Hay algo recurrente que aparece en los discursos contemporáneos de las redes sociales, las conferencias de prensa y cualquier tarima que permita hablar a personas con influencia: “está bien no estar bien”. La salud mental, como nunca antes, es un tema instalado en la agenda. A veces, de una forma repetitiva y superficial. Sin embargo, no debemos permitir que la tendencia secular convierta un tema de vital importancia para la iglesia en una moda más.
María José Hooft no desperdicia la oportunidad. Parte de estos mensajes y decide cavar más profundo, hacia lo recóndito, un terreno inaccesible para los medios, pero el único lugar donde podemos escuchar verdaderamente a Dios. Esto, a la mayoría, nos incomoda. Desde el inicio de los tiempos, en aquel jardín, hemos aprendido a correr cuando nos vemos desnudos. La vergüenza está en nuestro ADN. A lo largo de cada capítulo, la autora expone los argumentos más comunes que tiene el ser humano para endurecer su corazón, y luego los derriba uno por uno con la verdad de la Palabra.
«El Señor necesita más de nuestra vulnerabilidad que de nuestra habilidad, porque nuestra fortaleza rivaliza con Él, pero nuestra debilidad le sirve a sus propósitos.»
El sentido común convierte las palabras “debilidad” y “vulnerabilidad” en sinónimos. Sin embargo, no significan lo mismo. Los primeros capítulos están dedicados a desarraigar estos preconceptos erróneos, que nos llevan a pensar de una forma antibíblica y destructiva. ¿Cómo podría ser la vulnerabilidad algo malo, habiendo existido Jesús? El Dios hecho hombre, quien fue humillado, desnudado y colgado en un madero sangrando a la vista de todos. Alex Sampedro, autor del prólogo, describe esta imagen como la señal más potente del carácter vulnerable de Dios.
El libro de Hooft relata historias de hombres y mujeres que han experimentado una vida de quebranto. Al final de cada capítulo, encontramos testimonios conmovedores de aquellos que sintieron el aguijón del dolor y aun así aprendieron a bastarse en la gracia. Relatos que permiten conectar con otros y saber que el dolor es el idioma universal, capaz de compartir a Dios de una manera poderosa y movilizante.
«Cuando no estimulamos a las personas a mostrarse tal como son, creamos monstruos religiosos que tarde o temprano devorarán la vida de la iglesia.»
Si la vergüenza es una condición humana, ¿cómo podemos lidiar con ella? La autora diferencia entre la vergüenza debida y la indebida. La primera surge cuando hemos pecado y necesitamos confesión. La segunda, por el juicio de otros, nos hace sentir mal sin haber hecho nada malo. La sangre de Jesucristo es el único antídoto capaz de erradicarla.
La valentía de ser vulnerables es, sin duda, una de las obras más destacadas del año. Un libro que debe estar presente en todo hogar, alcanzando los corazones de jóvenes y adultos, hombres y mujeres. Una revelación fresca y necesaria para nuestros tiempos y nuestra naturaleza.