Sin duda Dios tiene un corazón para las mujeres que nos sentimos frágiles ante las circunstancias desafiantes y dolorosas de la vida. 

La palabra “vulnerable”, de origen latín (vulnus), significa «herida», y desde el punto de vista del cielo, una lesión abre la posibilidad de que suceda la nueva vida.

Dios consoló a Ana, quien se consideraba a sí misma una mujer con el corazón quebrantado y herido: «Ana, con una profunda angustia, lloraba amargamente mientras oraba al Señor. Oh Señor de los Ejércitos Celestiales, si miras mi dolor y contestas mi oración…», 1 Samuel 1:10-11 NTV. 

Jesús consoló a sus queridas amigas María y Marta cuando murió su hermano Lázaro. Lloró con ellas, aunque sabía que iba a realizar un milagro y resucitar a Lázaro de entre los muertos (Juan 11:1-53). 

El evangelio de escapar de sus circunstancias nunca es el Evangelio de Jesucristo. 

Tenemos que dejar espacio para el dolor

No podemos seguir adelante sin atender nuestra herida y nuestros lugares sensibles. Todas hemos experimentado pérdidas de diversas formas. Y lo difícil no se puede empujar ni meter en un armario, porque el dolor se filtrará cuando menos lo esperemos y terminará condicionando la manera en que miramos el presente y el futuro de nuestra vida. La buena noticia es que las heridas pueden convertirse en un portal. ¿Te parece demasiado difícil esta afirmación?

Te invito que me acompañes al relato del Evangelio de Juan 21 por un momento. Aquí encontramos a los discípulos después de la muerte de Jesús en la cruz; se sentían heridos, miedosos, escondidos, encerrados en la habitación, incapaces de comprender cómo sería la vida del otro lado de esa puerta. Se sentían atrapados. 

De la misma manera en que creemos en la ilusión de aislarnos cuando las decepciones duelen y entonces pensamos que encerrarnos y escondernos nos mantiene protegidas del próximo dolor y de una nueva herida.

Pero volvamos a los discípulos y la incertidumbre que tenían en sus corazones y mentes; estaban invadidos por preguntas como: “¿y ahora qué?”, “¿qué pasaría si?”, “¿cómo?”, “¿cuándo?”, “¿quién y por qué?”. No había desde su punto de vista una salida fácil. La incertidumbre es todo lo que tenían y parecía consumirlos. Pero llega el Señor Jesús, Aquel que atraviesa los muros que levantamos en medio de nuestro miedo y dolor, con ojos llenos de amor les susurra: paz a ustedes”. 

¿Y qué fue lo primero que hizo Jesús? Él les muestra las manos y el costado. Jesús les muestra sus heridas. Entonces Tomás y los otros recuerdan lo que habían olvidado. Él es la puerta, Él es el acceso a la transformación, a la resurrección y la vida. El Señor es el camino, Él mismo nos lleva como a ellos desde los escondites a la sanidad de las heridas y libertad de ser dignos de su esperanzadora visión y misión para nuestra vida. Él es el perfecto amor que echó fuera el temor.

Sigamos aprendiendo juntas a levantarnos victoriosas con la verdad de Dios hablando poderosamente a nuestro espíritu. 

Cuando te sientas perdida, Dios dice que tienes un propósito.

Cuando el miedo es un lazo, Dios dice que has sido liberada.

Cuando te sientas invisible, Dios dice que eres importante.

Cuando te sientas aislada, Dios dice que no estás sola.

Hija de Dios, no necesitas quedarte atascada en tus miedos, asustada de lo que vendrá, preguntándote quién puede ayudarte a sanar las profundas heridas del alma. Dejá el aislamiento de la autosuficiencia y vuélvete a Dios Todopoderoso. Es un escudo y una fuente de consuelo como ningún otro. No solo está a nuestro lado, sino que está por encima de nosotras, por debajo de nosotras, por delante y por detrás. 

«Mantenernos vulnerables es un riesgo que tenemos que asumir si queremos experimentar la conexión con Dios».

Fabiana López

Si pudiéramos juntarnos a tomar un café hoy, te diría: «Nuestro quebrantamiento no es demasiado para Dios». Alentemos nuestros corazones con la esperanza verdadera.

Pero Él fue traspasado por nuestras rebeliones y aplastado por nuestros pecados. Fue golpeado para que nosotros estuviéramos en paz; fue azotado para que pudiéramos ser sanados, Isaías 53:5 NTV. 

Espero que el amor de Jesucristo te rodee con sus brazos y bendiga con su perfecta paz. Sus manos son todopoderosas para sanar nuestras heridas. Tu historia y la mía le importan. Y deseo que nunca, ni por un segundo, se nos olvide esto.

Coach ontológico y Conferencista inspiracional. Coordinadora General del Programa de superación personal para mujeres 'No Me Rindo". Autora del libro "No me rindo. Pensamientos para seguir adelante". Autora de los audios "ALIENTO PARA EL VIAJE". Junto a su esposo Marcelo tienen cuatro amados hijos y sirven como pastores de iglesia Gracya en Lujan de Cuyo,