Los próximos diez años son importantes para la sociedad, para el mundo en que vivimos y nos movemos, ya que el contexto en el que estamos no será igual porque justo ahora hay muchas personas trabajando en crear un futuro diferente, tecnológicamente más avanzado, que aumente nuestra calidad de vida y haga nuestro trabajo más fácil.
El ser humano ha usado a la tecnología como un elemento para hacernos perdurar más tiempo, y por otro lado, los creyentes cada vez más la usamos para la extensión del Reino; además, a lo largo de la historia de la humanidad nos hemos servido de las diferentes herramientas disponibles en cada época para hacer nuestro trabajo ministerial con mayor eficacia, porque entendemos que solo podemos hallar la salvación en Cristo Jesús.
Por lo tanto, entre estas posturas me pregunto, ¿qué es entonces la tecnología?, ¿hay una Teología de la tecnología?, ¿cómo nos relacionamos con ella a diario?, ¿cuál es nuestro rol en el uso de las herramientas para seguir llevando la Palabra de Dios a donde no está?
Soy apasionado por la tecnología y por estudiar la historia cristiana, por lo que hace poco leí un libro de una persona con quien me he podido identificar por su trabajo como desarrollador web y su conocimiento teológico para servir a Dios, compartir su fe y hacer discípulos. John Dyer, autor del libro «From The Garden To The City» (Del jardín a la ciudad), en él presenta un marco teológico que argumenta y da contexto bíblico del uso de la tecnología a lo largo de la historia como medio para seguir avanzando el Reino de Dios, crecer como sociedad y comparar cómo estamos hoy, como cristianos, usando la misma, con sus beneficios y problemáticas.
Plantea que la tecnología no solo es la digital, aunque hemos adquirido esta idea en la última década, sino que es todo lo que tenemos, desde un lavarropas, microondas, autos, cohetes, aviones, cortacésped, asientos, hogares, sistemas mecánicos, entre otras cosas que han salido de la imaginación y creatividad de cientos de personas. En el siglo XX fue la época donde más se avanzó, pues se inventó la computadora, fue la carrera espacial y también, lamentablemente, el mayor quiebre económico y dos guerras mundiales. El autor menciona que:
«En este tiempo en medio del jardín y la ciudad, entre la primera venida de Cristo y su segunda venida (donde Él completará su obra de redención y restauración), necesitamos trabajar diligentemente en entender cómo vivir nuestra fe de manera fiel en un mundo tecnológicamente saturado».
La tecnología nos moldea, ajusta, cambia nuestro patrón de comportamiento y nuestra forma de interactuar con los demás. Por ejemplo, antes de los autos y los aviones, nos podía llevar días, incluso meses, para llegar a un destino a pie o a caballo; la medicina, los muebles y línea blanca de una casa que nos ayudan a conservar la comida, ventilar y ajustar las temperaturas para vivir mejor. La expectativa de vida del ser humano ha aumentado de los 30 hasta los 80 años en promedio, y para esto nos hemos rodeado de tecnología o saturado, como menciona el autor, para vivir mejor.
Hay algunas posturas que sostienen que la tecnología es neutra, otros sostienen que los avances tecnológicos tienen la función de hacer el mal. Sin embargo, considero que depende del propósito con el que la usamos y la decisión que tomamos al hacerlo. Yo creo que un arma no puede ser una pieza de tecnología neutra, porque su propósito es lastimar a otros, creo que todo nace del propósito de su creación. John postula que la tecnología que creamos moldea la cultura.
Si bien el teléfono celular fue creado para acortar distancias y comunicarnos desde cualquier lugar, hoy tiene un sinfín de usos que, además, nos aligeran el peso, ya que en un solo dispositivo ahora contamos con teléfono, cámara, reproductor de música, agenda, calendario, dinero y un sinnúmero de accesorios.
No obstante sus múltiples funcionalidades, también hay una inagotable lista de prejuicios que pesan sobre el celular, que no es del todo descabellada porque si no hay propósito en nosotros para hacer un buen uso del dispositivo, corremos el riesgo de perdernos la oportunidad de que sea una herramienta para contribuir a la extensión del Reino de Dios.
Tampoco podemos caer en la tentación de que todo debe ser digital para hacer iglesia, dado que necesitamos la interacción social que la vida en comunidad ofrece, pero podemos hacerla nuestra aliada en una cultura que ha hecho del dispositivo móvil su principal herramienta.
El autor del libro describe también que «nuestras casas, oficinas, iglesias, ciudades y países abarcan un conjunto único de cosas, imágenes, rituales y lenguajes que forman su identidad y comunican significado y valores». Esta transferencia de significado y valor es lo que se llama, también, cultura, según John, definición que podemos ver todos y nos lleva a preguntarnos, ¿qué tipo de cultura es la que hay en nuestra iglesia o comunidad de fe? ¿Es una que exalta a Cristo o a las cosas y personas? ¿Es una cultura que vive Mateo 28:19-20, Juan 17:3?
“Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”, Juan 17:3.
En la iglesia podemos ver algunas piezas tecnológicas digitales que usamos en un servicio dominical, como la computadora, proyectores, equipo musical, cámaras, software, etc., algunas con mucho o apenas con lo que tengan disponible. Yo recuerdo estar en iglesias que no arrancan el servicio porque se apagó la computadora, o porque no hay luz para la alabanza, perdiendo de vista el propósito de la congregación. La tecnología debe ser un complemento, un aliado, no una condición de la que dependa el servicio.
En resumen, la tecnología nos ha ayudado a vivir mejor y más fácil; tiene un propósito que le damos al crearla, y algunas de estas piezas pueden ser redimidas para usar en la extensión del Reino, y las usamos mejor cuando tenemos un propósito claro. Mientras esperamos la llegada de nuestro Señor Jesús, como iglesia debemos aprovechar y saber usar la tecnología que se nos confíe para administrar. No me refiero a tener todo lo mejor y último, con un comportamiento consumista y de dependencia, sino usar lo que recibamos, ser buenos mayordomos de los recursos y glorificar a Dios ayudando a cumplir la Gran Comisión en nuestra generación.
Manuel A Samaniego Lao
Panameño. Seguidor de Jesús desde 2010. Esposo de Elsa, papá de Otniel y Juliette. Estudiante de la Maestría en Divinidades de la Facultad de Teología Integral de Buenos Aires, Ingeniero de Sistemas y Computación, juntos somos misioneros de tiempo completo liderando Estrategias Digitales para Cru en Argentina, donde creamos experiencias digitales para conectar a las personas con Jesús, acompañar su proceso de edificación y enviarlos para que sean embajadores de Cristo de por vida.