La paz les dejo; mi paz les doy

Jesús

Se puede afirmar que la paz es un estado espiritual, cognitivo y emocional vinculado con una sensación de bienestar y calma, la cual afecta nuestro comportamiento. Entonces podemos deducir que todos los seres humanos estamos en su búsqueda.

Desde esta perspectiva, se entiende que la falta de paz es una preocupación excesiva por cualquier situación que no puedo controlar. Por lo tanto, no sentirla se equipará con sentir ansiedad. Pero ¿la paz es un estado o un proceso?, ¿es posible mantenerla en todo tipo de circunstancias?, ¿no sentir paz hace que estemos en falta con Dios?

En principio, es necesario entender que las emociones son una reacción espontánea que surge a partir de un estímulo interno o externo. Por lo tanto, no son ni buenas ni malas, sino que a través de ellas podemos obtener información de la realidad. Por ejemplo, cuando sentimos miedo podemos entender que estamos ante un peligro y actuar para protegernos. Debemos aceptar que Dios nos creó con emociones y todas son válidas. El objetivo es controlarlas, y no ser controlados por estas.

Según estudios recientes, los trastornos de ansiedad representan la patología mental más frecuente en los argentinos. En 2018 se prescribieron 102 millones de recetas de ansiolíticos. Más del 16% padece de este mal contemporáneo cada vez más extendido en las vertiginosas sociedades occidentales.

Las exigencias de la vida contemporánea son un condicionante ineludible en la salud mental de toda persona. Actualmente estamos afectados mundialmente por la pandemia y el aislamiento social por causa del COVD 19 que influyó de manera inesperada nuestra vida cotidiana.

De alguna manera, nos vimos conmovidos en distintas áreas de nuestra vida (rutina diaria, economía, relación con la familia, pérdidas de familiares). Esto podría producir un estado de incertidumbre y sensación de pérdida de control.

La Organización Mundial de la Salud informó una alerta sobre la necesidad de tomar recaudos para preservar la salud mental. A partir de esta crisis global causada por el COVID 19 se registró un aumento de dos patologías psicológicas: la ansiedad y la depresión.

Ahora bien, la ansiedad es vital para el ser humano, todos sentimos ansiedad. Hay situaciones en que necesitamos sentirla para estar alertas, por ejemplo, una mesa de examen final, conducir con mucho tránsito u obligaciones sociales importantes.

Pero también existe la ansiedad patológica, que se caracteriza por sentir temor extremo, y las preocupaciones perduran en el tiempo. La frecuencia e intensidad de este tipo de ansiedad suele interferir en la vida diaria.

Existen varios tipos de trastornos de ansiedad y cada uno tiene sus características principales. Algunos de ellos son: trastorno de ataque de pánico, trastorno de ansiedad generalizada, fobias especificas o ansiedad social. Estos trastornos van acompañados por distintos síntomas corporales, algunos de ellos son: taquicardia, ataques de llanto, falta de aire, insomnio, temblores.

Lo bueno es que, si estás pasando por algunas de estas circunstancias, existen tratamientos psicológicos que son eficaces para sentirte mejor. Está comprobado que la terapia cognitiva conductual tiene resultados positivos para mejorar la calidad de vida de personas que sufren este tipo de trastornos.

Si tenemos en cuenta la Biblia, el Salmo 55:22 nos dice que debemos entregar nuestras cargas al Señor, y Él se encargará de nosotros. Por lo tanto, podemos entender que estas cargas desequilibran nuestras emociones, entonces por supuesto que podemos sentir ansiedad como cristianos. El versículo no nos dice que vamos a tener una vida armoniosa o sin dificultades, sino que nuestro gran plus como cristianos es que podemos entregar nuestras preocupaciones al Señor.

Lic. en Psicología, recibida en la Universidad Nacional de Mar del Plata. Psicóloga en el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación. Cofundadora de Plano Norte, junto a su esposo Jonás Ranellucci (Lic. en Cs. de la Familia) brindan consultoría online y presencial referida a problemáticas familiares y vinculares.