“Mientras que podemos fundar congregaciones organizadas y actividades religiosas, no podemos esperar tener la presencia de Dios sin orar”.
Si hace tiempo llevamos un largo tramo en el camino del cristianismo, puede que por “gajes de oficio” hayamos llegado a una rutina de oración que –lejos de parecerse a una guerra espiritual donde los violentos son los que arrebatan (Mt. 11:12)– termina siendo un protocolo insípido carente de significado alguno (y mortalmente aburrido, para variar). La pastora y escritora estadounidense Sue Curran trae ante nosotros un panorama bastante desalentador para su nación que muy bien podría ser el mismo retrato de otras iglesias alrededor del mundo: tenemos templos cada vez más grandes, y paradójicamente, cada vez más vacíos de la manifestación de Dios.
“¿Qué tienen que enseñarnos estos cristianos de otras naciones que marcará una diferencia en nuestra cultura secular, que se ha vuelto al hedonismo y a las filosofías ateas en una proporción alarmante?” Es lo que se pregunta la autora, quien a su vez encuentra respuesta a través de testimonios tomados de predicadores residentes en la otra mitad del mundo y su propia experiencia personal recolectada de sus viajes ministeriales. Sue concluye su premisa con lo siguiente: durante los últimos treinta años el avivamiento espiritual ha girado en torno a las naciones “tercermundistas,” mientras que en otros países más “estables” como los Estados Unidos ha permanecido en un estancamiento que declina hasta la deserción.
“Tenemos grandes edificios y muchos programas pero todavía ningún mover de Dios. Tenemos más ministros capacitados y más universidades bíblicas que ninguna otra nación pero ningún avivamiento” ~Kevin Turner, ´Why Isn’t the American Church Growing?´
Utilizando una analogía bastante cercana para nuestros días, podríamos decir que la falta de oración es como una epidemia en las iglesias que no reconoce fronteras. En este clásico de la literatura cristiana Sue Curran nos trae una esperanza para quienes, desalentados y decepcionados, estamos estancados en un paradigma religioso que nada puede producir más que apatía y frustración espiritual.
“No es que seamos incapaces o que las personas en estas otras naciones sean «mejores» que nosotros. Es una estructura de la mente -nuestra mentalidad- la que nos inhibe.”
La oración no debe ser una experiencia ocasional sino un estilo de vida constante e intencional. ¿Cómo es posible desencadenar hambre y pasión por nuevas dimensiones de oración en nuestras congregaciones y propia vida personal? La respuesta es más sencilla de lo que nos gustaría: orando. Y los testimonios registrados en esta obra no nos dejan espacio a dudas. Dios responde siempre que oiga un corazón volcado hacia Él, y se ausenta cuando intentamos llegar mediante fórmulas humanas.
«¡Dejen esta manera occidental de orar!» ~Arzobispo Nicholas Duncan-Williams
Retomando el concepto de “la cuarta dimensión” extraída de las enseñanzas del ya fallecido ministro Yonggi Cho, la autora involucra a la oración como sustancia única e imprescindible para la manifestación de los Cielos en nuestros días. La oración trasciende nuestros sentidos e intelecto. No niega la realidad, sino que la supera, mostrándonos cómo Dios ve las cosas, y cómo pueden llegar a ser si tan solo nuestras palabras muestran estar llenas de confianza hacia Él.
El poder de la oración verbalizada, la necesidad de una oración ferviente, el principio de orar La Palabra de Dios y la autoridad de las declaraciones proféticas son algunas de los principios que este libro enseñará. Y esto no proviene de una mera estrategia argumentativa, sino que, con soporte bíblico e historias reales de cristianos alrededor del mundo, demuestran ser la catálisis de un avivamiento sin precedentes que traerá el Reino de Dios en la Tierra como nunca antes hemos visto ni oído.