Cada etapa de la crianza trae nuevos desafíos y aprendizajes para los padres que quieren acompañar a los hijos en el proceso de crecimiento. La finalización de la educación obligatoria del secundario, y la transición a una nueva etapa donde los chicos tienen la posibilidad de elegir qué hacer luego, es uno de esos.

Para los padres, este puede ser un tiempo de tensión, de preocupaciones, de dudas acerca de cómo y cuánto debo intervenir en las elecciones de mis hijos. ¿Le sugiero qué estudiar? ¿Mejor le ofrezco un espacio en mi negocio para que trabaje?

En ocasiones, estos interrogantes son trasladados a los hijos con la típica pregunta: “¿Ya sabes que vas a hacer?”, obteniendo como respuesta silencios o evasivas. El caso es que poder elegir qué hacer en el futuro, ya sea estudiar y/o trabajar a los 17 o 18 años, no resulta una tarea sencilla ni poco demandante para un adolescente que hasta ahora no tuvo más que seguir la propuesta escolar trazada año a año.

Por otro lado, no es menos complejo para los padres entender cómo manejar el tenso hilo de la dependencia- independencia, en un contexto que mucho tiene de desafíos y poco de certidumbres y garantías. Entonces, como padres podemos preguntarnos, ¿cómo puedo acompañarlos y guiarlos en el proceso de elección sin invadir ni imponer mis ideas y proyectos?

Orientación vocacional

En primer lugar, es importante entender que la finalización del secundario es un cierre muy significativo y movilizador para la mayoría de los chicos. Algunos no quieren dejar esa etapa porque se sienten seguros, acompañados por sus amigos y pares con quienes ya tienen profundos vínculos. Incluso para aquellos que no tuvieron buenas experiencias en el secundario, el pasaje a otra etapa es un cimbronazo de emociones.

Terminar implica saltar a lo desconocido, a la “responsabilidad” de la adultez, a decidir por ellos mismos, a forjar nuevos lazos de amistad y a adaptarse a otros contextos. Brindarles el espacio para compartir cómo se sienten, expresar sus miedos, dudas e interrogantes con una escucha interesada, atenta y comprensiva es una primera, y no menor, forma de acompañar.

En segundo lugar, los adultos tenemos que aprender a hacer buenas preguntas. Esas que ayudan al otro a pensar. Poco aporta la típica interpelación: “¿Qué vas a hacer el año que viene?”, o peor aún, “ ¿Todavía no te decidiste?”. En vez de buscar certezas, abramos interrogantes, ampliemos el panorama, permitamos la exploración, ayudemos a que los adolescentes se sientan confiados en este proceso que requiere mucha paciencia, trabajo, búsqueda y análisis sin juicios previos y mandatos establecidos.

Porque para elegir a conciencia, es necesario investigar de la misma manera.

Las buenas preguntas interpelan, favorecen que los chicos puedan conocerse más a ellos mismos y repasen su historia buscando esos puntos comunes que pueden ser puntapié para pensar en gustos e intereses.

En tercer lugar, podemos ayudarlos en la búsqueda significativa de información. Esto no significa hacer por ellos. Es muy importante que los chicos aprendan a distinguir entre una información confiable y una simple opinión. Que puedan interpretar aquello que leen y que desarrollen criterios de búsqueda que se ajusten a sus necesidades e intereses.

Si bien los adolescentes tienen un manejo fantástico de la tecnología, los sitios de las instituciones de educación superior no siempre son amigables con los chicos y ni hablar de entender un plan de estudios de carrera o un programa de una materia, por ejemplo. No siempre el acceso a la información implica hacer un correcto uso de esta.

En cuarto lugar, podemos brindarles espacios para experimentar y ensayar futuros roles sociales. Esto implica poder darles el espacio para asumir responsabilidades y tareas del mundo adulto, sin imponer la elección pero permitiendo que la experiencia haga su curso en despertar intereses, generar inquietudes, otorgar trayectoria y moldear el carácter. Los primeros trabajos generalmente llegan a través de contactos que sin duda nosotros, los adultos, podemos generar.

Elegir algo para toda la vida es indudablemente una carga demasiado pesada para cualquiera de nosotros y aún más para un adolescente que entre otras tantas cosas, está figurándose quién es y quién quiere ser.

Acompañarlos con amor implica entender primero, y transmitirles después.

No se trata solamente de elegir una carrera sino de pensar en un proyecto, en algo más amplio, que puede incluir la elección de una carrera, pero también un trabajo, formar una familia, viajar, etc.

Por otro lado, desmitificar que la elección del estudio y /o del trabajo tienen que ser “para toda la vida”. Esa creencia puede resultar demasiado abrumadora obstaculizando la toma de decisiones.

Finalmente, como padres, educadores, líderes, tenemos una gran oportunidad, teñida de responsabilidad, de compartir nuestra experiencia , nuestro recorrido y perspectiva pero cuidando de no caer en mandatos que lastiman y ahogan la capacidad de nuestros hijos de decidir por ellos mismos cómo desarrollar el propósito para el cual Dios los hizo.

Carolina Kerikian
Lic. y Prof. en Psicología por la Universidad de Buenos Aires. Trabajo en el Servicio de Orientación Vocacional y Ocupacional de la facultad de Psicología de la UBA. Orientadora Vocacional y Ocupacional. En la iglesia sirvo con los adolescentes como maestra hace varios años y co- coordino el área de niñez. Estoy casada hace 13 años y tengo dos hijos.