Cada iglesia debe predicar a Cristo en todo tiempo, pero también asistir a las personas en su necesidad.
La asistencia social y el evangelismo son dos cosas totalmente diferentes. Obvio que muchas veces eso converge y esa es la idea, pero las campañas evangelísticas que hacemos se realizan para que la personas conozcan a Cristo y la asistencia social es hacer por amor al otro sin esperar nada a cambio.
No hay dudas de que toda la ayuda que brindamos está atravesada por el Espíritu Santo, como la atención médica pediátrica, o los comedores en los que estamos alimentando a unas 850 personas diariamente, además de los merenderos que también tenemos, pero no lo hacemos con el concepto de: “Ven a comer, pero después tienes que ir a la iglesia obligatoriamente”.
Nosotros servimos por amor, Jesús mismo después de haber predicado y sanado enfermos decía: “Esta gente tiene hambre y hay que darles de comer”. Nosotros predicamos a Cristo en todo tiempo, pero también asistimos socialmente a las personas porque hay una necesidad latente.
En esta pandemia los primeros que salieron a la calle en el país fuimos nosotros como Iglesia evangélica. No salimos solo a evangelizar, salimos a atender las necesidades primarias de la gente y en el camino si conocen a Cristo muchísimo mejor.
A través del pasaje en Lucas 4:18, Dios nos dio una visión para una nueva etapa en la iglesia
Cuando Jesús estaba en el templo leyendo al profeta Isaías dijo: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos”.
Entender para qué fuimos ungidos es la premisa, entonces oramos por cada persona que entra en la iglesia para que descubra su para qué. Por esto mismo, tenemos una escuela primaria, un colegio secundario para adultos, la escuela de operador social, una escuela de lenguaje de señas y queremos capacitar a las personas lo más que se pueda para que puedan encontrar su potencial y entender su para qué.
Así logramos integrar y articular a la iglesia, desde los más niños hasta los más adultos y con relación a eso también hemos pensado cada etapa. Es decir, trabajamos articuladamente, acompañamos a los miembros desde que son bebés hasta ser jóvenes mayores, se los lidera en cada momento, a medida que van cumpliendo años y van cubriendo etapas, los vamos promocionando a la siguiente.
La sociedad está pidiendo a gritos la manifestación de los hijos de Dios y la Iglesia tiene que estar en la calle para cambiar los climas sociales, para dirigir políticas de educación en el Estado o para traer ideas nuevas en el sector público. Entiendo que hay muchas iglesias que están ocupadas y preocupadas por llenar templos y esto es al revés, tenemos que tratar de que las vidas sean transformadas y como consecuencia los templos se llenarán.
Dios no nos llamó a llenar los templos, Él nos llamó a transformar vidas y a ganar almas para que las ciudades sean transformadas. Cumplimos la misión de predicar el Evangelio a toda criatura cuando estamos en la calle, es por esto por lo que Jesús les dijo a los discípulos algo así: “Muchachos, yo los envío como ovejas en medio de lobos, porque ustedes tienen que estar ahí en medio de la necesidad”.
El templo tiene que ser un lugar de refugio, de aprendizaje y de capacitación pero la verdadera necesidad está en la calle. En esta pandemia los templos se cerraron y a muchas iglesias, que estaban acostumbradas a servir solamente dentro de ellos, les produjo un gran inconveniente.
Creo que el escenario está dado para que la Iglesia esté en la calle como nunca antes.
Jamás los campos estuvieron tan listos para la siega como hoy, hay una necesidad del Señor y la gente está pidiendo a gritos que la iglesia se manifieste, por eso entendemos que todas ellas tienen que estar en la calle.
Se me ocurren tres posturas que puede haber si por algún motivo la iglesia tiene que irse del barrio donde se encontraba:
La primera es que al encontrarse dos vecinas una diga: “¿Viste que se fue la iglesia?” y la otra conteste que no sabía que había una iglesia.
La segunda situación es que ante la misma pregunta (“¿Viste que se fue la iglesia?”), la vecina le responda: “Menos mal que se fueron porque me tenían cansada, solamente traían problemas”.
Y, por último, la tercera posibilidad es que ante el comentario de que la iglesia se fue, la otra le diga: “Sí, por eso estoy mal, porque desde que estaban ellos las cosas habían cambiado, ellos se preocupaban por la gente y estaban al tanto de lo que estaba pasando”.
Nosotros tenemos que ser como los hijos de Isacar, entendidos en los tiempos
Ser una iglesia que no entiende los tiempos es ser una iglesia que se vuelve invisible.
Entender los tiempos y anticiparnos a las jugadas y a lo que viene es entender la situación, conocer la calle. Leer la situación significa discernir, no es lo mismo una iglesia en Capital Federal que en San Nicolás o que en Purmamarca, son situaciones diferentes y uno tiene que enseñar a leer la realidad para atender las necesidades de las personas de manera distinta.
A veces parece que tenemos un chip metido dentro de nuestro cuerpo y tenemos una sola forma de predicar y una sola forma de hacer, pero no es efectivo eso. Jesús dijo a los discípulos: “Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me dieron alojamiento; necesité ropa, y me vistieron; estuve enfermo, y me atendieron; estuve en la cárcel, y me visitaron” (Mateo 25:35-36). Dios nos mandó a demostrar el amor de Cristo con nuestras acciones.
Yo quisiera que recuerden a la iglesia porque dejó huellas, que marcó territorio. Y no por la fama, bajo ningún punto de vista, sino porque la gente fue cambiada y transformada, que la gente pueda decir: “En esta iglesia no solamente se habla de Cristo, sino que se actúa como Él”.
Yo creo que Dios nos mandó a romper techos para que la gente conozca a Jesús. Y si un operativo de salud es la puerta de ingreso a algo mejor como es conocer a Cristo, ¡bienvenido sea! Y si una terapia de adicciones es la puerta de ingreso para que la gente conozca a Cristo, ¡bienvenida sea! Nuestros mejores evangelistas últimamente han sido los chicos que se recuperan de adicciones porque eso atrae, sus familiares no pueden entender los cambios, los hechos hablan más fuerte que las palabras.