Teniendo en cuenta el contexto histórico, podremos disfrutar del fascinante mundo de la interpretación bíblica.

Sin lugar a dudas, este tiempo que vivimos nos ha obligado a asumir nuevos desafíos. Todavía recuerdo cuando allá por diciembre de 2019 mi hija adolescente me comentó sobre la existencia de este nuevo virus en China. “¡Tranquila! —le dije—. Acá no va a llegar”. 

No lo hice con la intención irresponsable de evadirla de la realidad. ¡De verdad lo creía! Ya habíamos tenido la experiencia del SARCS unos años antes: nació, cundió y se acabó en China. Pero esta vez, tres meses después de su comentario, nos encontrábamos encerrados en nuestra casa escondidos del virus que provoca el Covid19.

«el encierro no vino solo. Trajo con él la necesidad de apelar a nuevos recursos de comunicación»

Gabriela Giovine De Frettes, educadora del IBRP

No solamente para la comunicación interpersonal, sino también para la institucional. Vivos en las redes sociales, videos en YouTube, salas de videoconferencias y cuántas cosas más de las que antes del 2019 no teníamos ¡ni idea! 

Claro, cuando a todo esto le sumamos lo trascendente de transmitir una actividad espiritual, el desafío aumenta a niveles siderales. ¡Cómo lograr que el Espíritu haga lo mismo en las casas que en los cultos! La disociación en tiempo y espacio nos hace presuponer que no será exactamente igual.

Extraño es pensar que no nos pasa esto con la Palabra de Dios. ¡Bah! Nos pasa y no, porque nos enfrentamos a las Escrituras con la certeza de que el Espíritu de Dios nos hablará sobre nuestras necesidades actuales. Sin embargo, no tenemos real conciencia de que la Biblia nos llega con un delay (demora) de dos mil años.

Herramientas para “acortar distancias”

Si pensamos en las Escrituras como una situación comunicativa, es claro que ninguno de los autores tuvo en mente que los receptores seguirían “escuchando” su mensaje tantos milenios después. Tampoco imaginaron ni en sus mejores sueños que lo que escribieron sería leído por personas de todo el mundo y traducido a lenguas que ni existían en su época. Y como en ese entonces no pensaron en nosotros, nos vemos en la necesidad de intentar decodificar el mismo mensaje que ellos trataron de transmitir. 

Es justamente aquí donde nos vemos obligados a tomar conciencia de una realidad: necesitamos herramientas de interpretación. La hermenéutica nos provee de lo necesario para minimizar esta enorme distancia entre el texto bíblico y nosotros. 

«el estudio del contexto histórico nos acerca la realidad bíblica a la nuestra, así revalorizamos el mensaje de Dios y descubrimos la explicación real de las cosas»

Gabriela Giovine De Frettes, educadora del IBRP

¡Cuánta riqueza se nos pierde por no estudiar un poco! ¿Sabías, por ejemplo, que Jeremías caminó 600 kilómetros para ir y volver al Éufrates y esconder su cinturón? ¿O que el perfume que María derramó a los pies del Señor valía el salario de un año completo de trabajo? 

Dos cantidades que nos dicen mucho de la entrega y el compromiso de estas personas. Pablo escribe Filipenses, la epístola del gozo, durante su encarcelamiento en Roma. Esto es mucho más que descubrir datos curiosos, es llegar al mensaje puro y profundo de las Escrituras, es oír la voz de Dios de una manera más clara.

Cuando mi hija pide permiso para salir, mi esposo le pide que responda las siguientes preguntas: qué, quién, cuándo, cómo y dónde… ¿Qué tal si no salimos de nuestras lecturas bíblicas sin respondernos las mismas cosas? ¡Podemos empezar por esto! ¿Quién escribió lo que estoy leyendo? ¿A quién le escribió? ¿Cuándo? ¿Desde dónde? ¿Por qué? O sea, conocer el contexto.

Tal vez, contestando estas sencillas preguntas, abras la puerta de un mundo maravilloso, casi un universo paralelo que me tiene atrapada desde hace décadas… el fascinante mundo de la interpretación bíblica.