“Él, por su parte, solía retirarse a lugares solitarios para orar”. Lucas 5:16 NVI
Quiero invitarlos a que juntos pensemos: ¿Cómo son nuestros tiempos de oración? ¿Cómo o qué hacemos desde el momento en que cerramos la puerta y decidimos separar un tiempo para orar? La idea es poder hacer cada uno de nosotros una revisión interna, una introspección, con el fin de colaborar para crecer en Él y conocerle más.
Como hijos de Dios, damos por hecho que vivimos una vida de oración y que estamos en comunión con el Espíritu todo el tiempo, sin embargo, imperiosamente necesitamos detenernos para tener nuestros tiempos de oración. Cada vez parece haber menos tiempo disponible, aunque tenemos tiempo para las redes sociales, para las maratones de series de Netflix, y parece, solo parece, que ya no hay tiempo. Aunque el Señor nos anhela y nos ama, Él no necesita nuestros tiempos, nosotros si. Todo está intencionalmente preparado para distraernos, para que no meditemos en su Palabra, para que no lo contemplemos, en definitiva, para que no lo conozcamos más ni prestemos atención a lo que Dios quiere hablarnos.
En reiteradas oportunidades aparecen y escuchamos ciertas excusas, como por ejemplo: “el Señor a mí me habla en todo momento”. Esto es real, claro que sí, pero más que nunca, hoy necesitamos seguir separando tiempo para la oración.
«Los tiempos de oración de Jesús eran tiempos para oír al Padre y buscar Su voluntad, porque Él vino a eso, no hizo otra cosa ni tenía otro interés que el hacer la voluntad de Dios».
Lito Choda
Después de esta breve reflexión, vuelvo a plantear: ¿cómo son nuestros tiempos de oración?
La palabra de Dios nos enseña a orar en todo tiempo, esto significa, nada más y nada menos, que “orar en todo tiempo”. Pero más allá de que el espíritu que habita en nosotros, es un espíritu de oración, nosotros necesitamos “cerrar la puerta” sin que nadie nos moleste, incluso apagar el celular, para poder, simplemente estar en silencio delante de Él y con Él.
Muchos hijos de Dios lo que hacemos es tener una lista de oración, oramos, clamamos, volcamos nuestras peticiones y ruegos, de hecho, la palabra de Dios lo enseña, pero creo firmemente que, en vez de ir con una lista de oración (lo cual no está mal), lo que necesitamos es comenzar a hacer silencio delante del Señor para contemplarle, oírle y obedecerle.
A nuestros hijos les enseñamos a orar, y lo aprenden también en la escuela dominical y en los diferentes ministerios con los niños, que orar es hablar con Dios. Y lo que ocurre es que repetidas veces lo único que hacemos es hablar y hablar y seguir hablando, y lo que menos hacemos es oírlo. De hecho, para tener un diálogo se necesitan dos personas, que ambas hablen y principalmente escuchen. Infinidad de veces nos ponemos a orar en “modo piloto automático” o vamos a orar porque nos sentimos obligados porque ”tenemos que hacerlo”, y sabemos que es muy importante la disciplina, pero olvidamos que lo más importante es el disfrute en la oración. Incluso los predicadores oramos específicamente para “pedirle una palabra para la iglesia”, en lugar de disfrutarlo- Podría decirse que hay algo de una conveniencia implícita en nuestra oración. La pregunta es: ¿realmente estamos disfrutando nuestro tiempo de oración, o termina siendo una carga o una obligación en base a la función que tenemos que cumplir?
Corremos el gran riesgo de orar porque sabemos que “tenemos que orar”, yéndonos sin haberle oído, y continuamos en “piloto automático» el resto del día, e inclusive la semana. Hay una imperiosa necesidad de poder conocer la agenda del Padre. Jesús jamás hizo nada por su propia voluntad, Él dijo “no he venido hacer mi voluntad, sino la del que me envió”. En los evangelios existe esta frase que se repite: “y despedida la multitud (refiriéndose a Jesús), se fue al monte a orar”, “y estaba allí solo”. A Jesús no lo vemos orando por los enfermos para que se sanen, sino que lo vemos sanando a los enfermos. Él daba órdenes y todo sucedía, tenía en claro la voluntad del Padre. Incluso los vientos y las tormentas le obedecían. ¿Dónde radicaba Su autoridad? Nunca hizo nada fuera de la voluntad del Padre, la cual conocía en oración.
Hoy en día somos tentados, entre otras cosas, a no permanecer en oración y somos expertos en excusarnos, y lamentablemente, nuestro tiempo de oración disminuye. Lo importante es estimularnos, fortalecernos unos a los otros, animándonos a la oración y por sobre todas las cosas a la dependencia del Señor. Así, nuestros tiempos de oración serán más efectivos cuando aprendamos a hablar menos y a oírle más, cuando dejemos de estar apurados, a las corridas, y aprendamos a detenernos, a silenciarnos, a reposar, y poder simplemente contemplarlo, disfrutarlo, amarlo, en definitiva conocerlo cada día más.
¿Qué les parece si nos tomamos un tiempo para pedirle a Él lo que quiere que oremos? Un cristiano maduro no ora únicamente en base a sus necesidades personales, no solamente tiene una lista oración, sino que aprende a orar por el espíritu y en el espíritu. De esta forma, nuestras oraciones serán más efectivas cuando dejemos de orar por nosotros y comencemos a oír lo que Él quiere que oremos, sabiendo que en Él estamos completos y que suple lo que necesitamos conforme a su propósito, y ésta es nuestra confianza en la cual reposamos, y que también nos abre a una mirada más amplia.
Él dijo que edificaría su iglesia, y Él está edificando Su iglesia en todo el mundo. El asunto fundamental aquí es que utiliza instrumentos para hacerlo y ésto nos incluye a cada uno de nosotros, sus hijos, quienes estamos convocados a ser parte vital en ello. Anhelo ser, y que todos lo seamos, esos instrumentos que Dios utiliza para la edificación de Su casa, para la edificación de Su cuerpo. Pero también debemos saber que no seremos instrumentos haciendo lo que nosotros queremos hacer, orando de acuerdo a nuestras necesidades y no a la suya. La iglesia de Cristo será edificada cada vez más, al crecer en dependencia de Él, cada día sabiendo lo que quiere.
En definitiva, nunca se trató de nosotros, siempre se trató de Él. Siempre se trató de la voluntad del Padre, por eso es tiempo de dejar de lado nuestras necesidades para enfocarnos en “Sus necesidades”, y Él desea, Él anhela que su hijo sea visto en la tierra. Y, la única manera para que Él sea visto, es que cada vez haya menos de nosotros y más de Cristo.