Al hablar de legado nos referimos a lo que una persona que precede deja o transmite a los sucesores; también lo es un sujeto encomendado por una potestad suprema que lo envía a tratar un asunto o negocio. En el caso de Luis Palau, el significado es completo y cabal: una vida derramada al servicio de su Señor en cumplimiento fiel del llamado a la misión que se le ha encomendado, con una cosecha de justicia que permanece y se multiplica para gloria de Dios y deja marcada huella, que no es otra que la del Maestro a quien tanto amó y sirvió en sus largos años de vida y a quien ahora honra en su presencia. 

Como amigo cercano y compañero de milicia por más de cuarenta y tres años de labranza y siembra a su lado, hablo de un varón de Dios con todas las letras, un hombre sin doblez, definido por su integridad, un siervo fiel, incansable y perseverante, temeroso de su Señor y sensible a su voz. Aquí comparto algunas impresiones de lo que a mi entender refleja su legado por la gracia del Señor.     

Luis ha legado el mostrar con su vida la pasión por las almas sin Cristo y el ardor por la urgencia de que conozcan al Redentor.

Lo ha demostrado una y otra vez en tantos años de servicio intachable sin claudicar. Su amor genuino en clamor a Dios por todos los pueblos le abrió las puertas del mundo para llevar las Buenas Nuevas de salvación a multitud de países.

Ha legado su ejemplo de vida y su fiel testimonio predicando el Evangelio en toda su sencillez, captando la atención de un niño y tocando el corazón de jóvenes, adultos y mayores, ricos y pobres por igual. Sin negociar la veracidad del mensaje siempre basado en la cruz de Cristo y su sacrificio completo para nuestra redención. 

Ha legado el llevar adelante un ministerio multifacético y mundial con una familia unida en amor y sujeción. Recordando siempre el orden bíblico: primero Dios, luego la esposa y los hijos, en tercer lugar el ministerio y siempre en dependencia del Señor.

Luis Palau predicando la Palabra de Dios en uno de los festivales.

Ha legado el amar a la Iglesia de Jesucristo y sus congregaciones locales subrayando el valor de sus pastores y líderes, sirviéndola incansablemente y no sirviéndose de ella. 

Ha legado el efectivizar la prédica mediante la unidad del Cuerpo de Cristo, como factor clave y decisivo en la evangelización dentro del ámbito local donde se desarrolla. Enfatizando el efecto poderoso de la unidad, como resuenan las palabras de Jesús, “para que el mundo crea”.

Ha legado el velar y cuidar en forma práctica el fruto mediante el discipulado y la multiplicación de la cosecha. Prueba de ello es que fuera invitado por segundas veces a diversos lugares como resultado del impacto en la ciudad y las vidas cambiadas que crecieron y se desarrollaron de eventos anteriores.

Ha legado el respeto absoluto por la Palabra de Dios y la necesidad de instruirse bíblicamente en todas las áreas de la vida. Así lo ha diseñado por medio del Instituto Bíblico Luis Palau (IBLP), que ya tiene más de 60000 estudiantes por internet. 

Ha legado la importancia de formar un equipo y su despliegue activo para potenciar la visión del ministerio y el desarrollo de la obra.  

Ha legado el comprender la importancia de los recursos, las relaciones interpersonales y los medios de comunicación. En ello también la literatura y los programas radiales, en la difusión y repercusión del mensaje a fin de alcanzar el mayor número de vidas posibles y a la vez servir de crecimiento para la Iglesia.

Innegablemente nos ha legado el compartir la visión evangelística al punto de multiplicarla en cientos de nuevos evangelistas con la llama viva del Evangelio. Ellos son levantados, equipados y empoderados para la misión del evangelismo, como lo representa hoy la NGE (Nueva Generación de Evangelistas) fundada por él y encabezada por su hijo Andrés. 

Su legado es sin duda los cientos de miles de personas que han sido tocadas a través de su prédica. 

Ellas hoy viven en Cristo como el fruto de una labranza que seguirá prosperando porque fue sembrada en Cristo y por Él, el autor y consumador de nuestra fe, el principio y la preeminencia de todo lo que existe. Claramente se cumplen también en Palau las palabras “sus obras con ellos siguen, pero lejos de exaltar la esencia del hombre, que es un instrumento, se erige majestuoso Aquel que está por encima de todo y todo lo llena, lo hace y lo puede en todos, en quien vivimos y nos movemos y somos, y a quien Luis siempre exaltó. 

Según se definía: un embajador en cadenas, un siervo del Reino al servicio de su Rey, un esclavo del Evangelio por amor de Cristo y su mensaje de salvación al mundo. Y yo agrego que de muchacho entendió y atendió el llamado al evangelismo (personal y masivo), el don de evangelista, y la urgencia de evangelizar a toda criatura, siguiendo el mandato de su Señor y Salvador. 

Por la gracia de Dios, Luis Palau labró. Su labor continúa viva y activa en todos aquellos que amamos al Señor y obedecemos su mandato. Hoy queda surco para seguir sembrando la preciosa semilla de esta Buena Noticia que transforma vidas para la eternidad. ¡A continuar el legado para la gloria de Dios! (Gálatas 2:20).