Cuando los prejuicios nos hacen perder el foco exegético. Las diversas construcciones teológicas son el resultado de la labor de exégesis sobre el texto bíblico. El inconveniente que sobresale a lo largo de la historia de la iglesia, es que se realiza en ocasiones, un trabajo de interpretación que tiene como base prejuicios y preconceptos.
A partir de esta práctica, se cometen recortes, a fin de sostener aquello que quien “interpreta” necesita que el texto diga… Esto es muy peligroso, ya que se le hace decir a la Palabra de Dios, aquello que nunca dijo.
Como consecuencia de esta práctica, las doctrinas son puestas en marcha, reproducidas, multiplicadas; pero cuando se apela a una exégesis despojada de preconceptos, los resultados no son los mismos.
“El recorte de pasajes es una práctica muy común, deslindada de todo compromiso con la verdad plena del texto”.
¿Cómo se pone de manifiesto esta práctica? sosteniendo como verdades absolutas, principios extraídos de una lectura sesgada. A esto, hay que ponerlo en cuestión, ya que es la base para muchos actos de discriminación que se alejan de las manifestaciones de amor que el Señor espera de sus hijos.
Un ejemplo de esta práctica de “recorte a conveniencia” es la que demoniza los tatuajes y en consecuencia a los tatuados. Por algún tiempo no fue un debate, pero últimamente están de moda, y esto puso sobre el “tapete” la cuestión nuevamente.
Existe toda una doctrina respecto al tema, sobre la base del único versículo (con dos paralelos) que habla de él o se acerca al mismo. Inicialmente es importante recordar que no se puede construir teología a partir de tan poco texto. Tampoco de aquello sobre lo cual no se pueda realizar un hilo de comprensión neotestamentaria.
Levítico 19:28 es el “caballito de batalla” para juzgar a los tatuados. Tiene un paralelo parcial en Levítico 21:5 (solo la parte a; que menciona los rasguños que se realizaban como ofrenda a los dioses) y Deuteronomio 14:1 (también solo se menciona el “sajar” es decir cortarse, lacerarse; a causa de muertos). Estos son los únicos pasajes en toda la Biblia, que se expiden en conceptos cercanos a la práctica del tatuaje actual.
Hay muchas cuestiones para trabajar; por ejemplo, el contexto en el cuál se menciona; ya que un versículo debe ser analizado en ese marco. La perícopa, la línea de pensamiento, el argumento.
Luego, es pertinente comprender al versículo como inmerso en el encuadre de las leyes contra las prácticas y ritos paganas en el Antiguo Testamento. Y es aquí donde el análisis requiere la seriedad necesaria para despojarse de prejuicios. Si hoy juzgamos la práctica del tatuaje con base en este versículo, en el marco de aquella ley de Levítico…hay mucho más para prohibir entonces.
Ya se dijo que estas leyes se dan en un marco particular; para el pueblo de Israel, teniendo como meta que no copien las prácticas paganas y vivan como un pueblo diferente. Este es el contexto del versículo en cuestión. El capítulo dicta muchas leyes; de las cuales hoy día solo se pone “el dedo acusador” sobre las señales en el cuerpo.
En Levítico 19, encontramos en el versículo 3 que sostiene el respeto por el día de reposo (es decir no realizar ninguna tarea el sábado); el versículo 16 que prohíbe el chisme (lo que muchas veces se hace acerca de quien se tatúa); el 19 prohíbe que se use ropa que no sea ¿¡100% algodón!?.. “no te pondrás vestidos con mezcla de hilos” (estaba prohibido mezclar lino y lana).
Así llega el versículo 27 que prohíbe las tonsuras, es decir rasurar una parte de la cabeza; también que se corten la punta de la barba (ni pensar en quitarla). Luego se presenta en el versículo 28 la ley acerca de cortarse el cuerpo, imprimirse marcas por los muertos. Podría argumentarse que la última parte del versículo no menciona a los muertos, aunque esto difiere según la versión; pero la pregunta se hace presente de todas formas:
¿Cuál es el fundamento para sostener una cosa como pecaminosa y otra no?
Las versiones más actuales del texto, “traducen” la palabra hebrea para “señal”, como “tatuaje” una palabra que no existía en ese período histórico; ya que el término llegó al español del inglés tattoo; que a su vez tiene su registro inicial en Tahití en el año 1769 D.C. Allí los preconceptos…
Es más, la mayoría de los comentaristas remarcan “podría tratarse aquí de lo que se conoce como tatuaje”. ¿Y las otras prohibiciones? ¿Por qué se apela a la literalidad solo en el caso de la “señal en el cuerpo en todo caso”? Todo lo mencionado es parte de la misma ley.
A esta altura, se pueden argumentar otras cuestiones; por ejemplo: En el Nuevo Testamento (1 Corintios.3:16,17 ) se enseña a cuidar el cuerpo porque es templo del Espíritu Santo, ¡y esto es verdad!!. Un tatuaje puede ocasionar una alergia, hasta una patología más severa.
Pero…Sobre esa base, puede juzgarse a quien se tatuó, mientras se mastica una comida llena de grasa, teniendo el colesterol por las nubes, o se disfruta un postre teniendo altos niveles de azúcar en sangre. Se puede juzgar mientras no es posible subir una escalera por el ¡sedentarismo extremo! Eso también es descuidar el Templo, en todo caso, de la misma forma que imprimirse una marca en el cuerpo.
Tal vez, deberíamos suspender el juicio; hacernos algunas preguntas para poner en práctica lo que el evangelio nos enseña: antes de juzgar la paja del otro; mirar nuestras vigas…Dios nos inunde de amor real, de un compromiso con el estudio de la Palabra que nos aleje de los recortes faltos de contenido y sustento teológico sólido. Que podamos extender su gracia, así como la hemos recibido.