un código practicado generalizadamente. Son ellos quienes, acatando en mayor o menor medida las recomendaciones de aislamiento social, se encontraron con una inusual cantidad de situaciones de soledad, ocio y ansiedad.
[Paréntesis de color: al verse privados del campo relacional, que les hubiera permitido más fácil conocer y conectar con otros, muchos jóvenes incurrieron en lo que llamo “exting”, porque comenzaron a retomar relaciones anteriores a las que podían acceder simplemente desde su lista de contactos.]
Hay mucho para conversar al interior de nuestras comunidades, y en particular con los jóvenes y adolescentes, sobre los que tenemos algún tipo de llegada. Las redes sociales y los mensajes de texto, pensados para ser “medios” para relacionarse se convierten, de manera intensificada, en relaciones en sí mismas. Algunas relaciones de sexting están planteadas para mantenerse de esa manera.
De fondo hay una idea de lo que es sexualidad, intimidad y erotismo, que puede funcionar para algunos fines más bien egoístas, pero no tanto para relaciones de amor basadas en el respeto y el cuidado. Más allá del término de moda, hay una conversación que aquellos que tenemos influencia en el mundo de los jóvenes necesitamos tener con ellos.
La Biblia, de acuerdo con la ciencia y la psicología, postula que lo que hacemos con una parte de nuestro ser, afecta todo nuestro ser. Y que, frente a los tres factores culturales mencionados anteriormente, la respuesta sigue siendo el carácter y las convicciones firmes sobre qué es lo mejor.
A la compasión que siempre debemos mostrar a cada persona que acompañamos, tenemos que sumarle una dosis extra de comprensión de que uno de los tres factores con los que los jóvenes tuvieron que lidiar este año no tuvo nada que ver con su decisión personal, sino con un asunto que los excedió y los posicionó en una situación de mayor vulnerabilidad frente a las mencionadas fragmentación del ser y la democratización del erotismo.
Recordemos que, quizás, la mayor serie de malas decisiones que haya tomado el rey David en su vida comenzó al quedarse en casa en vez de salir de campaña con el ejército, aunque sí pudo elegir, mientras que la mayoría de los jóvenes este año no tuvieron esa posibilidad.