Las preguntas tienen el propósito de hacernos reflexionar, es un buen ejercicio para el alma y el espíritu, pues la irreflexión es la madre prolífica de la perversidad. En un tema tan importante y hermoso como la salvación, pedirle al Espíritu Santo que traiga luz es el camino correcto para que Él nos guíe a toda verdad. Si nos hicieran la pregunta: ¿Se termina el infinito?
Seguramente, antes de responder, elevaríamos nuestros pensamientos a ese concepto y adjetivo tan amplio que nos asombraría de solo pensarlo, llegando a la conclusión de que la pregunta se responde sola, o mejor dicho, la pregunta no tiene lugar, pues abarca conceptos que son incompatibles entre sí.
Con la salvación pasa lo mismo, antes de ponernos a responder ligeramente, deberíamos reflexionar sobre lo que Dios ha hecho con nosotros, unos pobres pecadores que estábamos muertos en delitos y pecados. Cuando predicamos sobre ella algunas personas suponen que nos referimos a una liberación del infierno y una entrada al cielo. Incluye todo eso, y ese es el resultado, pero abarca mucho más.
Dios, gratuitamente y por misericordia infinita, gracias al sacrificio de Cristo Jesús, no solamente perdona al pecador arrepentido, sino que lo regenera, haciendo de él una nueva criatura.
Pastor y fundador de Ministerio Vida y paz
La gracia del Señor no solo nos libera del pecado y de sus consecuencias de perdición, sino que nos libera del amor a este y de su hábito. El Espíritu Santo viene sobre nosotros y nos transforma: la ignorancia es suprimida, los afectos cambiados, el entendimiento es iluminado, la voluntad es sometida, los deseos refinados, la vida es cambiada.
Este cambio es comparado en la Biblia con la resurrección de los muertos, con una creación y un nuevo nacimiento. Esto ocurre en todo hombre y mujer que llega a ser partícipe de la gracia inmerecida de Dios. Quien verdaderamente es salvo, recibe el Espíritu Santo y persevera en el camino de la fe, pues Dios se encarga de que así suceda. Al recibir un nuevo corazón, y recrearse un espíritu nuevo dentro de él, el verdadero creyente desea vivir en santidad, no vivirá según la voluntad de la carne.
Cuando cae en pecado, siente dolor y miseria, y no descansa hasta ser lavado de la culpa, pidiendo perdón, clamando por la santidad, combatiendo en contra del pecado, esforzándose para ser puro en todas las cosas. Un corazón nuevo hace toda la diferencia.
En un verdadero creyente la perseverancia en el camino de la fe y de la santidad se vuelve una necesidad. No es cierto que un acto de fe sea todo, y que no se requiera de oración y de vigilancia cada día. La persona verdaderamente salva, continuará en fe, en arrepentimiento, en oración, y esto es don de Dios, no por obras para que nadie se gloríe.
La salvación es del Señor, su otorgamiento, conservación y consumación le pertenecen. No podemos decir que somos salvos por gracia pero que perseveraremos en ella por nuestros méritos.
Consideren la debilidad de la carne, la fuerza de la corrupción interna, la furia de la tentación satánica, las seducciones y el orgullo de la vida, el mundo y sus caminos: todas estas cosas están en contra nuestra y, sin embargo, el justo continúa su camino. Todo esto no sería posible sin la gracia de Dios.
El Evangelio que predicamos exalta y glorifica al Señor y destruye al orgullo humano
Todo pensamiento y argumento que nos condujera a nuestra propia exaltación y que pusiera en nuestros méritos la esperanza, debería ser destruido y llevado cautivo a la obediencia de Cristo.
Desde el principio hasta el final, desde la «A» hasta la «Z» del alfabeto celestial, todo en la salvación es por gracia y solamente por gracia; todo es por un favor inmerecido, nada por méritos. Decir que una persona puede perderla es ignorar su propio significado.
Consideren el pacto de la gracia: “Haré con ellos un pacto eterno: Nunca dejaré de estar con ellos para mostrarles mi favor; pondré mi temor en sus corazones, y así no se apartarán de mí” (Jeremías 32:40).
“Les daré un nuevo corazón, y les infundiré un espíritu nuevo; les quitaré ese corazón de piedra que ahora tienen, y les pondré un corazón de carne. Infundiré mi Espíritu en ustedes, y haré que sigan mis preceptos y obedezcan mis leyes” (Ezequiel 36:26-27).
Consideren también la fidelidad de Dios por sus santos, el cuidado y la intercesión de Cristo por sus redimidos, y la obra del Espíritu Santo que habita en nosotros.
Pastor y fundador de Ministerio Vida y paz
El que levantó a Jesucristo de los muertos, guardará nuestra alma y dará vida a nuestro cuerpo mortal y nos presentará perfectos ante la gloria de su rostro en el último día.
Sin lugar a duda, quien es verdaderamente salvo, tiene la seguridad y garantía de que lo es eternamente y, por naturaleza divina, no se deleitará en el pecado, sino más bien lo aborrecerá y resistirá permanentemente. Es de ignorantes suponer que un hijo de Dios use como pretexto la gracia para poder pecar, al contrario, quien haga eso es porque nunca lo conoció a Él. Quien fue regenerado, se esforzará en la gracia para vivir una vida santa.
Amados, la pregunta no debería ser si se pierde o no la salvación, deberíamos preguntarnos si somos verdaderamente salvos, si las evidencias aquí expuestas se manifiestan en nuestra vida, de lo contrario, aún estamos muertos y condenados. También el Espíritu Santo expone a todos aquellos que dicen ser cristianos y no lo son.
Las advertencias contra la apostasía no solo sirven como instrumento de Dios para mantener a su Pueblo en el camino, sino más bien, para denunciar a aquellos que tienen apariencia de amor pero niegan su eficacia. Aquellos que dicen ser cristianos, pero son de Satanás.
“El que practica el pecado es del diablo (…) Ninguno que haya nacido de Dios practica el pecado, porque la semilla de Dios permanece en él; no puede practicar el pecado, porque ha nacido de Dios” (1 Juan 3:8-9) .
En este tiempo de tanta apostasía, el Espíritu Santo vuelve a poner el tema de la salvación como prioridad, para llamar a los pecadores al verdadero arrepentimiento.
No importa cuántos años llevas en una iglesia, si sigues practicando el pecado no has nacido de nuevo. Este mensaje es tanto para ti como para el vil pecador que jamás haya pisado un templo.
Pastor y fundador de Ministerio Vida y paz
¡Arrepiéntete! ¡Corre a los pies de Cristo antes de que sea demasiado tarde! Su gracia está aún disponible para tu vida. Él te rescatará, perdonará, justificará, santificará y glorificará en su Reino.
Amado hermano, este mensaje también es para ti si has cometido un pecado, abogado tienes para con el Padre, su gracia no se ha acortado, te ama tanto como cuando no lo conocías.
“Porque si, cuando éramos enemigos de Dios, fuimos reconciliados con él mediante la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, habiendo sido reconciliados, seremos salvados por su vida!” (Romanos 5:10).