El ser humano es un ser familiar, como no es posible su existencia solo, necesita de otros para sobrevivir, y la familia es la estructura en la que se desarrolla.
La familia es la agencia primordial socializadora en la que niños y adolescentes, por la influencia que esta ejerce, desarrollan su identidad personal en una constante interacción con el entorno (la sociedad y la cultura en la que la familia está inserta).
Es en el seno de la familia donde se aprenden los valores a través de las vivencias, donde educan las acciones a través del obrar personal de cada miembro de la familia en la vida cotidiana.
Es en la convivencia diaria donde la familia educa para la “vida buena” (se aprende el valor de la solidaridad a través del ejemplo recibido de padres que son solidarios, por ejemplo, igualmente el servicio social, el respeto, la devoción a Dios), que trasciende a la educación para la “buena vida” (el bienestar físico, las comodidades), va más allá de ella.
Las características de la educación desarrollada en la familia son:
- Marca al individuo para toda la vida.
- Es espontánea, cada miembro aprende de los otros por impregnación, transmitiendo valores, formación de actitudes cívicas, ideales de vida, etc.
- A los padres, por ser los primeros y principales educadores, siempre se les ha reconocido el derecho a elegir qué tipo de educación recibirían sus hijos, en especial lo relativo a la moral y religión, limitados únicamente por la libertad que corresponde a los propios hijos.
- Comienza desde el primer día de vida de una persona y acaba el último.
- En la familia se aprende a convivir en la diversidad ya que conviven personas de distintas edades, sexos, ideas, etc.
La familia es considerada como la célula fundamental de la sociedad y también su reflejo, porque la afecta al mismo tiempo que es influenciada por sus valores y su cultura.
La influencia familiar será la de mayor importancia y duración en la vida de los hijos, condicionándolos de gran manera en sus dimensiones cognitiva, emocional, física y espiritual.
Los padres proporcionan los modelos de comunicación y de relación (en lo verbal, afectivo, gestual y cognitivo) que los niños y adolescentes perciben e imitan, y lo hacen a través de sus gestos y acciones, su forma de ser y relacionarse, más que por lo que intenten transmitir a través de sus palabras.
En este sentido, es elemental que los padres tomen conciencia de su papel como modelos para sus hijos, que se reconozcan como tales, revisando su actuar, si corresponde a lo que quieren transmitir y si sus dichos son coherentes con sus acciones. De esta forma, potenciarán su rol, porque es en la dinámica familiar que se configura el comportamiento de los hijos.
Es importante preguntarse: ¿Soy consciente de la importancia de mi rol como padre/madre? ¿Qué modelos de vida, comunicación y relación estoy dando a mis hijos? ¿Es coherente mi decir con mi hacer? ¿Tengo que cambiar? ¿Puedo solo/a? ¿Cómo voy a hacerlo?
Asumamos con responsabilidad nuestra misión educativa asumiendo nuestro rol en forma activa e intencional desde el amor. Y si nos hemos equivocado, con humildad, pidamos perdón y demos un “giro de volante” aprovechando la oportunidad que nos presenta un nuevo día.