¡Cuántos problemas pueden ser evitados si escuchamos a los demás! Podemos prevenir malos entendidos, confusiones y ambientes tensos si escuchamos con la intención de oír al otro.
Tan real como el poder que tienen las palabras es la importancia de saber escuchar. Esta habilidad merece ser desarrollada ya que incide directamente en la calidad de nuestras relaciones. En un mundo ruidoso y sobrecargado de información, muchas veces resulta difícil prestar atención y concentrarse en recibir el mensaje que la otra persona está queriendo comunicar. Por lo tanto, es necesario evaluar e identificar si existen factores que puedan estar interfiriendo en nuestra comunicación.
Interruptores de la escucha
En su uso más general y amplio, un interruptor es todo aquello que obstaculiza algún proceso o acción que se esté llevando a cabo. En este caso, entre los interruptores más frecuentes que impiden escuchar al otro, destaco los siguientes: el estrés y el “yo” en el centro de todo.
El ritmo de vida acelerado, la multiplicidad de tareas fuera y dentro de la casa, las demandas familiares, laborales y demás, sobrecargan no solo agendas sino también mentes que quedan atiborradas y al borde del colapso. Sin duda, el estrés es un interruptor que bloquea la comprensión del mensaje del otro y la empatía al recibirlo. Puedo estar mirando al que me habla, sin embargo, si la escucha está interrumpida, mi cabeza estará en otro mundo y mis oídos también.
“En una mente cansada y agobiada no hay lugar para más”.
Por otro lado, dijimos que el yo en el centro de todo es un obstáculo. El estar centradas en nosotras mismas, el ocuparnos solo de lo propio, de lo que cada una tiene para decir levantando la voz como el único mensaje digno de ser escuchado, alimenta un individualismo voraz que anula y silencia a los demás.
Puedo estar frente a alguien que me está hablando, pero internamente estar contando solo mi propia historia, dando mis argumentos, explicaciones y teorías como las ideas más brillantes que existen sobre la tierra.
“No estar de acuerdo o no compartir los mismos valores no invalida aquello que los demás tienen para decir”.
No escuchar a quienes están tratando de darnos un mensaje nos empobrece. En primer lugar, porque nos priva de la riqueza del punto de vista del otro que puede potenciar y arrojar luz sobre ciertos temas. En segundo lugar, nos impide comprender lo que le pasa, lo que siente y lo que piensa aquel que se está comunicando conmigo. Escuchar, en el completo sentido de la palabra, permite recibir el mensaje más allá de las palabras del otro.
Cuando simplemente escucho con atención e interés, se amplía mi mundo. Aprendo, crezco, comprendo y promuevo un ambiente saludable que ayudará a mejorar las relaciones con los demás.
Facilitadores de la escucha
Sencillamente se trata de encontrar maneras que potencien este aspecto fundamental de la comunicación. Te comparto algunos facilitadores de la escucha, animándote a que encuentres tus propias maneras prácticas.
- Despejá tu mente antes de escuchar lo que alguien tiene para decirte. Si creés que no te entra ni un alfiler, no es el momento indicado para intentar prestar atención. Tomate el tiempo necesario para renovar tus pensamientos. A veces tan solo unos minutos a conciencia alcanzan para respirar profundo y dejar toda ansiedad en manos de Dios, sabiendo que Él cuida de nosotras.
- Encuentros en la mesa libres de pantallas. Las únicas pantallas que tienen que estar totalmente abiertas son nuestras orejas. Algún integrante de la familia puede estar diciendo algo importante y escucharlo con atención nos ayudará a encontrar luego otros momentos para retomar charlas significativas y profundas.
- Invitá a una amiga a tomar un café solo para escucharla. Acordate que lo que tiene para contarte no será solo a través de las palabras. Prestá atención a lo que siente, observando sus expresiones corporales, sus gestos, su postura. No la interrumpas, no trates de darle consejos. No saques tus propias conclusiones sin antes asegurarte que lo que entendiste es realmente lo que te dijo. A veces ni siquiera serán necesarios tus comentarios respecto a lo que te está contando. Una escucha atenta y comprensiva puede ser más valiosa que mil palabras.
Seguramente encontrarás muchas otras maneras de facilitar una escucha intencional que mejore significativamente tus relaciones y propicie un ambiente de armonía y paz.
La Biblia dice: “Recuerden esto, estimados hermanos: estén más dispuestos a escuchar que a hablar. No se enojen fácilmente” (Santiago 1:19 PDT).
Sin duda, Santiago nos está dando un consejo muy sabio que, de tenerlo presente a diario, nos ahorrará muchos dolores de cabeza y nos ayudará a tener presente la importancia de escuchar.