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Malula, el último pueblo que habla la lengua que usó Jesús

En zonas montañosas de Siria, subsiste una pequeña población cristiana que aún habla el arameo. 

Malula es una pintoresca localidad de Siria, rodeada por escarpadas paredes de piedra que se levantan a más de 1.600 metros de altura, donde se soportan cientos de casas construidas prácticamente una sobre otra. 

Pueblo de Malula

Lo que hace tan especial a esta ciudad es ser de las tres únicas poblaciones en el mundo donde aún se habla en arameo, aquel idioma en el que Jesús predicó y ejerció su ministerio. A diferencia de las otras dos comunidades, Malula conserva la tradición de la Iglesia Ortodoxa siríaca, mientras que las anteriores ya se han convertido al Islam, al igual que la mayor parte de Siria.

Parece poco creíble que una lengua que transmitió tanta vida en la antigüedad para comunicar el Evangelio hoy escasee por este mundo. Pero aún hay esperanza de que esta lengua —que pertenece a la familia de lenguas afroasiáticas del siglo X a. C.— continúe hablando y enseñando a las próximas generaciones.

Para todos aquellos que no conocían el sonido de este idioma, Mel Gibson nos ofreció una reflejo de su sonoridad con un arduo trabajo para que toda su adaptación cinematográfica de la vida de Jesús fuera rodada en arameo. Es así que el elenco tuvo que aprender la lengua para poder llevar a adelante el guión. De esta forma, muchas personas pudieron escucharlo por primera vez.

En Malula, el idioma sobrevivió a la llegada del islamismo en el siglo VII, el cual propagó consigo el árabe en todo el territorio. Pero la población conservó su idioma y sus costumbres cristianas. 

Sin embargo, recientemente, estuvieron a punto de perderlo todo con la toma del lugar por parte del grupo islamista opositor del presidente Bashar al-Ásad, Al Nusra, filial siria de Al Qaeda, que entre 2013 y 2014 destruyó sus templos, conventos, casas, secuestrando a muchos y acabando con la vida de otros, menguando significativamente la población de Malula, mucha de la cual se vio obligada a huir del sitio hacia otros lugares del mundo.

Actualmente, poco a poco, los habitantes anteriores han ido regresando para levantar las ruinas que quedaron y traer nueva vida a Malula, mientras que el conflicto en Siria les da tregua. 

En los últimos años, gracias a la reconstrucción de la ciudad, los habitantes de Malula han vuelto a recibir visitas de turistas que llegan a estas tierras con la expectativa de asistir a los servicios religiosos donde se recitan las Sagradas Escrituras en arameo. Aunque es una variante moderna del idioma, los devotos han manifestado sentir una cercanía especial cuando logran escuchar la oración del Padrenuestro en la lengua en que Jesús originalmente la expresó.

Habitantes de Malula continúan estudiando el Arameo.

El idioma arameo surgió alrededor del 1.200 a. C., con la civilización aramea, proveniente de los pueblos semitas, a los cuales los historiadores llamaron de esta manera por hacer referencia a los descendientes de Sem, hijo de Noé, según la tradición bíblica. Estas poblaciones se esparcieron a lo largo de Mesopotamia, que comprendía los territorios de Irak, Jordania, Palestina, Siria y parte de Irán.

En el siglo VIII a. C., el arameo se convirtió en la lengua franca de Medio Oriente, gracias a que era la segunda lengua de los asirios, mientras que los babilonios lo empleaban para el comercio. Posteriormente, fue el idioma oficial de la dinastía aqueménida, que dominó el Imperio persa. 

¿Cómo llega este idioma a Israel?

Tras el exilio a Babilonia, los judíos se apropiaron de este idioma en su cotidianidad, desplazando el hebreo, su lengua originaria, la cual pasó a ser utilizada únicamente por la clase culta o para tratar asuntos teológicos. Se evidencia también su influencia en los capítulos del profeta Daniel y de Esdras, que fueron escritos en arameo y no en hebreo antiguo, como en el resto del Antiguo Testamento.

Jesús dio sus enseñanzas y sermones en arameo, el idioma común de la época, a fin de que todo el que lo escuchase pudiera entenderle. 

Podemos encontrar una frase en arameo en nuestras biblias en el momento de la crucifixión, cuando Jesús dice: “El, Elí, ¿lama sabactani?” Mateo 27:46, donde de inmediato se traduce como: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”. Esta frase, lanzada por Él mientras en agonía colgaba del madero, es una de las pocas que encontramos escritas en arameo en los evangelios.

Si bien fue la lengua predominante desde el siglo VIII a. C., superando al griego, persa y latín, el panorama del arameo como lengua franca cambió cuando el emperador Alejandro Magno logró sus conquistas, que propiciaron la expansión del griego a lo largo y ancho del Medio Oriente. Con la llegada del Imperio romano, el helenismo ya estaba permeando definitivamente la cultura del territorio, lo que determinó que el griego fuese el idioma más comúnmente utilizado. Por esto, luego de la resurrección de Cristo y el inicio de la propagación del Evangelio, los autores del Nuevo Testamento no escribieron en el arameo que originalmente escucharon de Jesús, sino en griego, para que tanto judíos como gentiles de la época pudieran comprender el mensaje.

A fin de evitar que se pierda completamente esta lengua cargada de historia, en Malula se dio apertura a un instituto para enseñar formalmente a leer y escribir el arameo; a este lugar acudían no solo sus habitantes, sino personas del exterior que tenían el anhelo de profundizar en el idioma hablado por Jesús. No obstante, la institución también fue víctima del conflicto en 2013, quedando prácticamente destruida por los extremistas que asaltaron sus instalaciones e incendiaron sus aulas.

Hasta el día de hoy, el instituto no ha vuelto a abrir sus puertas; sin embargo, con la ayuda de medios tecnológicos, algunos jóvenes de Malula realizan una labor de clases digitales para instruir a otros en el arameo, con la esperanza de que perdure por muchas generaciones más.

Niños de las escuelas de Malula aprenden Arameo.

Malula es un ejemplo del arduo esfuerzo de una comunidad por sostener algo tan importante como la lengua en la que habló nuestro señor Jesucristo. De la misma forma, como hijos debemos preservar su Palabra, aunque constantemente seamos amenazados por las tinieblas para destruir nuestra comunión con Dios. 

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