¿Es posible construir una expresión cultural plena desde la fe? Al hablar de expresión cultural nos estamos refiriendo a una manera específica de hacer las cosas.
Es importante dejar asentado este concepto: Jesús vino para re-crearnos, para que seamos personas nuevas con nuevas relaciones, nuevas formas de pensar, nuevas formas de hablar y nuevas formas de hacer las cosas.
De hecho, esto fue parte de la obra de la redención de los primeros tiempos en el Antiguo Testamento. Se suponía que el pueblo de Israel era una nación redimida, no solo individuos redimidos.
Como nación redimida, tenían una expresión cultural completa en su estatus de redimidos. Contaban con un tabernáculo, con un elaborado sistema de sacrificios y culto, y asimismo tenían música y artes visuales, así como una estructura política y un sistema de leyes. Todo esto fue creado por la Palabra de Dios en el antiguo Israel como la expresión cultural de la obra de la redención de Dios.
Después de la muerte y resurrección de Cristo, el Cuerpo de Cristo se convirtió en el nuevo Pueblo de Dios que estaba en conflicto tanto con la cultura judía como con la romana. Al principio, los primeros creyentes eran solo una minoría pobre, asustada, socialmente marginada y perseguida. Muy pronto, sin embargo, la confesión cristiana básica proclamaba: «¡Jesús es el Señor!».
Esta confesión se oponía a la afirmación de los emperadores romanos que decía: «César es el Señor».
Dentro del marco sociocultural de aquella época, esta declaración de los seguidores de Jesús era un verdadero problema para la política y demás aspectos de la cultura romana. Proclamar a Jesús como Señor de todo era verdaderamente revolucionario.
Muchísimos siglos después, Abraham Kuyper (1837-1920), el primer ministro de los Países Bajos, así como influyente teólogo y periodista, escribiría la famosa frase: «No existe un rincón en todo el reino de la vida humana sobre el cual Cristo, el Señor soberano de todo, no grite: ‘¡Es mío!’”. Esta idea ya estaba instalada y siendo puesta en marcha por la Iglesia primitiva. Esto significaba que toda la vida debe ser puesta bajo el señorío de Cristo. Tal es el punto de partida para la expresión cultural plena de nuestra fe.
En los tiempos del Antiguo Testamento, el pueblo de Dios se distinguió de las culturas circundantes por las barreras nacionales y lingüísticas. Pero el nuevo Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo, se dispersó a través de toda la cultura grecorromana. Y al igual que el pueblo de Israel, su estado de pueblo redimido de Dios poco a poco comenzó a completar la expresión cultural.
La Palabra construye o crea nuevas personas con nuevos corazones y nuevas relaciones. Vemos esto en el Nuevo Testamento. Personas fueron salvadas, familias se reconciliaron, pequeñas comunidades de creyentes se reunieron en torno al Evangelio. El amor se convirtió en la marca del cristiano y de la comunidad cristiana. En la historia de la Iglesia primitiva, la Palabra, trabajando a través de los creyentes, comenzó a crear nuevas instituciones culturales.
¿Qué significa esto?
Los creyentes comenzaron todo tipo de cosas nuevas: orfanatos, programas para ayudar a personas necesitadas y, más tarde, escuelas, todo tipo de arte y, luego, universidades. Luego, música genial como Bach o Händel, en simultáneo con una gran literatura. El primer libro impreso por Johannes Gutenberg fue la Biblia. Casi se puede contar la historia del Cuerpo de Cristo a través de la serie continua de nuevas instituciones culturales producidas por los creyentes en respuesta al Evangelio de Cristo.
La historia no ha finalizado. Ese Evangelio, que impulsó a los creyentes a no conformarse con lo que el sistema mundo ofrecía, sino a crear y construir todo tipo de nuevas instituciones culturales, nuevas formas de vida, sigue vigente. La Palabra es la misma, pero no caduca, no se corrompe, ni cambia, y sigue estando activa como una fuerza clave que contribuye a la cultura. La Iglesia debe volver a ser valiente para iniciar nuevas actividades culturales para la gloria de Dios.
Tal vez, algunos de los que estamos aquí hoy seremos usados por Dios para hacer contribuciones totalmente nuevas a la cultura secular: reformas en la educación, ayudas humanitarias, avance científico, avance tecnológico, aportes puntuales para el medio ambiente, etc. Aceptemos el desafío, sabiendo que nada de lo que hagamos es nuestro, sino de Él y para Él.