El famoso pasaje de Proverbios 31:10-31, donde se elogia a la mujer virtuosa, comienza resaltando el valor y la estima de ella. Esto nos hace reflexionar preguntándonos cuánto creemos que valemos, cuán importante pensamos que son nuestras acciones, sean grandes o pequeñas.  

El mundo, la sociedad sin Cristo, tiene una escala para medir la importancia o valor de las personas, y sé que cada una de nosotras hemos hecho nuestra propia escala para medir y comparar.  Pero algo maravilloso que descubrimos en las Sagradas Escrituras es que toda mujer que teme al Señor y lo honra tiene un lugar en la familia de la fe para ser un canal de bendición. 

Dios no hace acepción de personas, dijo Pedro en casa de Cornelio, y esto lo vemos desde el principio. En el Antiguo Testamento vemos por ejemplo la valentía de Rahab. Una mujer de la vida, que no pertenecía al Pueblo de Dios y está dentro de los héroes de la fe en Hebreos 11. 

También vemos a Ester y su valor que trajo salvación a la nación judía; consideremos a Rut y su abnegación que la llevó a dar a luz al abuelo del rey David. Pensemos también en Débora, jueza y profetiza de Israel y tantas otras mujeres comunes y corrientes que reconocieron la importancia de las acciones grandes o insignificantes que Dios las llamaba a hacer.  

Estamos próximos a conmemorar el sacrificio de Jesucristo en la cruz y su poderosa resurrección.  Una y otra vez vemos su amor manifestado a la mujer durante su vida.  Una historia que revela su corazón se encuentra en Juan 4:4, donde nos dice: “Como tenía que pasar por Samaria…”. 

Si bien sabemos que estaba en su ruta de viaje, había un motivo superior: encontrarse con una mujer despreciada, juzgada, vacía por dentro y necesitada de afecto.  Y ella, sí ella, fue la que se convirtió en la evangelista que trajo a los pies de Jesús toda esa ciudad.

Con este breve, pero poderoso resumen de historias de mujeres de diferentes entornos, pasados, clases sociales y educativos tenemos suficientes evidencias de que el rol de la mujer dentro del Cuerpo de Cristo es único.  Quizás eres una ama de casa, criando a tus hijos; una joven que estás estudiando, preparando tu futuro; quizás estés en los años dorados de tu vida o seas una profesional. 

No sé en qué etapa de tu camino por la vida te encuentres, hoy quisiera desafiarte a que seas sal y luz de esta Tierra.  

Prepárate para servir

El Señor alcanzó tu vida y te salvó con el propósito de que alcances a otros con su amor, que seas esa cuerda humana que acerque a aquellos sin esperanza y sin Dios en este mundo. A todos nos ha sido encomendado el ministerio de la reconciliación y este es nuestro momento y oportunidad.  

Prepárate en oración y ayuno, medita y estudia la Palabra, vive una vida íntima de comunión con Dios y que sea evidente a todos los que te rodean en tus palabras, acciones y decisiones.  Sirve al Señor con tu profesión, habilidades y talentos. No podemos dimensionar el alcance que tendrá tu vida y servicio a Él.  

Quizás luchas contra el temor, la vergüenza, la timidez, el qué dirán o el rechazo.  Quizás luchas con argumentos como, no tengo valor, esto no es para mí, no tengo tiempo o no puedo. Hoy replico las palabras de Mardoqueo en Ester 4:14b “… ¡Quién sabe si no has llegado al trono precisamente para un momento como este!. 

¡No pierdas la oportunidad, sos importante y Dios está contigo! 

Hoy le pido al Señor que te de pleno conocimiento de su voluntad y conceda sabiduría y comprensión espiritual para que tu manera de vivir siempre honre y agrade al Señor.  Pido que tu vida siempre produzca buenos frutos y cada día sigas creciendo y conociendo más y más a Dios. También le pido al Señor que te fortalezca con su glorioso poder para que tengas la constancia y paciencia que necesites. Le pido al Señor que cada día tengas su gozo y vivas con acción de gracias a Dios, el Padre que te ama y cuida. 

Padre Celestial, hoy te doy gracias por cada mujer, gracias por los talentos, cargos y responsabilidades que les has confiado.  Te pido Padre que siempre busquemos y aprovechemos las oportunidades para glorificarte y anunciar el Evangelio. Ayúdanos a ser sensibles a la acción del Espíritu Santo en nuestra vida para guiarnos y dirigirnos a hacer tu voluntad. En el Nombre de Jesús, Amén.