¿Por qué los sentimos? ¿Por qué muchas veces se vuelven incontrolables? 

Comencemos por el principio, ¿Qué son los miedos? Los miedos en general son una sensación de angustia provocada por la presencia de un peligro que puede ser real o imaginario. Es verdad que muchas de las situaciones que vivimos a diario representan un miedo que pudiera ser real. 

El miedo aparece como alarma protectora para que el organismo comience a proveer las señales de ayuda. A diferencia de esto, lo que sucede en los casos de los miedos infundados o irracionales es que el cerebro detecta como peligrosas situaciones que no lo son, produciendo una discrepancia entre esa situación en sí y lo que el cerebro detectó como peligro. Cuando esto se torna muy intenso y prolongado produce malestar en la persona y puede llegar a invalidarla en sus funciones normales y es necesario actuar. 

Se puede volver patológico cuando es disfuncional, elevado y te impide desarrollarte normalmente y cuando supera tus recursos de enfrentamiento. 

Durante las últimas dos décadas, el ritmo de vida de la sociedad se ha acelerado, las personas viven apuradas y el estrés pasó a estar en el primer lugar de causantes de enfermedades de diversos tipos. La razón principal es el miedo, miedo al futuro, a la incertidumbre, miedos que muchas veces desconocemos el origen, pero que están. 

Muchos pacientes que llegan a consulta, expresan miedos que no tienen fundamento aparente, que se desencadenaron a raíz de pensamientos, de situaciones o de palabras dejándolos a merced de esa sensación de angustia que muchas veces no pueden controlar. 

¿Es normal sentir miedo? Como dijimos anteriormente, el miedo es una de las emociones básicas que nos permite defendernos ante un peligro y pone a resguardo la integridad física. El problema reside en que muchas veces, la situación que nos generó miedo no lo ameritaba o no existía, solo se recreó en nuestra mente, y este miedo se vuelve tan intenso que no es fácil de controlar, llevándonos a perder la cabeza en el afán de salir de allí. 

Hoy más que nunca, niños, jóvenes y adultos atraviesan miedos irracionales, provocando enfermedades más difíciles de erradicar como son, las ansiedades, los ataques de pánico o en su defecto, los diferentes tipos de depresión. 

Lo importante es que podamos hoy comprender que los miedos, si bien son parte inherente a todo ser humano, es necesario que aprendamos a diferenciarlos y controlarlos

Como sabemos, en lo referente a estos temas no existen causas lineales, pero sí factores desencadenantes o posibles disparadores. Para este caso, existen dos factores: externos, nos referimos a la infancia, a los estilos de apegos, a la crianza, a situaciones traumáticas experimentadas, etc. y los factores internos, que tienen que ver con los estilos de personalidad, con la idealización o el modo de procesar los pensamientos de cada persona en forma singular, entre otros. 

Sabiendo la diferencia entre un miedo normal y uno patológico adentrémonos en las herramientas. En todo mi recorrido clínico y ministerial, siempre me pregunté por qué hay personas que, habiendo experimentado las mismas situaciones traumáticas, tienen un modo de reaccionar y desarrollarse que es completamente opuesto. ¿Qué hace a algunas personas enfrentarse a situaciones temidas o a otras bloquearse emocionalmente? Descubrí que los recursos que cada una de ellas posee serán el modo de responder ante lo que tanto tememos.

Lo que diferencia a unas de otras no es la situación que viven en sí sino el modo, la actitud de cómo las enfrentan. Esta actitud diferencial se basa en una de las herramientas más poderosas que muchos denominan: habilidades blandas. Nos referimos a ellas como una fuerza interior que utilizamos para enfrentar la adversidad. Son habilidades asociadas con la personalidad y la naturaleza de cada persona, pero lo más interesante es que se desarrollan, se aprenden y se adquieren con buenos hábitos

Hay muchas, pero en esta oportunidad quiero compartirte las tres que considero más valiosas:

  • La primera es una identidad firme: poder responder a la gran pregunta quién soy, te llevará a amarte más y cuidarte en todos los sentidos y esto, en consecuencia culminará en aprender a controlar lo que pensás y sentís. 
  • En segundo lugar, la esperanza de un futuro, tener un propósito claro, saber a dónde quieres llegar, plantearte metas que te darán firmeza en tus decisiones. 
  • Por último, una Fe que trasciende. Si tienes una fe en un Dios inquebrantable no hay nada a lo que puedas temer. 

Para finalizar, me gustaría compartir el Salmo 55 donde el salmista describe su dolor máximo, su situación más temible, su pánico mortal, pero él sabe que cuando clama a Dios es resguardado y será escuchado. La confianza certera que tiene un Dios que siempre escucha y puede contener cualquier situación que parezca se nos va de control. 

Esta semana te invito a pensar en esto y aprender a dejar tus miedos en el único capaz de sobrellevarlo todo.  Para finalizar, te dejo el Salmo 56:3  “Cuando siento miedo, pongo en ti mi confianza. Confió en Dios y alabo su palabra, confío en Dios y no siento miedo”.

Fundadora y directora del Centro Terapéutico Integral. Psicóloga Clínica (UCA). Trabaja con adultos, parejas y familias. Posgrado en Centro Privado de Psicoterapias. Diplomatura en Terapia Cognitiva Conductual (Centro de Terapia Cognitiva).