Mi nombre es Iván Javier Salazar. Soy de Villa Regina, en la provincia de Río Negro, Patagonia Argentina. Hace 20 años soy misionero de Juventud Con Una Misión-Ituzaingó Buenos Aires.

En el año 2000 fui a hacer mi escuela de discipulado porque tenía en mi corazón el deseo de poder servir al Señor de alguna manera. Aunque no tenía un llamado misionero específico a un país, como sí lo tiene la mayoría de los que vienen a JUCUM, yo solo tenía el deseo de aprender y escuchar de Dios.

Mis primeros años en la misión fueron de mucho crecimiento personal y de descubrir quién soy en Dios, pero al mismo tiempo seguía intentando escuchar al Señor para saber hacia dónde Él quería llevarme. Muchos de mis compañeros tenían llamados específicos a algunos países, y yo me sentía medio extraño al no tener un pueblo o un lugar a dónde ir. 

Cuatro años después de haber hecho mi escuela de discipulado, me detectaron un problema de corazón que me llevó a tener una cirugía cardiovascular y un reemplazo valvular.

Para mí, el enterarme de esa situación en particular me llevó a tener muchos conflictos con el Señor, en ese entonces yo le decía “¿por qué tengo que vivir esto?, ¿por qué me está pasando a mí?. Yo dejé todo, dejé mi casa, mi familia, mi trabajo por servirte a vos, Señor, y de esta forma me estás pagando mi servicio”. Hasta ese momento no tenía cobertura médica y necesitaba más o menos 10.000 USD para que pudieran realizarme la cirugía.

Recuerdo ese tiempo como un momento muy difícil, en el que hubo mucho cuestionamiento personal de por qué estoy haciendo lo que estoy haciendo, si realmente había escuchado bien al Señor, si mi vida iba a ser igual después de esa operación y qué tenía que ver esto con las misiones, y si esto me iba a permitir seguir en la misión o no. 

En julio de ese 2004 me realizaron la cirugía a corazón abierto. Para ese entonces yo estaba con mi familia en el sur y había dejado la misión por tres meses para hacerme los análisis prequirúrgicos. Milagrosamente la cirugía salió muy bien. Comencé a ver la vida de otra manera, con un corazón agradecido al Señor por la nueva oportunidad que tenía de vivir. A mis veintiséis años, era como un segundo nacimiento.

Tres meses después el doctor me dio el alta médica y comencé a tomar clases de natación tres veces por semana, como recomendación para rehabilitación, también me animó a volver a tener una vida normal; entonces regresé a la misión.

En nuestro barrio había muchos problemas con el alcohol y las drogas. Los jóvenes se juntaban a consumir y, en reiteradas ocasiones, arrojaban vidrios y piedras a los edificios de nuestra comunidad misionera. Nuestra directora, Martha Rodríguez, animó a tres personas a alquilar un predio frente a nuestras instalaciones para realizar actividades deportivas con los jóvenes y ayudarles a salir de las adicciones; una de esas personas era yo. 

En un momento le pregunté por qué yo estaba siendo parte de este equipo si no sabía nada de fútbol, no es mi pasión, no era parte de mi vida, no era algo que disfrutaba, pero por obediencia comencé a trabajar con los chicos del barrio jugando al fútbol. 

Así pude ver cómo el deporte generaba un vínculo, así también vi que a través de él podía enseñar valores a los niños, y a su vez, ellos transmitían esos valores a sus familias. Con el pasar del tiempo fuimos armando una escuela de fútbol que, tras 15 años de labor, aún continúa trabajando con los niños del barrio.

Por nuestras escuelas pasaron muchos niños y jóvenes que aman el fútbol, y se entusiasmaron a estudiar para ser directores técnicos acreditados. Al mismo tiempo utilizamos un programa que llamamos UBABALO, que levanta entrenadores para la vida, quienes enseñan valores a los chicos.

Una cosa fue llevando a otra de forma tal que en JUCUM hoy tenemos un ministerio deportivo que trabaja con escuelas de fútbol, entrenando jóvenes para el trabajo en las misiones a través del deporte. Además, acompañamos a los atletas durante los juegos olímpicos. Somos parte de una red global de ministerios deportivos llamada Ready Set Go.

Entendimos la importancia de que el mundo del deporte es un campo misionero que necesita obreros, gente apasionada que pueda transmitir a Jesús a través de lo que hace. Mostrando amor a los niños que necesitan escuchar de Jesús a través de sus entrenadores, y a los atletas a través de sus compañeros; el mundo necesita escuchar de Jesús y el deporte es una muy buena herramienta para hacerlo.

Hoy contamos en nuestras instalaciones con la Escuela de Liderazgo Deportivo que dura tres meses, estas escuelas transmiten la pasión de utilizar el deporte para servir al Señor. En cualquier lugar, país, ciudad, el deporte es una herramienta que va más allá de los idiomas, más allá de las diferencias religiosas, más allá de la diferencia cultural y va más allá de la diferencia económica.

Hoy, mirando hacia atrás, puedo entender los propósitos de Dios. Yo era un chico que no disfrutaba el deporte y que no podía practicarlo, pero tuve que vivir una situación como la que viví con la operación del corazón para entender que Dios permitió esa situación para enseñarme a amar la actividad física, para abrir camino y acompañar a aquellos que aman los deportes para servir al Señor.

Sobre el autor

Iván Javier Salazar @ivanovicharg  es misionero en Jucum desde hace 20 años y encontró su propósito sirviendo a Dios en el área deportiva, con el entrenamiento físico de niños y jóvenes, a quienes forman, además, en valores cristianos.

Juventud Con Una Misión es una comunidad misionera de cristianos provenientes de diferentes trasfondos, culturas y tradiciones cristianas, dedicados a servir a Jesús alrededor del mundo. Servimos principalmente de tres maneras: a través del entrenamiento, la proclamación del Evangelio y al preocuparnos por aquellos en necesidad. Actualmente trabajamos en más de 1,200 lugares en alrededor de 180 países.