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El amor en los tiempos del coronavirus

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Emulando el título de la gran obra de García Márquez (El amor en los tiempos del cólera),el amor en estos tiempos se ha visto desafiado. La tasa de solicitudes de divorcio ha llamado la atención en diferentes países. Se ha puesto a prueba la capacidad de convivir que no es otra cosa que “vivir con … otros”.

Los cambios que se nos vinieron encima llevaron a muchos al extremo de la paciencia. No todos son beneficios cuando hablamos del home working (trabajar desde casa). Esta modalidad de trabajo puede tener su encanto como su desencanto.

Está bueno poder ir a trabajar en pantuflas y pijamas, pero la realidad supera la ficción cuando la familia sabe que mamá está en casa 24/7. Hay un atractivo especial en la comodidad de saber que mamá puede hacerlo porque en realidad está trabajando, pero está en el living o en el cuarto.

pandemia
Crédito: Freepik


Y aunque somos mujeres todoterreno nos encontramos con muchas obligaciones que no teníamos. Charlas por Zoom que nos exigen estar al menos maquilladas y peinadas,cambiándonos, aunque sea de la cintura para arriba.
Muchas de esas clases o reuniones se ven interrumpidas por niños que lloran o hermanos adolescentes peleando entre sí. Y no dejemos de citar a los esposos que también están reinventándose en tiempos pandémicos.

Todos nos ajustamos y queremos lo mejor, pero el carácter es probado de manera diferente.

Sin lugar a duda podemos decir que es algo nuevo. Al menos desde la última pandemia mundial, llamada “gripe española”, nadie había vivido una situación como esta. Y merece que lo tengamos en cuenta cuando estemos al borde del “desborde” si me permiten la redundancia.
Más que nunca necesitamos calmarnos. Había una publicidad argentina que decía: “Me tomo cinco minutos… me tomo un té”. Aunque parezca simple, encierra una gran verdad: la necesidad de tomarnos pequeñas pausas que nos ayudan a ver las cosas desde otra perspectiva.

Sin lugar a duda podemos decir que es algo nuevo. Al menos desde la última pandemia mundial, llamada “gripe española”, nadie había vivido una situación como esta. Y merece que lo tengamos en cuenta cuando estemos al borde del “desborde” si me permiten la redundancia.

Más que nunca necesitamos calmarnos. Había una publicidad argentina que decía: “Me tomo cinco minutos… me tomo un té”. Aunque parezca simple, encierra una gran verdad: la necesidad de tomarnos pequeñas pausas que nos ayudan a ver las cosas desde otra perspectiva.

Algunos tips para tener en cuenta en este tiempo especial:

1. Recordar que todo pasa. Esto no será la excepción

Cuando estaba por casarme tenía tanta ansiedad con los preparativos previos que no podía disfrutar como quería esa bella etapa. Una compañera de estudios un día me dijo en tono de broma: “¡Todo llega y todo pasa, tranquila!”. Fue un comentario acompañado de risas, que no he olvidado jamás. Tal vez no sabe que lo sigo recordando, pero me ayuda cuando hay algo que me insume tiempo y esfuerzo. Pienso lo mismo. No debo preocuparme al extremo porque esto también pasará.

2. Valorar la bendición de las posibilidades 

Tenemos posibilidades que muchos desean. Es posible que escuchemos niños jugando o gritando porque en la casa tenemos esa bendición. Tenemos cosas que limpiar u ordenar porque tenemos muebles, utensilios, ropa, etc. Elementos de los cuales carecen muchísimas personas. 

El otro día miraba un documental sobre los refugiados climáticos quienes han tenido que dejar sus hogares ya que por diferentes razones hoy son zonas inhabitables. Recuerda que no todos hoy tienen una casa, un lugar, una familia. ¡Amiga, tenemos mucho para valorar!

3. Tendremos cosas para contar y compartir que nos permiten aprendizajes para la vida

Cuando hablamos con otras personas que necesitan un consejo o una palabra de aliento   muchas veces hacemos referencia a experiencias vividas. Y somos escuchadas por, justamente, eso que vivimos o logramos atravesar. Poder extraer enseñanzas para la vida es una oportunidad que Dios nos da de adquirir sabiduría.   

4. Redireccionar los enojos y tratar de pensar la situación desde diferentes ángulos y miradas

Es algo que aprendí con mis niños pequeños y también aplicamos con mi esposo. Hubo un tiempo particular que me enojaba al cansarme y me costaba manejar ese impulso. Pedí a Dios que me ayudara a procesar mis emociones. Me di cuenta de que cuando salía a caminar un rato, volvía más tranquila y podía hablarlo de otra forma.  El reto o corrección de los niños debe ser con firmeza, pero el enojo nunca es un buen consejero. Uno puede herir con las palabras. Lo mismo ocurre en un matrimonio. Hablando de buena manera podemos lograr más.

Sin lugar a dudas el amor puede verse probado, pero si es amor real pasará la prueba.

 “Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor. Pero la más excelente de ellas es el amor” (1 Corintios 13:13).

La violencia en sus distintas formas

violencia
manipulacion

Es necesario entender que, si bien las diferentes formas de violencia pueden darse de manera separada, suelen coexistir.

¿Cuántas veces hemos escuchado en el noticiero historias de mujeres que sufren violencia por parte de su pareja? Y a la mayoría, lo primero que se nos viene a la mente es “Gracias a Dios a mí no me pasa”. Y quizás tengas razón, quizás no tengas una pareja que te zamarree, o que te haga una lesión que implique ir a un hospital, pero déjame decirte algo: esas conductas son la conocida punta del iceberg.


¿A qué me refiero? Pensemos en el famoso iceberg de la película Titanic. Si nos guiamos por la parte del hielo que se dejaba ver, había una mínima posibilidad de esquivarlo, pero aun así, esa inmensa estructura de hierro se hundió, ¿Por qué? Porque la realidad es que el iceberg era mucho más grande y profundo de lo que se dejaba ver. Así mismo sucede con la violencia, lo visible (marcas, golpes, incluso la muerte) es la consecuencia de un trasfondo mucho más complejo.


La violencia hacia la mujer se define como:
“conducta, acción u omisión, que, de manera directa o indirecta, (…) afecte su vida, libertad, dignidad, integridad física, psicológica, sexual, económica o patrimonial como así también su seguridad personal”. (Ley de protección integral a las mujeres 26.485). Implica una desigualdad de poderes en la que hay sometimiento y control. Es necesario aclarar que también puede darse en las relaciones con los otros miembros de la familia.

podemos dar cuenta que no necesariamente tiene que haber evidencias físicas, sino que la definición engloba muchos más aspectos.

Tanto en mi lugar de trabajo como en otros ámbitos me he encontrado con mujeres que expresaban “mi marido no es violento, nunca me levantó la mano”. Sin embargo, al profundizar un poco más, reconocían que en repetidas oportunidades las insultaban, descalificaban, burlaban, etc. “Ves que no servís para nada” “¿Sos tonta?” entre otras aún más hirientes. Esta degradación constante lleva a una pérdida de autoestima y respeto por una misma lo que termina logrando un mayor sometimiento. A esto se le llama violencia psicológica o emocional. Es la más tolerable y menos visible, sin embargo, es una de las más frecuentes y dañinas.

Créditos: Pexels


Existe otra manifestación de violencia que sucede con frecuencia pero de la cual mucho no se habla. Algunas no se animan por vergüenza, o simplemente no se lo cuestionan, lo acatan. Estoy hablando de la violencia sexual. El ser presionadas (aunque sea nuestro marido de hace 20 años) a mantener relaciones sexuales, o practicar ciertas acciones con las cuales una se siente incómoda también es violencia.

Puede suceder que algunas tengan miedo de que, si se niegan, podrían “conducir” a sus maridos a la infidelidad, pero considero que cada uno es responsable de sus actos y que la Biblia es clara en relación al amor y al respeto entre la esposa y su esposo.

“Ustedes esposos, sean comprensivos en su vida conyugal, tratando cada uno a su esposa con respeto (…)” (1 Pedro 3:7). “…cada uno de ustedes ame también a su esposa como a sí mismo, y que la esposa respete a su esposo”. (Efesios 5:33)

Existen otros tipos de violencia en las que sus manifestaciones se dan de manera sutil y pueden no generarnos ningún tipo de alerta. Así sucede con la violencia económica y la violencia social. En el primer caso, lo que puede comenzar siendo un acuerdo en la organización familiar puede terminar en un abuso de poder.


Es muy común que, dentro de un grupo familiar, haya división de roles en la que uno se ocupe de los quehaceres de la casa y de los niños, mientras que el otro trabaje fuera del hogar para generar ingresos económicos. Cada familia se organiza de acuerdo a los recursos (económicos, humanos, etc) con los que cuenta y eso permite su funcionalidad.


Pero puede suceder que aquel que genera el dinero comience a tomar decisiones financieras de manera independiente o a controlar gastos y restringir el uso del dinero del otro.

Tengamos cuidado de no pensar que nuestra pareja tiene ese “derecho” por ser el proveedor de la casa.

Y en el caso de la violencia social, el agresor busca debilitar la red de apoyo psicosocial de la mujer (familia, amigos). Si bien existe el extremo de prohibir ir a trabajar, o asistir actividades sociales, como dije antes, inicia con conductas sutiles en las que ese debilitamiento de lazos es progresivo. Frases como: “tus amigos no me caen bien”, “mejor no vayamos, sabes que no me llevo bien con tu hermano” suelen aparecer. Es muy importante que podamos tener relaciones fuera del ámbito de nuestra familia en las cuales apoyarnos y fortalecernos.


Si bien existen otras formas de violencia hacia la mujer, quise centrarme en aquellas que son más frecuentes en una pareja. Aunque esta información puede resultar un tanto abrumadora, dejame decirte que conocer nos empodera, nos permite pararnos desde otro lugar y darnos cuenta que no estamos solas en esto. Te invito a que puedas tomarte un tiempo y pensar cómo es la relación con tu pareja, o si te sentís identificada con algo o quizás con todo de lo que leíste.

El primer paso hacia la restauración es reconocer que algo no “anda bien” y es necesario modificarlo.

Creo en un Dios que tiene el poder para transformar familias y revestirlas con su amor. Pedí ayuda y buscá su guía para abrir posibilidades de transformación.

AGOTAMIENTO:La gota que colmó el vaso

agotamiento
mujeres

Estallamos cuando hay una constante en nuestro día a día: dar demasiado y recibir muy poco. Esto produce agotamiento.

Muchas veces asumimos un sin número de responsabilidades, estamos disponibles para todos, nos pasamos la vida haciendo felices a los demás y nunca es suficiente. Entonces, el pasado nos visita sin que lo llamemos y retumban en la mente frases como: “Toda la vida tuve que se madre de mi madre, estoy agotada”; “Entregué todo por mis hijos y ni me valoran”; “Me siento invisible”.


Como resultado de esa entrega constante, y hasta desmedida, aparece el nerviosismo y la irritabilidad. Estamos hipersensibles ante todo cometario. Sentimos que perdemos el control y reaccionamos con un estallido emocional por nimiedades, cosas sin importancia a las cuales en otro momento ni siquiera les hubiéramos prestado atención.


La gota que colma el vaso no es, generalmente, un acontecimiento muy importante, pero sí es determinante porque saca a relucir lo mucho que hemos aguantado situaciones que nos sobrepasan.

¡¿Que?! ¿Agotada yo?

¡Sí, estoy agotada! Todas podemos agotarnos psicológicamente por estar sometidas a vivencias estresantes, a demasiados cambios en muy poco tiempo, a las demandas continuas y a determinadas características de personalidad que lo propician.


Muchas somos hipersensibles y asumimos los problemas de los demás como propios, sin ser capaces de establecer una distancia psicológica de protección. También solemos caer en asumir un exceso de responsabilidad por creer que los demás no sabrán hacer las tareas o no estarán a la altura, entonces, nos sobrecargamos por no delegar. Asumo con facilidad mi perfeccionismo cotidiano. Nos exigimos mucho a nosotras mismas, tendemos a fijar expectativas muy elevadas que nos consume demasiado tiempo para su concreción y entonces nos amargamos.

Nos exigimos mucho a nosotras mismas, tendemos a fijar expectativas muy elevadas que nos consume demasiado tiempo para su concreción y entonces nos amargamos

Cuando evaluamos con rigidez nos generamos ansiedad, miedo al fracaso y hasta depresión. ¡Las invito a buscar ejemplos cotidianos de estas características en su vida! Cuenta la historia bíblica que Esaú había estado cazando y probablemente sin comida durante un par de días. El agotamiento físico y hambre extrema lo llevó a cometer un grave error, tomar una decisión que le cambió la vida:

Un día, cuando Jacob estaba preparando un guiso, Esaú llegó agotado del
campo y le dijo: —Dame de comer de ese guiso rojizo, porque estoy muy
cansado. (Por eso a Esaú se le llamó Edom).
—Véndeme primero tus derechos de hijo mayor —le respondió Jacob.  
—Me estoy muriendo de hambre —contestó Esaú—, así que ¿de qué me sirven
los derechos de primogénito?  
—Véndeme entonces los derechos bajo juramento —insistió Jacob.
Esaú se lo juró, y fue así como le vendió a Jacob sus derechos de primogénito.
—Génesis 25:29-33

El agotamiento llevó a Esaú a no medir consecuencias, tomar decisiones apresuradas y dinamitar su futuro. Cuando estemos agotadas y en necesidad, debemos reconocer nuestras debilidades, ser conscientes de nuestras propias limitaciones y posponer decisiones hasta que hayamos recuperado nuestra fortaleza para luego no lamentarnos.

¿Qué hago? ¿Cómo sigo?

Ante todo, admitir lo que te está sucediendo. No permitir que el agotamiento psicológico se perpetúe y devore nuestra salud mental y física. Aprender a priorizar, teniendo en cuenta no solo las cosas que parecen ser urgentes, sino también aquellas que más nos apasionan y nos brindan satisfacción.

Muchas veces, nada grave sucede si nos equivocamos, si las cosas no salen perfectas o si las aplazamos. Dejemos de recriminarnos y criticarnos duramente y seamos menos exigentes con nosotras mismas. Es importante actuar en positivo, en acción, no en reacción. Desconectar y alejarnos, aunque sea por un período breve de tiempo de aquello que sobrecarga la mente.


es necesario guardar al menos media hora para la higiene mental, hacer actividades que desbloqueen las preocupaciones
y el estrés diario.

Por ejemplo: actividades que nos gusten, que sean divertidas para cada una como leer, ver una película, escuchar música, tomar una taza de café… Permitirnos en esos momentos navegar en las líneas de la novela, en las calles donde transitan los personajes de aquella película y hasta permitirnos cantar y bailar. Quizá, conectarnos con el perfume del café, con su temperatura y recordar así el abrazo de una amiga, de un ser querido y del Padre Eterno.


Como dice el profeta Isaías: “Él fortalece al cansado y acrecienta las fuerzas del débil. Aun los jóvenes se cansan, se fatigan, y los muchachos tropiezan y caen;   pero los que confían en el Señor renovarán sus fuerzas; volarán como las águilas: correrán y no se fatigarán” (Isaías 40:29-31, énfasis añadido).

Por último, es cierto que los cambios no son mágicos y llevan tiempo y trabajo. Pero tengo una buena noticia: aquello que hoy hagamos por modificar nuestra vida, mañana lo cosecharemos en paz y fortaleza. Ninguna carga es para siempre si Dios está en nosotras.

¡SI! SOMOS UNA FAMILIA DE DOS…Y DOS PERROS

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familia

Estamos casados hace exactamente catorce años. Y casi la mitad de nuestro matrimonio hemos estado intentando ser una familia “convencional”, es decir, con hijos. Nuestra vida sin hijos se divide en dos etapas. 
La primera, la más difícil, el intentarlo todo incluyendo numerosas visitas al médico, luchar con diferentes diagnósticos, pasar noches sin poder dormir y alguna que otra pelea por la misma presión que, sin darnos cuenta, nosotros mismos nos poníamos.
Mucha gente nos quedaba viendo como que algo nos faltaba, y aún hoy sentimos esas miradas.

Ciertamente eso no sumó nada positivo a nuestra vida. También en las redes sociales nos han dicho frases como “Si no tienen un hijo nunca sentirán el verdadero amor” o “Laurita, si no tienes un hijo Santi los buscará por otro lado”. ¿Pueden creerlo?
Llegó un momento clave cuando, pese a no tener más energía, nos pusimos firmes y soltamos la carga. Desde entonces nos empezamos a concentrar en hacer todo lo que no podíamos si lo tuviéramos a mano.

A dedicarle tiempo a nuestra relación, a viajar, a tener proyectos que demandan tiempo y arriesgarnos a ayudar a otros en la misma situación.

Ahí fue cuando comenzamos con la segunda etapa, que es la que estamos viviendo actualmente. Está llena de agradecimiento y de paz, pero lo que más nos sorprende es que muchos nos observan y piensan que estamos sin fe o perdimos la confianza en Dios. Incluso, hay quienes piensan que somos egoístas por no tener el deseo de adoptar. 
Algunos nos quieren alentar y nos dicen: “No se rindan, el milagro llegará”, o nos cuentan historias de otros que pasaron por lo mismo. Esos comentarios, que muchas veces vienen de personas que nos desean lo mejor de su corazón, nos han hecho comprender que no todas las familias son iguales.



Viviremos cada día con lo que Dios nos ponga en el camino

Nuestros planes pueden ser de una manera, pero Dios puede tener otra idea y saber eso ya es suficiente para nosotros. La paz con el tema de los hijos viene cuando sientes que el Señor está en completo control y que lo que Él ya te dio es lo que necesitas.


Y cuando sucede que ya no existen los reclamos, y no hay lugar para la insatisfacción, nos convertimos en una familia de dos y dos perros. Quizás, para algunos no parezcamos ser una familia “convencional”, pero somos felices y con eso es suficiente para ver a Dios obrando en nuestra vida. Su plan es que seamos plenos en Él, y en eso estamos.


Creemos que no nos falta nada, estamos perfectamente incompletos. No es el plan que teníamos cuando nos casamos, pero tampoco es un mal plan. Por las noches hemos tenido largas conversaciones sobre esto y llegamos a este pensamiento:

“Vamos a vivir cada día con lo que Dios nos ponga en el camino y si llegan los hijos está bien, seremos muy felices y los disfrutaremos; pero si no es el caso vamos a disfrutar muchas otras cosas que a lo mejor no haríamos si fuéramos padres”. 

A veces la gente se dice a sí misma “Es lo que me tocó”, como si la vida fuera a la suerte, como una repartición de cartas. Pero no lo es. Tu vida está perfectamente orquestada por el Señor, y si hay algo que consideras malo o que no te conviene también está incluido en el diseño original. Cada pelo está contado por Dios, Él tiene tu vida escrita y nadie puede borrar ni una coma de tu historia.

Si vives con Él, comenzarás a ver la vida de esta manera y podrás confiar en el plan que tiene para ti. Así que, a no desesperarte, deja que todo fluya y no sigas luchando contra la corriente de Dios. Nuestro día a día no es perfecto. Existen días en los que sentimos la necesidad de explicarnos, y no entendemos lo que nos tocó vivir. Pero cada una de estas situaciones pueden servir para dos cosas: alejarnos como pareja o acercarnos aún más.


Cuando el lazo se fortalece, todo lo que vivimos vale la pena. Con hijos o sin ellos, aprendimos a ser una familia cada vez más fuerte. Y entendimos que nuestra vida juntos es una bendición tal y como es ahora. Nos tenemos el uno al otro y estamos listos para lo que depare el futuro, porque lo que tenemos juntos, para hoy, es suficiente.

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