El término «ortopatía» ha sido usado por Maddox (1994) y Runyan (1998) denota la expresión y actualización verdadera, adecuada y correcta de los sentimientos y las emociones sean atenuadas, vehementes o pasionales– consideradas facultades esenciales y genuinas que forman parte del ser integral, formado a la imagen y semejanza de Dios.
Si bien estas facultades han sido afectadas por el pecado, la redención del ser involucra una regeneración y actualización de las expresiones emocionales propiamente amalgamadas a las dotes y capacidades cognitivas y conductuales del ser que se rinde en sacrificio vivo a Dios y renueva su mente para ser transformado a la semejanza de Cristo.
El discipulado involucra el desarrollo del ser luego de haber experimentado un nuevo nacimiento; el deseo de Dios es reformar al ser deformado por el pecado, transformar su carácter y alinear su conducta según su voluntad, de modo que sea conformado a la imagen y semejanza del prototipo ideal, Jesucristo.
En el ser integral las estructuras, procesos y funciones cognitivas, emocionales y volitivas deben ser restauradas y renovadas para lograr expresar la imagen divina y representar su semejanza. Para ello, es necesario obedecer a Jesucristo y su mandato: «id, haced discípulos, enseñándoles todas las cosas que os he mandado». (Mateo 28:18-20)
Los aspectos cognitivos, emocionales y motivacionales-conductivos forman parte de tal desarrollo. Pero, a juzgar por los escritos, las predicaciones y las enseñanzas relacionadas a la formación del carácter cristiano, los aspectos cognitivos y conductuales han sido enfatizados, relegando la importancia de los emocionales.
Sin embargo, las emociones, los sentimientos, y el despliegue de afecto son parte intrínseca del ser integral, creado a la imagen y semejanza de Dios.
El ser humano ha sido dotado con facultades emocionales y sentimentales; cuando un líder cristiano enfatiza los aspectos cognitivos y desmerece los emocionales –de manera inadvertida o consciente– de alguna manera resuena y sigue la línea revolucionaria natural que enfatiza la primacía de los aspectos cognitivos sobre los emocionales, considerados primitivos en comparación.
En el pensamiento natural, la corteza cerebral ha sido desarrollada en el proceso adaptativo del homo sapiens para ejercer el control ejecutivo de las emociones, emergentes de las estructuras fisiológicas y el substrato neurobiológico y sus procesos bioquímicos asociados al sistema límbico subyacente a la corteza cerebral.
De tal modo es que la primacía de los aspectos cognitivos sobre los emocionales ha sido establecida, vertida tanto en los postulados antropológicos y psicológicos como en los tácitamente expresados en las posturas teológicas ortodoxas y ortoprácticas.
Es digno de notar que Jesucristo hombre ha dado pruebas de la importancia de las emociones y los sentimientos en las expresiones humanas reflejantes de la imagen y semejanza divinas. Los Evangelios presentan un retrato muy humano de Jesús, quien ha demostrado su alegría, su asombro, su amor, su compasión, su celo por las cosas de su Padre, por un lado, y su angustia, dolor, enfado, enojo e ira, por el otro.
Jesús se alegró en el espíritu ante el despliegue de la gracia de Dios en revelar su salvación a las personas humildes (Lucas 10:21); demostró compasión (Mateo 20:34; Marcos 1:41; 6:34; 8:12; Lucas 7:13); amor a los suyos (Juan 13:1); y hacia un joven ambivalente e indeciso (Marcos 10:21); asombro ante la incredulidad de las personas (Marcos 6:6); enfado [suspiro molesto o frustrante] ante la discapacidad de un sordomudo, desafiando vehementemente «¡Ábrete…!» (Marcos 8:1).
Indignación con las personas quienes impedían su trato con los niños (Marcos 10:14); lloró efusivamente ante la tumba de Lázaro (Juan 11:35); lloró sobre Jerusalén ante su rechazo (Lucas 19:41); demostró su celo por la casa de Dios, su indignación con los mercaderes (Marcos 11:15; Juan. 2:17); experimentó y compartió su tristeza profunda, su temor, ansiedad, agonía y angustia en Getsemaní (Mateo 26,36-46; Marcos 14,32-42; Lucas 22,40-46)
Según (Hebreos 12:2) ante el gozo futuro de sus efectos, y soportó la cruz, despreciando la vergüenza; también oró con gran clamor y lágrimas para ser librado de la muerte (Hebreos 5:7). Es significativo que Pablo recalca el hecho que tanto la creación, los hijos de Dios y el Espíritu Santo expresan gemidos deseando la redención final (Romanos 8:22, 23, 26).
En vista a los textos citados, la ortopatía debe ser considerada un aspecto esencial con relación al carácter y la conducta del seguidor de Jesucristo, equiparada a la ortodoxia y la ortopraxis. Sin embargo, a menudo ha sido cuestionada en cuanto a su valor y utilidad entre algunos cristianos evangélicos adheridos a la teología reformada, quienes han considerado a los sentimientos y las emociones como expresiones secundarias desconfiables y supeditadas al control cognitivo del ser.
Por otra parte, aquellos cristianos cuya persuasión es carismática o pentecostal han enfatizado las expresiones emocionales vehementes como parte de la adoración y alabanza en sus encuentros (a menudo, instando a las expresiones exageradas de los fieles), animándose unos a otros a «sentir la presencia de Dios» o de ser «tocados por Dios».
Muchos servicios de adoración, de oración, o enfocados en la recepción del Espíritu en su medio, tienen como finalidad efectuar «un llamado al altar» donde las personas pueden dar rienda suelta a la expresión de sus emociones.
Sin descartar la experiencia personal efusiva, desde una perspectiva objetiva, racional, es necesario señalar que la motivación intencional de lograr experimentar estados espontáneos desasociados, trascendentales, místicos, o la búsqueda intensa de estas experiencias como una finalidad, dan lugar a la posible construcción mancomunada de una realidad fenomenológica auto sugestiva de carácter místico e idiosincrático derivada del esfuerzo humano.
El entorno cristiano cuenta con dos extremos expresivos:
1- Un énfasis desmedido en la sobriedad y el control cognitivo de las emociones por parte de personas quienes se consideran sofisticadas, conservativas, serias y eruditas que tratan de restringir, negar, suprimir o reprimir sus sentimientos y emociones; la sinergia grupal es utilizada para crear un momento de inercia que arreste cualquier expresión emocional que pudiese ser considerada una experiencia «fuera de serie»
2- La postura que fomenta, encomia y anima a las personas a dar rienda suelta a sus emociones con el propósito de crear un ambiente fogoso (o angustioso, según el tenor y el propósito de sus encuentros o el suplir de sus necesidades).
La sinergia grupal y el arrastre interpersonal-intersubjetivo catapulta a las expresiones y crea un momento de fuerza emocional, a menudo considerado un fin en sí mismo, una prueba evidente de haber estado en la presencia de Dios.
La construcción grupal intencional de estas experiencias, efectuadas sin asesorar si éstas parten de una base realmente empoderada por el Espíritu Santo (sin necesidad de ayudas humanamente elaboradas), llegan a ser expresiones animadas de una autosugestión masiva, arrastradas en un momento de fuerza grupal exuberante.
Las personas «emocionalmente libres» prefieren «la exuberancia de la vida» a «la compostura de un cementerio», y catalogan a las personas que no adoptan, practican o no se adhieren a sus expresiones como «los congelados electos» o «estoicos para Cristo».
El amor, la unidad y la paz corporal deben reinar en la vida de la ecclesia, más allá de las maneras exclusivas e individualistas de registrar o expresar una espiritualidad polarizada, teñida de sobriedad o de intensidad emocional, vistas como una santidad desplegada idiosincráticamente.
La experiencia particular de cada componente del grupo puede ser compartida, cotejada, asesorada y balanceada en conjunto. La sinergia pericorética (una coparticipación divina-humana Inter penetrada y energizada por el Espíritu) que emerge de la dinámica grupal y guía las tratativas adecuadas del grupo permite que las personas se expresen de una manera balanceada, sin suprimir/negar/reprimir sus emociones, y sin exagerar sus expresiones o fabricar la presencia divina, logrando expresar una coreografía en arrastre dinámico.
En resumen, es necesario y deseable que el grupo logre un balance entre su ortodoxia, ortopraxis y ortopatía.
Pablo Polischuk
Autor: Pablo Polischuk
Ph.D. en psicología del Fuller Seminary. Tiene más de 40 años ejerciendo como psicólogo, ministrando iglesias y de enseñanza académica integrando psicología y teología (más de 30 años en el seminario Gordon-Conwell, y a su vez dictando clases en Harvard University). Ha sido director general del área de psicología en el hospital de Massachusetts. Actualmente es rector y co-fundador de la Facultad de Teología Integral de Buenos Aires (FTIBA).