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María Annacondia: “Dios me pidió entregar mi Isaac, que no era nada más ni menos que Carlos”

En esta nueva edición de “Mujeres en Movimiento”, Mayra Djimondian conversó en profundidad con María Annacondia sobre toda su vida; su conversión, su familia y el ministerio.

Su encuentro con Jesús

Mayra Djimondian: ¿Cómo era tu vida antes de conocer a Cristo y qué fue lo que hizo que te acercaras a Jesús?

María Annacondia: Cuando me casé con Carlos, él empezó a tener mucha prosperidad en los negocios, pero había un vacío en mi corazón y yo me preguntaba: “¿Qué es la vida?”.
Con mis 29 años, tenía hijos, un esposo que me amaba, una familia hermosa. Sin embargo, todo eso no lograba llenar el vacío que tenía en mi corazón.

María Annacondia en nuestros estudios.

Cuando Cristo llegó a nuestras vidas, hubo un cambio en nuestro matrimonio, porque Dios renovó nuestro amor de una manera tal que pudimos vivirlo en otra dimensión. Nuestra vida dio un vuelco; en nosotros, empezó una sed de querer conocer a Cristo y su Palabra.

M.D.: Comentáme cómo fue ese momento en que te rendiste a Cristo

M.A.: Carlos siempre fue muy dadivoso, y debido a que sus padres se congregaban en una iglesia evangélica muy humilde, siempre estábamos ayudando, a tal punto que nos hicimos amigos de los pastores. Claro, nos invitaban siempre a las cruzadas, porque había gente que se sanaba, y otros que eran liberados, pero yo no quería saber nada. Un día, no obstante, le dije que sí a Carlos solo para que no me insistiera más, y ahí ocurrió lo más maravilloso de nuestras vidas.

En un momento de la reunión, ambos estábamos llorando; ni recuerdo lo que estaban predicando, y Carlos me dijo: “¿Querés aceptar a Jesús?”, y, con los ojos llenos de lágrimas, le dije que sí, ya que hacía rato lo estaba esperando. A partir de ese momento, nuestra vida cambió para siempre. 

Cómo llevó a Cristo a su familia

MD: ¿Cómo fue llevar a Cristo a tu familia antes de llevar a Cristo a las naciones?

MA: Para nosotros, siempre fue algo normal y natural. Conocer al Señor como el centro de nuestra vida y el centro de nuestra familia no fue ningún esfuerzo. Nuestros hijos lo vivieron y lo mamaron naturalmente, tal como un bebé toma del pecho de su mamá.

Tal vez, hoy, que tenemos más tiempo para reflexionar (sobre todo con esto de la pandemia), hablamos con Carlos y vamos rearmando en nuestra mente la historia de nuestras vidas y cómo Dios nos fue llevando por donde Él quiso. 

Mayra Djimondian entrevistando a María Annacondia

Mirá, en un momento, cuando comenzamos a asistir a la iglesia, nuestros hijos más grandes, que todavía seguían siendo niños, nos pidieron ser bautizados por el Espíritu Santo. Ese día estábamos en nuestra casa, y le dije a la mujer que nos ayudaba que llevara a los niños a la habitación. Cuando íbamos al cuarto, el ambiente cambió: la presencia de Dios se había manifestado y los niños estaban hablando en nuevas lenguas. Fue realmente impactante y hermoso. 

Cómo llevó a Cristo a su ministerio

MD: ¿Cómo hiciste para no descuidar tu hogar en todos estos años de ministerio, con una agenda tan apretada de invitaciones y campañas?

MA: Cuando Carlos comenzó con las campañas, yo, por supuesto lo acompañé. Siempre creímos que el tiempo que nosotros invertimos para Dios, ya sea en nuestro hogar o apoyando a Carlos, o en la educación de nuestros hijos, no es tiempo perdido, sino que es tiempo ganado en Dios y para Dios.

Mayra Djimondian y María Annacondia

Vivimos dos etapas cruciales; la primera, cuando empezaron a invitarme las hermanas de las distintas congregaciones para compartir la Palabra y nuestra experiencia con Dios. A todo esto, Carlos, a pesar de que tenía el negocio, también había comenzado a viajar y predicar por todos lados. Con una familia numerosa —nueve hijos, ni más ni menos—, ambos servíamos a Dios todo lo que podíamos. 

“Dios me pidió entregar mi Isaac, que no era nada ni menos que Carlos»

María Annacondia

Hasta que después de dos o tres años, Dios nos habló y nos dijo “O predicás vos, y Carlos se queda en el hogar, o predica Carlos, y vos (Ana) te quedás con tus hijos”. Así fue que tuvimos que tomar una decisión, de la que no me arrepiento. Aunque no fue fácil, sé que fue lo mejor, porque la recompensa siempre viene del Señor y no de los hombres. 

“El tiempo que invertimos en la casa para Dios, nunca es tiempo perdido, siempre es tiempo ganado”.

María de Annacondia.

Mensaje para las mujeres

MA: Por sobre todas las cosas, recuerda siempre que Dios es fiel, no importa la circunstancia que estés viviendo o lo que estés atravesando. Entrégale tu corazón y tu vida al Señor, porque Él nunca te va a fallar. Así que, adelante, mujer, confía en el Señor, y que la gracia de Dios esté llenando tu vida, tu corazón y tu alma.

María Annacondia
Redacción
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