Cuando nos encontramos con Jesús somos libres de imposiciones y mandatos sociales, y avanzamos a un nivel mayor de la revelación.

Jesús vivió en un contexto sociocultural muy distinto al nuestro. Repasemos algunas características de ese tiempo: Las mujeres eran consideradas ciudadanas de segunda, similares a los esclavos, eran consideradas propiedad del hombre. Prácticamente no tenían derechos ni posibilidad de expresar su opinión. Tampoco recibían educación: los varones iban a la escuela y las mujeres se quedaban en la casa haciendo las tareas domésticas con la madre.

A las mujeres se les prohibía hablar con hombres en público y debían cubrirse con velos al salir de las casas. Y si un varón iba invitado a su casa,  la mujer debía comer en otra habitación. Obviamente no tenían derecho a voto ni ningún tipo de poder político. Ni siquiera podían ser testigos en un caso en tribunales. 

Y con respecto a la religión, la tradición judía era mucho más estricta que lo que vemos en el Antiguo Testamento debido a reinterpretaciones de la ley de parte los fariseos y maestros de la ley durante los años de silencio. Por ejemplo, en los tiempos de Jesús, las mujeres tenían que estar en la parte de afuera de la sinagoga y muchas veces se les prohibía leer la Torá. 

Entendiendo este contexto, veamos la relación de Jesús con sus dos amigas: María y Marta. Todos conocemos la historia del primer encuentro, cuando Jesús va a comer a casa de ellas y Lázaro. Nos cuenta el relato bíblico que en esa primera reunión Marta estaba cumpliendo perfectamente lo que la sociedad en ese tiempo exigía de la mujer: estar en la cocina preparando la comida, sirviendo a su invitado. 

Ella se enoja y espera que Jesús le llame la atención a María, porque su hermana estaba haciendo todo mal. Estaba prohibido que un hombre le enseñara a una mujer, y además estaba mal visto que un hombre y una mujer que no estaban relacionados, compartieran una conversación.

Sin embargo, la respuesta del corazón de Jesús a Marta fue: No te preocupes por las reglas, Marta.

Florencia Mraida, pastora Iglesia del Centro

Vos y María pueden sentarse a conversar conmigo. Estás acostumbrada a que los hombres te usen de sirvienta, pero yo quiero ser tu amigo (Lucas 10:38-42).

Esta relación de amistad continúa, y vino la hora más difícil para la familia de Marta y María, la muerte de su hermano Lázaro. Y en medio de este tiempo de dolor, Jesús le dice a Marta: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto?” (Juan 11:25-26).

Jesús elige compartirle a Marta esta profunda revelación del poder resucitador de Dios, la base de nuestra fe cristiana. Y ella le responde: “Sí, Señor; yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que había de venir al mundo” (Juan 11:27). Esa misma revelación que tuvo Pedro cuando fue nombrado piedra de la Iglesia. 

Ese es el nivel de intimidad y entendimiento que Marta tenía. Esa mujer que hace un tiempo ni se atrevía a sentarse con Jesús, ella que en ese momento no podía ni entrar a la sinagoga, ni leer la Biblia, alguien despreciado por la jerarquía religiosa.

No es solamente saber qué no, sino también entender qué sí 

Finalmente, más adelante en el relato bíblico (Juan 12:1-8) vemos que el Maestro estaba comiendo otra vez en lo de María y Marta, con sus discípulos. Y la primera irrumpe nuevamente en escena, y derrama un frasco de un perfume muy costoso en sus pies y lo seca con sus cabellos. Dice allí el relato bíblico que los hombres presentes en la sala se indignan por el costo y el desperdicio económico que eso significaba. 

Sin embargo Jesús les dice que la dejen en paz, porque lo que María había hecho era un acto profético. Y una vez más podemos ver la profundidad de la revelación que estas mujeres amigas de Jesús tenían. Y dice el relato paralelo de Mateo: “Les aseguro que en cualquier parte del mundo donde se predique este evangelio, se contará también, en memoria de esta mujer, lo que ella hizo” (Mateo 26:13). ¡Eso sí que es hacer historia!

María y Marta se encuentran con el Maestro y ponen pausa a las demandas de la sociedad, a los roles establecidos, silencian las demandas de su propia familia, los mandatos, los estereotipos y eligen pasar tiempo con Él.

Porque la única forma de vivir esta revolución, de romper con los paradigmas establecidos, de ser libres de las demandas culturales, familiares y religiosas es estar a los pies de Cristo. 

Florencia Mraida, pastora Iglesia del Centro

Y cuando nos encontramos con Él no solamente desafiamos los estándares, somos libres de imposiciones y mandatos sociales, sino que avanzamos a un nivel mayor de la revelación. No es solamente revelarse o estar en desacuerdo con lo establecido,  sino entender lo que Dios dice, entender lo que Jesús está haciendo.

No es solo cuestionar lo que no nos gusta, sino que hay un nivel mayor y es que Jesús quiere encontrarse con nosotras y revelarnos los secretos de su corazón. Es desbaratar las mentiras del enemigo y de esta cultura y plantarnos en la verdad de lo que Cristo dice.