Sientes una presión en el pecho, te cuesta respirar, una angustia te ahoga por dentro sin causa aparente. Lloras sin entender lo que te está pasando, tampoco lo entienden los que te rodean. Es la oportunidad perfecta para que tu alma se acerque a Dios.

Este es el relato de muchos pacientes que se presentan al servicio de urgencias a diario. Desesperados, desconcertados, pensando que sufren un infarto, descompensación por alguna enfermedad crónica o cualquier causa para encontrar una explicación a su situación actual. Sin entender que esta vivencia va más allá de lo orgánico, o lo palpable, es una enfermedad del alma, la llamada “crisis de angustia” o “crisis de pánico». 

Considero necesario y oportuno detallar en este artículo sobre esta patología en particular, porque pasé por ello, sé lo que siente y sé cómo curarlo. 

Era tan solo un adolescente, cursando 7mo básico, con 12 o 13 años de edad, acababa de mudarme de casa, de colegio y de jornada, ya que mi colegio anterior tenía media jornada (8:00 a 14:00 hrs) y este nuevo era jornada completa (8:00 a 17:30 hrs), este centro estudiantil era más exigente en sus asignaturas, tenía compañeros nuevos, en fin, fueron muchos cambios. 

Al principio iba todo bien, pero al pasar los meses de ese año, empecé a notarme extraño, más frágil en mis emociones, con cambios de humor muy rápidos, me costaba concentrarme en clases, no entendía las materias y mucho menos las pruebas. Empecé a luchar con la frustración, venía el temor cada vez más seguido a mi mente, con pensamientos como “no lo vas a lograr”, “no sirves”, “vas a repetir de curso”, “vas a decepcionar a tus padres”, etcétera. 

Arrancaba a llorar repentinamente, lloraba en los camarines del liceo, gotas de lágrimas caían en las pruebas, sin entender. Es que realmente no cabía en mi cabeza cómo yo, teniendo padres cristianos, sirviendo a Dios desde que tengo conocimiento, podía vivir algo así. 

Fue una temporada de desierto, mucho desierto. Tanto así que me puse rebelde, no acepté ayuda de nadie, ni siquiera de Dios. Hasta que colapsé, cada vez las crisis venían más seguido y no podía seguir. Recuerdo que comencé a tener pensamientos suicidas. Hasta que llegó el día en que el Espíritu Santo me habló en medio de mi desierto, y me recordó esta palabra:

“Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?”, ‭‭Salmos‬ ‭42:1-2‬ ‭RVR1960‬‬.

Entonces entendí que la crisis de pánico es una enfermedad espiritual, donde el alma grita por sed de Dios. Que al igual que el ciervo brama por esas corrientes de agua, con un bramido fuerte desde su interior, así nuestra alma pide de las corrientes del corazón de Dios. 

Jesús dijo: “Pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna”,  Juan 4:14 LBLA.

Es que hay muchas cosas de este mundo que te pueden llenar momentáneamente, puede ser una amistad, ver una serie, una película, videojuegos, drogas, la pornografía, la masturbación, una pareja, una fiesta, etcétera. Pero luego volverás a tener sed, porque lo que realmente puede llenar tu vida es el agua del pozo de Jesús. Él es el único que puede hacer brotar fuentes de agua viva dentro de ti. Y no solo para ti, sino para toda tu familia, tus amigos, tu matrimonio, tu casa, tus compañeros, colegas y todos quienes te rodean. 

Para concluir, fue la etapa en donde Dios pasó de ser el Dios de mis padres a mi Dios. Cuando pude conocerlo realmente, fui sanado y entendí que Él es la fuente que está disponible 24/7, en el día y hora que necesites, Él está esperándote para darte de beber y saciar tu alma. Desde ese día nunca más fui el mismo, aprobé todo, pude ser libre de las crisis de pánico. 

Y si en algún momento de mi vida han querido volver aquellos síntomas, rápidamente voy a los pies de Jesús en oración y rindo mi alma, siento su amor y su llenura. Ya mis lágrimas no son de dolor o angustia, sino de gratitud. Y así mismo lo hago con mis pacientes, coloco mis manos sobre ellos para que a través de ellas Jesús los toque, les traiga el verdadero consuelo y refugio, oro por ellos y cada palabra que salga de mi boca sea una semilla de fe en sus corazones. 

Si estás viviendo estos síntomas, quiero darte una buena noticia, las crisis de pánico son la oportunidad perfecta para conocer a Jesús y llenarte de Él. 

Es una enfermedad espiritual que tiene solución si abres tu corazón. 

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