La cantante urbana fue invitada a nuestros estudios para participar de «Mujeres en Movimiento», donde conversó con Mayra Djimondián sobre su experiencia al derribar prejuicios ante su familia. Compartió su experiencia en la música y cómo utiliza esta herramienta para llevar el Evangelio a los jóvenes.
¿Cómo comenzó tu carrera?
Lizzy: Yo soy una niña de iglesia y la iglesia es un escenario increíble para que la gente desarrolle sus capacidades. Pienso que te brinda tantas oportunidades para poder descubrir cosas en las que eres bueno, y para mí la música fue así también.
Estudio música desde que era muy pequeña, porque mi abuelo dice que todos los niños deben de estudiar música porque sensibiliza el alma.
Hice un par de años de piano, pero nunca me ví a mí misma como una cantante o como una intérprete musical, para nada. Sin embargo, siempre tuve mucha afinidad por la música urbana, y también desde muy joven tuve mucha afinidad con la gente. Mezclar la adolescencia con la música urbana es una parte céntrica de la etapa. Así que comencé a darme cuenta de que cuando yo ponía música urbana en los servicios o cuando hacía algunas dinámicas con música urbana, llamaba la atención de los jóvenes a los que dirigía y comenzó como eso, como una herramienta de discipulado, de evangelismo, de hablar en su lenguaje. Poco a poco, eso que comenzó como una herramienta para las cuatro paredes de la iglesia, fue creciendo o exponiéndose fuera de estas paredes.
El prejuicio
Lizzy: Todo fue como una gran bola de nieve. Nunca me veía a mí misma haciendo música para afuera, siempre era como algo interno. Sin embargo, con algunos de los jóvenes de la iglesia comenzamos a hacer ciertos proyectos, algunas canciones para conciertos que teníamos dentro de la iglesia y fuimos subiéndolo a las plataformas digitales, y poco a poco se fue corriendo la voz.
Pienso que la transición más difícil fue familiar. En mi casa eran conservadores. En principio, no les gustaba mucho el tema de la música urbana, pero luego comenzaron a verlo como algo que no era tan dañino, y empezaron a permitir que nosotros interpretaramos estas canciones, pero en pequeña escala. Sin embargo, cuando comenzaron a aparecer invitaciones de afuera, para mi familia fue como un choque, porque ellos de verdad no estaban tan de acuerdo. No era que lo prohibían, no decían ‘aquí no se va a hacer nada de esto’, pero ellos no les agradaba mucho lo que sucedía. Recuerdo que ellos decían que teníamos que tener algún ministerio serio, decían ‘algo más serio porque eso es como algo muy informal’ y la verdad es que para ellos fue la transición más difícil, de ser un joven adolescente a hacer algo que tenía forma y con lo que Dios realmente me estaba usando, que usaba lo que yo estaba haciendo.
¿Cómo es el proceso de cantar para Jesús en medio de tantos prejuicios?
Lizzy: Siempre le digo a la gente que he tenido el beneficio de ser criada muy libre de comentarios, prejuicios y de lo que pensara la gente. Así me crió mi mamá y eso se lo agradezco mucho.
Aunque había muchos comentarios complicados a mi alrededor mientras iba haciendo lo que hacía, sinceramente nunca me detuve a sobrepensarlos. Cuando se comenzó a internacionalizar mi música en Latinoamérica hace algunos años, yo veía muchos comentarios en las redes: ‘no se ve bien una chica rapeando’, ‘no creo que las mujeres deban estar haciendo este tipo de cosas, porque las mujeres necesitan delicadeza’. Para la gente era como la primera impresión de ver a una mujer haciendo música urbana, así que los sorprendía un poquito.
Pero sinceramente puedo decir que yo nunca sobrepensé el hecho, porque gracias al Señor fui formada libre, y yo sabía que estaba haciendo algo que tenía un impacto positivo y que estaba haciendo algo a lo que Dios me estaba llamando. Así que podía ver el comentario, pero no era algo que ocupaba mucho espacio en mi mente y corazón.