Un anciano pastor, en una remota iglesia de pueblo, cada vez que le daba la oportunidad a uno de sus obreros de predicar por primera vez les pedía que predicaran de la parábola del sembrador (Mt.1:1-9).  

Eso se debía a que esta historia cuenta con su respectiva explicación unos versículos más adelante (Mt.13:18-23), aspecto con que no cuenta la mayoría de las parábolas de los Evangelios. Aun así, a veces eso no es garantía de una correcta interpretación.

Si consideramos las pautas para interpretar correctamente la parábola veamos primero la ocasión: Jesús sentado en la barca, a orillas del mar de Galilea, comenzó a hablarle a toda la gente que allí se había reunido (Mt.13:2), sin embargo, él era consciente, y sus discípulos también, de que no todos entendían lo que decía (Mt.13:10-17) cumpliéndose en los oyentes que no querían entender las características de Israel en tiempos del profeta Isaías (Is.6:9-10): oían sin entender, veían sin percibir y con un corazón insensible no creían.

El mensaje central de la parábola: de cada oyente depende el terreno donde caiga la semilla, es decir, la Palabra de Dios. Dicho de otro modo: “el resultado de oír el Evangelio, siempre y en todo lugar, depende de la condición del corazón de aquellos a quienes es dirigido. El carácter del oyente determina el efecto de la palabra sobre él”.

Despejado el mensaje central, veamos los detalles comunes y diferentes: un solo sembrador, en este caso Jesucristo. Una misma semilla, en el caso de esta parábola se refiere a la palabra de Dios; y cuatro terrenos diferentes donde cae esa semilla, con cuatro resultados distintos.

Si unimos la parábola con su explicación podemos llegar a las siguientes relaciones:

Semilla cayó junto al camino,
El que oye la palabra del reino y no la entiende   
semilla cayó junto al camino 
viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón
Semilla cayó en pedregales 


El que oye la palabra y al momento la recibe con gozo;
brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra; pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó.
pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza
Semilla cayó entre espinos;
El que oye la palabra,
los espinos crecieron, y la ahogaron. 
pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa.
Semilla cayó en buena tierra,  

El que oye y entiende la palabra,
dio fruto cuál a ciento, cuál a sesenta y cuál a treinta por uno.
da fruto; y produce a ciento, a sesenta y a treinta por uno.

La semilla en el camino representa al corazón que escucha sin entender y por eso no responde a lo que Dios le exige, se ha hecho tan insensible que ni siquiera se da cuenta en qué momento el malo quita de él la palabra escuchada. Corazón insensible.

La semilla que cae entre pedregales crece pronto, es el corazón que reacciona rápido, que muestra aparentes cambios, pero son breves porque las aflicciones y los sufrimientos superan su falta de profundidad, conocimiento y fe, por lo tanto, pierde rápido lo que rápido obtuvo. Corazón impulsivo.

La semilla que cae entre espinos crece, pero solo hasta donde los afanes, el amor a las riquezas y su engaño intrínseco se lo permiten. Admite que la realidad de lo material y la cultura mundana pueda más que la palabra oída, por eso no puede dar frutos. Corazón materialista. 

La semilla que cae en buena tierra es la que da fruto, representa a quien no solo oye, sino además entiende la Palabra de Dios y eso genera cambios graduales pero profundos, sostenidos en el tiempo y transformadores. Corazón bien preparado.

Para finalizar con la aplicación de lo aprendido en esta parábola resta decir que el tipo de terreno en que cae la Palabra de Dios depende de cada uno de los oyentes, eso es absolutamente personal y conlleva una responsabilidad individual ante el sembrador y su semilla.