El primer martes de cada mes, los misioneros de un ministerio local se reúnen en oración y ayuno. En un país asolado por una insurgencia islámica violenta que parece no tener fin, estos momentos de contemplación y comunión se convierten en un faro de esperanza en una época cada vez más sombría. Estos obreros del Evangelio se aferran a la fe, confiando en que la paz prometida por Dios se manifestará algún día, aunque parezca un recuerdo lejano.
Burkina Faso ha enfrentado históricamente conflictos internos, pero las recientes dificultades se deben a una serie de golpes de Estado en 2022, que llevaron a los militares a derrocar a un gobierno que muchos consideraban incapaz de frenar los continuos ataques terroristas de grupos armados vinculados a Al Qaeda y ISIS.
Para septiembre de 2022, los ataques insurgentes habían causado al menos 10,000 muertes y desplazado a más de 2 millones de personas. “Nuestra mayor necesidad es la paz”, comentó un residente, añadiendo que, sin paz, él y su familia no pueden regresar a su hogar ni cuidar de sí mismos.
Por segundo año consecutivo, la crisis de refugiados de Burkina Faso es considerada la más desatendida del mundo. La violencia en curso ha llevado a que el número de refugiados burkineses que huyeron a países vecinos casi se triplicara el año pasado, mientras que más de 700,000 personas han sido desplazadas internamente.
Estos desplazados han abandonado sus hogares pero permanecen en el país, enfrentando niveles catastróficos de inseguridad alimentaria debido a bloqueos impuestos por grupos armados. La Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) informa que “se está produciendo un conflicto creciente y una grave crisis humanitaria en comunidades aisladas de la vista del mundo”.
La situación ha empeorado con el aumento de los combates entre los grupos armados y los militares. En febrero de este año, los soldados ejecutaron a más de 200 civiles, incluidos al menos 56 niños, bajo la acusación de colaborar con los grupos armados islamistas.
“El fracaso reiterado de las autoridades burkinesas para prevenir e investigar estas atrocidades subraya la necesidad urgente de asistencia internacional para respaldar una investigación creíble sobre posibles crímenes contra la humanidad”, señaló Tirana Hassan, directora ejecutiva de Human Rights Watch.
A pesar de este sombrío contexto, los misioneros continúan con su labor evangelística, con el apoyo de donantes y oraciones. Recientemente, organizaron un encuentro con 75 pastores para coordinar esfuerzos en la evangelización, llevaron a cabo un día de salud comunitaria, brindando atención médica gratuita, establecieron nuevos grupos de estudio bíblico, fundaron más iglesias y acogieron a estudiantes durante sus exámenes escolares, muchos de los cuales habían huido de sus hogares por la inseguridad.
“Estamos agradecidos de que todos los eventos y reuniones hayan sido una bendición para quienes asistieron. ¡Gracias por sus constantes oraciones y apoyo!”, expresó un líder del ministerio. “Oremos por el regreso de la paz y la seguridad en Burkina Faso y por sabiduría para el gobierno frente a la inseguridad”.